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Buenos Aires - - Sábado 01 De Abril

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Historia de los barrios porteños. Vida y muerte separados por un muro en Recoleta

Uno de los cementerios más notables del mundo convive con una intensa movida cultural y comercial, coquetos espacios verdes y mansiones palaciegas. Solamente existe un Recoleta.

Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Recoleta

Alguna vez fueron tierras anegadas donde campeaban los bandidos y se celebraban romerías que trastornaban la chicha calma de la colonial Buenos Aires. Después llegó el cementerio, el primero público porteño, y la Recoleta se llenó de quintas y árboles, varios que aún se levantan en Plaza Francia. Pero el azote de la Fiebre Amarilla trajo nuevos vecinos, la aristocracia  nacional que tiraba manteca al techo y empedraba transformadora, y construía mansiones envidia de palacetes parisinos y jardines versallescos, como la Residencia Hume de 1890, al tiempo que erigía mausoleos de tintes faraónicos, a pocos metros. Y al igual que la antigua ciudad egipcia de Luxor, cúmulo del poderío de la sociedad y los rituales mortuorios, la Recoleta comenzó a tener un rasgo distintivo que la transformó en un imán irresistible perdurable para porteños y turistas. Por estas calles se popularizó el Tango, entre estos árboles se escucharon los primeros acordes del rock argentino. Fue la fuente de inspiración de literatos y cineastas como también de poetas, y en una mesita del Parque Japonés Baldomero Fernández Moreno retrató la ciudad de setenta balcones y ninguna flor.

Fue la temible Tierra del Fuego, la barriada marginal de los guapos del 900, como la cuna de la reaccionaria Liga Patriótica, que perseguía obreros y judíos en 1919. Cruce del atentado anarquista más grande del país en 1909 y la primavera democrática en el Centro Cultural Recoleta de los ochenta, en un ex asilo para ancianos y dementes. Entre sus incontables monumentos y los edificios art decó que rascan el cielo, Recoleta ofrece umbrales a los mundos de la Argentina.

Centro cultural recoleta

Pobre Diablo, primer boliche con luces artificiales de la Recoleta

“Tras la muerte de Rodrigo Ortiz de Zárate, Juan, su hijo mayor, heredó las tierras. Según los datos de la época, Juan Ortiz de Garay vendió la chacra al capitán francés Beaumont a cambio de un traje completo de hombre, dado que consideraba que ese lugar no tenía ningún valor. En 1608, el capitán decidió vender esas tierras por una tenaza, una peluca y un abrigo común. Paradójicamente, hoy por hoy, Recoleta es una de las zonas más cotizadas de Buenos Aires”, refiere barriorecoleta.com.ar. Digamos que tampoco tuvieron demasiado relevancia para Juan de Garay en 1580, que solamente asignó 6 de las 65 parcelas fundacionales a la futura potentada Recoleta. Tampoco serán de relevancia cuando María Josepha Basurco y Herrera en el siglo XVII, la mujer más rica de la época, la cede a un matrimonio, Fernando Miguel de Valdés e Inclán y Gregoria de Herrera y Hurtado, que a su vez la donaría a los frailes Recoletos descalzos de la Congregación Franciscana en 1716. Así a esta zona se la llamó de los Recoletos, la Recoleta. Fueron los jesuitas quienes se encargaron de la construcción de la iglesia Nuestra Señora del Pilar, inaugurada el 12 de octubre de 1732 -fecha de celebración del barrio-, aún en pie en la calle Junín, y quienes hicieron el trabajo de nivelar las calles y arbolar los paseos, que serían utilizados en las quintas que empiezan aparecer en los alrededores; en conjunto a la actividad del matadero que funcionaba en las actuales avenida Pueyrredón y Las Heras -en ese entonces calle Chavango, que tenía su origen en el Hueco de Cabecitas, actual plaza Vicente López. A fines del siglo XVIII el agrónomo Martín Altolaguirre planta los primeros vides de la región, en su quinta de las actuales Callao y Quintana.

Basílica de Nuestra Señora del Pilar

Describe el iracundo Fray Castañeda, guardián del convento de los Recoletos, en 1816, “siéndome muy bochornoso el ver la plazoleta de este convento cortado por un arroyo, y deseando que el pueblo la tuviera decente para las dos únicas romerías que tenemos del Pilar y San Pedro de Alcántara, he emprendido la obra de componerla por medio de represas haciendo al mismo tiempo practicable la barranca para coches y carretas”, anticipándose a las obras de modernizadoras del intendente Torcuato de Alvear por más de medio siglo. Medio siglo que la Recoleta resultaba más integrada a las plantaciones y la explotación ganadera de la vecina San Isidro que a Buenos Aires. Y todo el aspecto era de oscuros pantanales y peligrosos pajonales sobre barracas pronunciadas en esos caminos; la calle Larga, actual presidente Quintana, o la calle Callao (1822), que terminaba en el río prácticamente, o en el boliche Pobre Diablo, donde se celebró con fuegos artificiales la unificación de Italia en 1870. Y el sonido ambiente era de las lavanderas negras y pobres que se acercaban con la faena diaria, sumados al silbido de labradores humildes. Al año siguiente todo cambiaría por la peste amarilla que mató a un tercio de la población.

Paseo por la historia nacional en un cementerio

En poco más de diez años la Generación del 80 trastocó el paisaje de lo que eran unos desperdigados y empobrecidos alrededores de un olvidado camposanto, inaugurado en 1822 como Cementerio del Norte en tierras expropiadas a los religiosos por Rivadavia, en un vecindario opulento, que transformó la ceremonia funeral en un lujo ostentoso. En cuatro manzanas que ocupa el Cementerio de la Recoleta, denominado así desde la década del 40, y al cual se entra por un pórtico de 1881 que conservó la fachada de 1822 del francés Próspero Catelin -el mismo que diseñó la Catedral de Buenos Aires-, y en 4700 tumbas, se alberga algunos de los apellidos más ilustres de la historia argentina, entre varios, Sarmiento, Mitre, Eva Perón, Quiroga -la Dolorosa de Tantardini que preside su bóveda se considera la primera pieza de arte esculpida del país, “ni siquiera esta escultura pudo escapar a los odio políticos… en una ocasión pretendieron destruirla tirando de ella con sogas y hasta caballos”, acota María Rosa Lojo-; y es un fabuloso muestrario de los estilos arquitectónicos del siglo XIX y XX.

Cementerio de la Recoleta

Así describía Carlos D´Amico en 1890 una revolución urbana que asombraba a propios y extraños, “Qué sorpresa al entrar en la avenida Alvear, que sólo tienes cinco años de existencia y que es una ancha calle toda de palacio de recreo de lo más suntuoso que hay en América, que concluye en la Recoleta… inmensos invernáculos de flores tropicales, y un caprichoso lago, y puentes bonitos, y un bosque de sauces, y en fin, el amigo de todos, el Río de la Plata, que es como el rasgo del genio en todo los cuadros de la naturaleza en esta región”, remataba sin preveer la explosión de mansiones que taparían el gran brazo marrón, varias que hoy se conservan como edificios públicos y hoteles. De las principales el Palacio Duhau (1934, levantado sobre el Palacio de Bary, sitio de alojamiento de la Infanta Isabel en 1910), la actual Nunciatura Apostólica construída en 1909, o la mansión de Eduardo Cassey (1889), actual Ministerio de Cultura de la Nación.

Cofre de costumbres argentinas en Recoleta

Eso sin contar el Palacio Unzué (1887), donde falleció Eva Perón en 1952, demolido por la autodenominada Revolución Libertadora, y que en sus terrenos se encuentra actualmente el monumento Evita (1999), obra del escultor Ricardo Gianeti. En parte de lo que era esa quinta, que perteneció a la familia de Cornelio Saavedra, se levanta la Biblioteca Nacional (Agüero 2502), obra de los arquitectos Clorindo Testa, Alicia Cazzaniga y Francisco Bullrich, que demoró 30 años en su concreción, y es un ejemplo mundial del arquitectura brutalista. Lo que fueron las habitaciones de servicio de la residencia presidencial hasta 1955 son hoy en día utilizados por el Museo Juan Perón, de la calle Austria. Vecinos son el Museo Nacional de Bellas Artes, una antigua casa de bombas refuncionalizada, el Palais de Glace, cuna del tango en compañía con el cabaret Armenonville, que funcionaba lindero a la presente Televisión Pública -ex Argentina Televisora Color, inaugurada para el Mundial de 1978-, la Facultad de Derecho (1949) y la Floralis Genérica (2002), la escultura metálica de Eduardo Catalano situada en la Plaza de las Naciones Unidas, valuada en seis millones de dólares, y que reemplazó la escultura Gaucho de las Malvinas (1983) de Julio Vergottini.

Floralis Genérica

Biblioteca Nacional Recoleta

Del Parque Japonés al Ital Park al Parque Thays

“15 de diciembre de 1930. Mis amigos y sus esposas nos han invitado a Consuelo y a mí a pasear por el Parque Japonés. Había allí gran cantidad de gente, especialmente niños. Me atrajo su construcción, con moderados toques de exotismo oriental. Hay en el centro un Lago Menor y un Gran Lago, y entre ellos, se levanta una réplica del volcán Fujiyama. que tiene unos túneles por los que pasa el famoso trencito. En el centro del Gran Lago, donde pudimos navegar en canoas, se encuentran los quioscos japoneses de las islas de las Geishas. Dentro del Fujiyama hay un estanque interior con grutas de estalactitas y estalagmitas. También visitamos la réplica del Circo Romano. Los juegos que más nos impresionaron fueron el looping de loop, desaconsejado para personas impresionables, el juego de las olas, el terremoto de Messina y el famoso water chute, donde en un carrito nos lanzamos por una pendiente al agua de un lago artificial. Consuelo no quiso volver sin antes disfrutar de las pistas de baile, animadas por orquestas de tango”, registraba detalladamente su visita Antoine de Saint Exupery, el autor de “El Principito”. Faltaban solamente diez días para que un terrible incendio lo consuma totalmente y cierre definitivamente esta atracción inaugurada en 1911 – no confundir con el Nuevo Parque Japonés de Retiro, que funcionó entre los cuarenta y los sesenta. Destino trágico de un solar del disfrute porteño, que fue poetizado por Raúl González Tuñón y Silvina Ocampo, immortal en la letra de “Garufa” (1927), que recién cambiaría de sombra con la llegada del luminoso Parque Tahys en 1994. Porque desde los setenta funcionó el Ital Park, otro centro de diversiones mecánicas, con varios accidente, incluso mortales. Entre el cementerio  y los parques de diversiones, Recoleta es tierra de fantasmas y leyendas. Junto al parque se encuentra el Museo de Arquitectura en la antigua torre de agua, una de las primeras que tuvo Buenos Aires; Recoleta privilegiada porque también tuvo prontamente instalación eléctrica.

Parque Carlos Thays

Subiendo la barranca de la avenida Callao, única en la ciudad con una curvatura que se debe a respetar las parcelas de los antiguos y poderosos propietarios, se encuentran más gemas arquitectónicas y sociales de la ciudad. En la esquina casi de la avenida Santa Fe, punto neurálgico comercial y gastronómico, cerca de lo que era el Petit Café, que inventó un tipo porteño, el petitero, se levanta el esplendoroso Teatro Grand Splendid (1919), hoy devenido en librería. Siguiendo hacia Marcelo T. de Alvear, a la derecha, se llergue el magnífico Palacio Pizzurno, sede del Ministerio de Educación de Nación, frente a la Plaza Rodríguez Peña. En este espacio verde el mito afirma que un ombú es puerta de entrada a una salamanca, casa de brujas.

A la izquierda, desde Paraguay y avenida Callao desde el Bajo, comienzan los edificios de la Universidad de Buenos Aires, destacándose el racionalista Hospital de Clínicas, y la vieja capilla del antiguo hospital, nosocomio donde se filmó en 1899 la primera cirugía del mundo por el doctor Alejandro Posadas. Y si vamos por Paraguay, en dirección a avenida Pueyrredón y Santa Fe, nos encontramos con el Hospital Alemán (1878), el más grande del comunidad germana fuera de Europa, y nos suenan los acordes del rock argentino, porque enfrente funcionó La Cueva, escenario pionero de la música moderna que supo dar micrófono a Tanguito, Moris y Los Gatos. En Recoleta, bailando el 2x4 y el beat, entre el espíritu y la carne, somos la misma canción.

 

Fuentes: Lafuente Machain, R. El barrio de Recoleta. Buenos Aires: Cuadernos de Buenos Aires XVI. Buenos Aires: 1962; Luqui Lagleyze, J. La Recoleta. Fundación Banco de Boston. Buenos Aires: 1990; Casella de Calderón, E. Recoleta cofre de historias. Revista Buenos Aires nos cuenta Nro. 5 y Nro. 13. Buenos Aires. 1980.1987, buenosaireshistoria.org

Imágenes: Turismo Buenos Aires

Fecha de Publicación: 12/10/2022

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