El Camino de la Fe “Costa de los Comechingones” en Villa de Merlo, San Luis, transporta a pequeños oratorios y capillas muy bellos, siempre dentro de lugares de privilegio. El circuito incluye una de los templos más pretéritas de la provincia.
Antigua Capilla Nuestra Señora del Rosario
Este templo y sede parroquial, se construyó antes de que existiera el pueblo, ha sido declarado Monumento Histórico Nacional. Ya a mediados del siglo XVI aparece registrado en un catálogo de templos. Por lo que se estima que su construcción data de 1720, estos tres siglos de existencia, lo pone en el privilegio de ser la capilla más antigua de San Luis. La construcción es pequeña, diminuta, su interior es simple y despojado de lujos. Sus paredes son de adobe y como ocurre en construcciones de esa época de más de un metro de espesor. Su techo se apoya sobre vigas de algarrobo y los pisos son de grandes baldosas rojas.
En su pared sur posee un corto corredor que termina en el acceso a la torre del campanario. A ella se llega por una desvencijada escalera de madera ensamblada con la pared, no posee baranda. De la vieja imaginería se conserva el Santo Cristo, con rasgos de los pueblos originarios. También la patrona Nuestra Señora del Rosario en un camarín adaptado al efecto. Cada 7 de octubre, fiesta de la Virgen, miles de files se congregan para rendirle culto.
Santuario Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa
El Santuario, se bendijo en 1984, en una bella cápsula de plata se encuentra una reliquia de Santa Catalina Labouré, quien fuera la religiosa que recibió la visita de la Virgen María envuelta en un resplandor, emitiendo hermosos rayos de luz de sus manos hacia la tierra. La virgen le pidió que hiciera una imagen de su aparición y que acuñara una medalla con su inicial la letra “M”, y una cruz, con la frase "Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti" y del otro lado, su imagen. Le dijo además que quien portara esa medalla recibiría su protección.
Capilla de los Romero
Como en buena parte de la Argentina, a comienzos del siglo pasado, las familias realizaban oratorios privados que se encontraban en fuera de los núcleos poblacionales. La historia relata que el hijo menor de la familia Romero fue quien pidió un lugar para orar y colocar los cuadros que él pintaba. Al oratorio comenzaron a llegar vecinos y luego el Arzobispado lo elevó a la categoría de público para que se pudieran oficiar misas. Tiempo después quedó en desuso y hoy funciona allí un centro cultural.