¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónLa devoción por Nuestra Señora de Guadalupe tiene, en Santa Fe, un origen particular. Todo inicia en la propiedad de un conquistador español, Juan Gonzalez de Setúbal, que construyó una capilla bajo la advocación de esa advocación mariana. Muerto él, su viuda pone al cuidado del templo a su sobrino Francisco Javier de la Rosa. Este hombre era conocido como “el ermitaño” porque elegido el retiro penitente. Encontró, entonces, en el oratorio su lugar para la meditación. De a poco fue naciendo en De la Rosa el deseo de levantar otro templo, ya que el original estaba prácticamente en ruinas.
Javier de la Rosa (por alguna razón es recordado sin su primer nombre) levantó la nueva capilla con sus propias manos. En una de las baldosas, que el mismo fabricó, dejó esta inscripción: "La Virgen la ha levantado con su divino poder, venciendo dificultades del triste Lucifer, las que hizo desvanecer”. El templo lo empezó a construir en el último cuarto del siglo XVII. No sabemos si se lo propuso o no, pero Francisco Javier fue, en aquel momento, responsable de una veneración gigante.
Más de un siglo después, en 1889, se creó la diócesis de Santa Fe, desmembrándola de la jurisdicción de Paraná, y designando como su primer obispo a monseñor Juan Agustín Boneo. Ya en Santa Fe, Boneo propone ante la Santa Sede que la Virgen de Guadalupe sea la patrona y titular de esa ciudad, teniendo en cuenta la devoción que el pueblo santafesino le profesaba. Y atendiendo esa solicitud es que el 27 de junio de 1889, el papa León XIII proclamó a la Virgen de Guadalupe como patrona y titular de la Diócesis de Santa Fe.
Francisco Javier empezó la nueva capilla como albañil y carpintero. Talló el altar de madera, pintó medallones con la aparición de María al indio Juan Diego en el cerro de Tepeyac, México (origen de la devoción de la Virgen de Guadalupe). ¡Fundió campanas!, una tarea que desarrollan pocos en el mundo.
La sólida capilla que edificó Javier De la Rosa comenzó a resultar pequeña. Media catorce por seis metros. En 1904 se colocó la piedra fundamental del actual santuario y, en 1910, se lo inauguró a medio terminar.
Este ermitaño no solo era buen albañil, carpintero y fundidor. Dejó una deliciosa hagiografía llamada “Soledades de la vida y retiro penitente por amor a la virtud y menosprecio del mundo”. Ilustrado con magníficos dibujos acuarelados, el texto abunda en virtuosismos estilísticos e imaginativos. El desierto, la penitencia, la cueva, la oración, los rayos celestiales, las aureolas. Por el otro lado, el demonio, las bestias, las tentaciones. No se conoce en Santa Fe un libro anterior a este.
Los más creyentes no lo dudan: Javier de la Rosa fue enviado por Dios a Santa Fe con una misión clara: Dar nacimiento a la inmensa devoción mariana que apadrina a la ciudad y a toda una región.
Fecha de Publicación: 15/08/2020
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