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Historia de los barrios porteños. Villa Ortúzar, infinitas esquinas a la puesta de sol

Vivo en las tradiciones porteñas, barrio de poesía y trabajo, Villa Ortúzar maravilla con atardeceres mágicos en cada esquina. Como diría Julián Centeya, las veredas de Ortúzar "me recuerdan la luna de tu frente"

Desde las inicios laboriosos del vasco Santiago Ortúzar, o los días del vicepresidente Elpidio González, que dejó la política para trabajar de obrero en las fábricas de anilinas Colibrí, Villa Ortúzar contiene remembranzas de letanías de fábricas y humildes casas bajas, inmigrantes y tango, que el poeta José Portagalo, ilustre vecino, imprimiría en la posteridad, “Villa Ortúzar, amigos/ conversa con el sueño…/ Por eso le canto…/una joven aurora se levanta”. O Jorge Luis Borges, “Ya no sé si es un árbol o un dios, ése/ que asoma por la verja herrumbrada./ Cuántos países a la vez: el campo, el cielo,/ las afueras./ Hoy he sido rico de calles y de ocaso filoso/ y de la tarde hecha estupor” Por esas cuadras de largos paredones caminaron Osvaldo Pugliese y Gustavo Cerati, Homero Manzi, Charlo, Ítalo Curio y Pappo, acodados en el bar de Las 8 Esquinas, o degustando una porción de la pizza de La Mezzetta. Barrio modesto que tiene sino porteño, por más que taimadas y chillonas nuevas torres tapen el sol del mañana de una línea de Norah Lange, mañana que siempre es mejor en las manos de San Pugliese, “en tu patria de veredas/gasta su última moneda/mi lírica ilusión”

 

 

Como todos aquellos barrios porteños alejados del Fuerte hacia 1600, en dirección al oeste, los comienzos de Villa Ortúzar están ligados al desarrollo y prosperidad de las misiones jesuíticas. Por sucesivas compras y donaciones los religiosos se hicieron de las hectáreas en lo que hoy ocupa este barrio, junto a La Paternal, Colegiales, Agronomía y Colegiales. La Chacra de los Padres en Chacarita, chacra una deformación de la palabra quichua “chácara” o tierra de cultivos, abastecía no solamente el colegio de Alsina y Bolívar, en la Manzana de las Luces, sino que a varias zonas de la polvorosa aldea. Negros esclavos e indios cultivaban trigo, recolectaban leña y trabajaban en los hornos de ladrillo.  Desde este complejo agrícola los jesuitas administraban sus posesiones hasta la expulsión de 1767, que llegaban a Ramos Mejía y San Martín, y allí levantaron una sencilla capilla, demolida en 1899, en las cercanías del actual Barrio Los Andes, que sirvió de refugio a los patriotas que pelearon en las invasiones británicas de 1806 y 1807. Gestiones fallidas de Bernardino Rivadavia y Juan Manuel de Rosas, en el intento de implantar colonos alemanes y españoles, empezaron subvidivir los terrenos, y en 1827 Vicente López y Planes, autor de la letra del Himno Argentino, fundaría el barrio Luis José de Chorroarín  en honor al religioso que dirigió la Biblioteca Nacional –antecesor en el cargo del Borges poeta  que luego cantaría a esas tierras, ambos terminaron ciegos-, y las primeras calles que anticipan las avenidas Álvarez Thomas, Triunvirato y Elcano. Hasta la llegada de Don Santiago Ortúzar en 1862, el verdadero impulsor del barrio con  su visión, trabajo y desinterés, en los extensos terrenos vivían, más bien deambulaban, soldados de la Federación, que Rosas recompensaba con propiedades, e indios pampeanos, que el Restaurador de las Leyes capturó en su Campaña del Desierto, y encerró en las viejas barracas de los jesuitas en Chacarita.

 

”El Jardín de las Hespérides, la tierra prometida”

El 26 de Abril de 1862 Santos Muguerza vende a Santiago Ortúzar veintiséis manzanas entre las actuales Av. Triunvirato, Tronador, Álvarez Thomas y Elcano. A este acto entre emprendedores agricultores y ganaderos se conmemora con el Día de Villa Ortúzar. Trazó el español las calles y las arboló con eucaliptos, además introdujo el ombú al entorno porteño; que lo sería recién en 1880 cuando se incorpore a Buenos Aires junto a Belgrano y Flores. Ortúzar construyó además su casa en la manzana comprendida por las actuales Giribone, Heredia, 14 de Julio y Álvarez Thomas. Instaló también allí grandes palomares razón por la cual la zona fue identificada como “El Palomar de Ortúzar”,  actual Plaza 25 de agosto –donde se encuentra el “Árbol de Artigas”-, y que volaban cientos en dirección a los cercanos montes de la Chacarita. Una vívida impresión de estos tiempos la entrega Miguel Cané en “Juvenilia”, que no solamente retrata la solar de descanso vacacional del Nacional Buenos Aires, en la vieja Chacra de los Padres, y en 1865 ubica en Villa Ortúzar la chacra de los vascos, a los cuales quisieron robarles unas sandías, y fueron corridos “con un tridente que se usaba para volear el pasto seco”  Diego A. del Pino ubica estos confines al norte de los colegiales, “árboles frescos, espacio abierto a todos los rumbos…”el Jardín de las Hespérides”, la tierra prometida”, en el camino a Belgrano que prometía “chinitas”, en la actual avenida Elcano, entre Guevara, Fraga y Roseti.

Para cuando Ortúzar falleció en 1897 había vendido prácticamente todos los lotes aledaños a su icónico palomar y realizado importantes obras comunales, como la donación de los terrenos para la primera escuela del barrio, General Mariano Acha, en Roseti al 1400. Las grandes casas rematadoras ponían cartel de fin de ciclo a las chacras y plantíos, el pasado del barrio debajo de los adoquines. Del filo finisecular entrega la crónica Juan B. Magaldi, “por muchos años el panorama de Villa Ortúzar que nacía fue -aún- como de campo: vacas y cabras pastando en los potreros, hornos de ladrillos aquí y allá, la calles trazadas pero sin pavimentar que no parecían una ciudad. Hondas huellas y baches después de una lluvia la hacían intransitables…la línea de tranvías Lacroze, que venía desde la Plaza Lavalle por Triunvirato, sólo llegaba hasta Chacarita…había que hacer un rodeo por los calles Triunvirato, Chorroarín y Donato Álvarez. Según la dirección que tomáramos, a veces no era posible hacerlo, por los zanjones y quintas que lo impedían”  Roberto Arlt bromeaba en su aguafuertes que si llovía era necesario ir en “hidravión” y que para  los vecinos el adoquín, en la puerta,  era sinónimo de “progreso y gestión municipal”. Aparecerían lentamente con los loteos del novecientos,  los primeros vecinos, inmigrantes mediterráneos europeos en su mayoría, y ligados a la actividad del nudo ferrocarrilero cercano, el cementerio y los incipientes puntos comerciales de Triunvirato. Sin embargo  sería la intensa actividad industrial la que daría definitiva fisonomía a un barrio de pronto dominado por fábricas, depósitos y usinas. “De la Chacarita de los Colegiales,/Villa Ortúzar era el brazo proletario,/fábrica, paredones y casitas desiguales/…no hay lugar para los guapos: aquí se trabaja”, en los versos de Héctor Arci.

 

Villa Ortúzar, un barrio histórico

“Yo sé de la angustia de los altos hornos, de las usinas eléctricas/que ensordecen, que idiotizan con su poleas de ruidos,/…de las jornadas solas, perdidas bajo la suela del zapato,/sin cigarrillos, y entre el humo y los rumbos de la vagancia”, recogía de sus días de operario el poeta anarquista Portagalo (José Ananía), que vivió varios años en la calle Heredia subsistiendo de operario, y luego fue portero de escuela, echado por sus convicciones, “desde entonces odio a generales y directoras de escuela”. “Villa Ortúzar entonces nacía en una esquina/acordeón de los patios perfumaba sus tardes,/guitarra bolichera su noche en las quintas,/una plaza soñaba, confiada, entre gorriones/y pibes que encontraban su destino en la calle”, reconstruye Portagalo, que tendrá un continuador en la poesía mistonga de Julián Centeya, que vivió en avenida de Los Incas.  La Perfumería Griet (1912), la Fábrica de Azulejos y Mosaicos Cattáneo (1900) –varias estaciones de subte tienen sus productos en los murales-,  la Papelera Buenos Aires (1937) –hoy un hipermercado, la chimena fue referencia de Villa Ortúzar por décadas, presente en el escudo barrial- y, finalmente, Sudamtex (1935), una gigantesca textil en la calle Girardot al 1500, que empleó a 2000 personas, tuvo 45 sucursales, y quebró en los ochenta. Sporting Social Club y el Café del Viejo Anyulin, que inmortalizaría Beba Pugliese en “Mis ocho esquinas”, y que haría célebre el padre, Don Osvaldo, vecino de la calle 14 de julio, eran de las distracciones de una vida sufrida pero que respiraba una notable vida nocturna, los hermanos Espósito, Homero y Virgilio, Aníbal Troilo y Manzi, en los cuarenta, el futbolista Luis Orlando Gatti y Norberto “Pappo” Napolitano en los setenta. El líder de Soda Stereo, Gustavo Cerati, creció en la calle Heredia al 1200, y asistió al colegio parroquial ligado a la Iglesia San Roque (1908); que recuerda al patrono de muchos de los inmigrantes italianos que se afincaron en estas cuadras.  

“Es urgente rezonificar Villa Ortúzar, porque es un barrio histórico", reclamaban los vecinos en 2021, en el diario Página/12, "Fue un barrio de jesuitas desde 1614 y tiene una historia muy rica de casas de campo y casas quintas. Queremos protección y que se controle para que no demuelan y construyan a la vez” “Yo no sé si fue un ángel o un ocaso de la claridad/que perdió en la hondura/…Todo la luz en las tapias azules y en/ese alboroto de chicas” recitaba un juvenil Borges, en los veinte, mientras iba a visitar a uno de sus amores imposibles, la escritora Lange, que saldría de Villa Ortúzar de la mano del amigo Oliverio Girondo. Esa luz inspiradora que encandila a los poetas, como Héctor Negro, “Se ha fugado la luz tras las copas de los paraísos/y callaron los gorriones su insistente piar/…es un crepúsculo de Villa Ortúzar/…estoy seguro totalmente/de que no habrá otro igual” El luminoso arcano porteño, que se resiste, como la pista que H. Bustos Domecq, o sea Borges y Adolfo Bioy Casares,  ubicaba en un transfigurado caserón de la calle Roseti de Villa Ortúzar.

 

Fuentes:  del Pino, D. A. El barrio de Villa Ortúzar. Buenos Aires: Cuaderno 60-MCBA. 1991; Villa Ortúzar: la quinta del Vasco en revista El Observador Porteño. Año 3 Nro. 25. Mayo 2020. Buenos Aires; villaortuzar.ar

Imagen: Alcon Ph

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