Una bella criatura de plumas con espolón misterioso nos recibe en el Parque Nacional Nahuel Huapi, en una de las siete maravillas naturales de Argentina. El pato de los torrentes es como esas franquicias extendidas que están en muchos países, pero que –cuando se llega a uno de ellos– resulta que casi nadie la conoce. Pasa que habita desde Venezuela hasta la Patagonia austral, pero únicamente en… torrentes; esto es, en áreas más o menos turbulentas de ríos y arroyos.
De un plumaje colorido y atrayente, mide entre 38 y 48 cm. Es una de las maravillas vivas que puede observarse en el PN Nahuel Huapi y trae una sorpresa: ¡en cada ala posee un espolón! Se trata de una punta dura, cuya utilidad los biólogos desconocen. Aunque estos patos son, cada uno con su pareja, seres muy territoriales, no los usan para agredir o defenderse. Pero, quizá el misterio no sea tal: cualquiera que se tiró por un torrente sabe que algo duro con lo que afirmarse (en especial si no se tienen manos) es más que útil.
La “liebre de los palos” de La Rioja
Más específicamente en el Parque Nacional Talampaya parecería que la vida animal es escasa. Todo lo contrario. Un ejemplo de ello es la mara, por cuyo nombre se la conoce más, aunque en alguna época se la apostrofaba como “liebre de los palos”. La razón es clara y cómica: se parece a una liebre que anduviese en zancos. La semejanza no es solo de cara; en realidad ambos animales ocupan el mismo nicho ecológico, ambos corren como el diablo si se trata de escapar de sus predadores: sea este el puma, el yaguareté o las personas. Con una velocidad máxima de 60 km/h, su mansedumbre se convierte en electricidad si se siente amenazada.
Pero, a diferencia de las liebres, viven en colonias, donde las crías son cuidadas por un conjunto de hembras, que actúan como madres sustitutas para los pequeños cachorros. Aunque se la considera patagónica, la verdad es que su hábitat va de la Patagonia hasta Catamarca.
El Rey del Bañado La Estrella, El Quimilero
La imponente belleza del Bañado La Estrella (Formosa) nos asombra cada vez más con su fauna cautiva a visitantes y pobladores. El Quimilero es parte de ella, debe su nombre a la costumbre de alimentarse de los frutos del quimil (Opuntia quimilo), una cactácea común en la zona.
Visitar y recorrer cada una de las Maravillas Naturales Argentinas no solo ofrece los placeres de lo “escénico”, del disfrute del paisaje y la sensación de vastedad. También habilita el encuentro con mamíferos y árboles, reptiles y hierbas, anfibios y cactáceas; por mencionar algunas de las muchas formas que toma ahí la abundancia de la vida. Tales encuentros adquieren un valor todavía mayor cuando es posible alguna interacción amistosa, la observación de algún momento especial en la vida de esa especie o cuando ella misma es escasa y resulta un privilegio encontrársela.
En el caso de Bañado La Estrella, topar con el chancho quimilero, una de las tres especies de pecaríes (el cerdo autóctono de las américas), es un regalo. Hasta los años 70’ del siglo pasado se lo consideraba extinto, un ser que había habitado Sudamérica antes de la llegada de los seres humanos. Entonces, ¡sorpresa!, en el sur de Paraguay, el zoólogo Ralph Wetzel encontró ejemplares vivos. De ahí que su nombre científico sea Catagonus wagneri. Para los habitantes originarios tanto del país vecino como de la zona norte de argentina el “descubrimiento” no fue tal.
Lo conocían y tenía nombre: Curé-taguá en guaraní, y Nokkayk en toba. Lo conocían por el vagabundeo al amanecer, en busca de alimento. El cual encuentra, en las zonas secas, en las “bandejas”, “palas” o brazos carnosos de varias cactáceas. En particular en el “Quimil” (Opuntia quimilo), un cactus bastante común y por el cual fue bautizado por los criollos.
Pero este pecarí, como buen porcino, no tiene problemas con expandir la dieta a lo que venga: raíces, leguminosas salvajes, insectos de todo tipo y hasta algún pequeño ratón.
Una de sus costumbres más características es su gusto por la sal. Pero, ¿dónde encontrar sal fuera de un salero en las vastas extensiones a campo abierto? En las “piedras de sal” formadas en la parte externa de los hormigueros. O, simplemente, comiendo tierra alrededor de ellos. Sus panzadas pueden durar hasta una hora.
Rápido, con buena vista y caminador, las piaras de estos chanchos están siempre listas para salir en sus recorridos. Las madres, que dan a luz en soledad, apartadas del grupo, tienen apenas una hora después del nacimiento a sus hijitos perfectamente disponibles para salir caminando. Es menos agresivo que las otras dos especies de pecaríes, lo que quizá se deba a que es la más grande, ya que pueden llegar a medir hasta 1,1 metros de largo. Cuando se asustan, erizan los pelos gruesos de sus lomos y sale corriendo como el rayo.
Lamentablemente, el avance de la ganadería, y la caza desproporcionada los van haciendo escasos, por lo cual el Bañado es un lugar donde pueden obtener cierta tranquilidad, adaptándose al entorno más acuático. Por eso, en Formosa, disfrutá de un animal que coexistió con los perezosos, gliptodontes, jaguares y llamas gigantes del Pleistoceno.
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