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Historia de los barrios porteños. San Telmo, primer arrabal porteño

El barrio decano vivió y sufrió los sucesos que dieron nacimiento a Buenos Aires, atesorando sus sueños en empedrados y casas de mil vidas.

Ciudad Autónoma de Buenos Aires
San Telmo

Manuel Mujica Láinez ubica la acción de “El sucesor” de “Misteriosa Buenos Aires” en los Altos de San Pedro, San Telmo en 1785, en una casa frente al zanjón del Hospital, el primero de importancia que tuvo la ciudad, sede de la primera Facultad de Medicina. “La gente que mora en ese parte de Buenos Aires no podría codearse con los primos de Don Rufo. Son pescadores, marineros y peones que realizan las tareas de acarreo para el abastecimiento de la ciudad. Mezclándose con ellos algunos genoveses”,  sigue el cuento describiendo un barrio, el primero realmente urbanizado desde 1600, que tuvo un origen portuario, ya que era el primer punto de enlace con el primitivo puerto.

Por San Telmo llegaron los españoles, por allí resistieron los querandíes, como resistirían los criollos a lo largo de la calle Defensa las invasiones británicas o los primeros inmigrantes la terrible Fiebre Amarilla. En la Plaza Dorrego se juró la Independencia en 1816 y, en sus alrededores, intelectuales y artistas se congregaron por generaciones. Esteban Echeverría imaginó el fundacional cuento “El Matadero” en el cercano Hueco de las Sauces. Por el Parque Lezama, el primer pulmón histórico, se paseó San Martín, Rosas, Sarmiento y la crema de la generación del 80. Sin la prosapia maleva de otros barrios, ni tampoco un linaje tanguero, San Telmo queda impreso en la identidad porteña como custodia de sus pasados, muchos de ellos en edificios más que centenarios.  “En sus espaciosas habitaciones donde acaso en 1815 o 1820 algún general de la Independencia abandona a su esposa e hijas para ir a satisfacer la sed patriótica…hoy conviven apretujadas seis u ocho familias de la más diversa nacionalidad”, sintetizaba el escritor Roberto Mariani en 1925 del barrio que vio nacer a la Reina del Plata.

San Telmo

Los Altos de San Pedro, “donde llueve y no gotea”, surgen al mismo tiempo de la llegada de los españoles, primero con Pedro de Mendoza, luego con Juan de Garay,  al sur de la Plaza Mayor. Barrio prócer separado por el Zanjón de Granados, antiguo propietario por donde pasaba éste arroyo -calle Chile-, durante sus primeros siglos fue llamado “el barrio del puerto” –con el tiempo, sería desplazado por La Boca. Por ello emerge la advocación del beato Pedro González en 1602, con la llegada de los dominicanos, patrono de los navegantes, aunque acotemos que no es santo, ni tampoco Telmo, que sí corresponde a un santo, San Erasmo de Formia. Sin embargo el uso común de los primitivos habitantes empezó a olvidarse del beato y acordarse del santo en los alrededores del complejo confesional, educativo y asistencial que proyectaron los jesuitas en 1734, con los albores de la actual Iglesia de Nuestra Señora de Belén –tampoco invoca a San Telmo-, y tras la expulsión de la Compañía de Jesús, administrarían los bethlemitas hasta la reforma eclesiástica rivadaviana de 1822. Por aquel entonces se llamaba al barrio “La Residencia”, que desde también el inicio de la colonia tenía un concurrido hueco, de las Carretas, que a partir de 1900 será la Plaza Dorrego, demolido el Mercado de Abasto que tuvo corta duración a mediados del siglo XIX.

La calle San Francisco, luego calle Defensa, conectaba a duras penas, cruzando arroyos y sendas barrosas, de los primeros empedrados, el primigenio puerto con el Cabildo y el Fuerte. Podría decirse que los precarios negocios, cafés y pulperías, varios de ellos regenteados por extranjeros, y  que fueron instalándose en  la arteria, originaron el comercio minorista local.  Y no solamente ello ya que la industria bonaerense también se reconoce en el primer molino y el primer horno de ladrillos. En el extremo sur, en la barranca que sería Parque Lezama, funcionó el asiento de los esclavos traídos por traficantes ingleses y holandeses. Cuando el 31 de mayo de 1806 se crea la Parroquia del Beato Pedro González, fecha de celebración del barrio, las familias más acaudaladas o de alcurnia, los Ezeiza, French, Lavalle, Thompson, De Luca, entre otras, tenían sus propiedades en un corazón político y económico del Río de la Plata, San Telmo.

San Telmo

Buenos Aires se defiende en San Telmo

Por algo los británicos tomaron como objetivo en ambas invasiones tomar al Alto de San Pedro, San Telmo, además una posición estratégica frente al río. Tanto la Reconquista (1806) como la Resistencia (1807)  tuvieron como escenarios principales a Parque Lezama, la calle Defensa, y la Residencia e iglesia de San Telmo en la calle Comercio/Humberto I.  Martina Céspedes, una intrépida madre de tres mujeres que vivía enfrente del templo, capturó con artimañas a doce soldados invasores, a lo que Liniers premió con el grado de sargento mayor, con sueldo y derecho al uniforme. Para los sucesos de Mayo los patriotas se reunían en la casa de Esteban De Luca, en la actual Carlos Calvo al 300, quien sería armero y poeta de la Revolución, fundamental para la epopeya sanmartiniana. Un 13 de septiembre de 1816, Juan Martín de Pueyrredón hizo jurar en la plaza Dorrego la Independencia, ante una multitud de parroquianos que enarbolaban la celeste y blanca al son del repiqueteo de las campanas de la iglesia vecina. Durante el largo sitio a la Buenos Aires separatista (1852-1853) los porteños obtuvieron una resonante victoria sobre las fuerzas nacionales del general Urquiza en Parque Lezama, hecho donde por milagro no murió Bartolomé Mitre, que fue salvado por trepanación de cráneo por los médicos que atendían en la Casa de Ejercicios de la calles Independencia y Salta –aún en pie en Constitución-. 

Esteban de Luca

Ya en ese momento el viejo Hospital de Hombres,  junto a la iglesia del lado de Balcarce, y donde arrancó la Facultad de Medicina de la UBA en 1852, estaba en condiciones lamentables, aunque terminaría demolido recién en 1883. Antes ocurrió el punto de inflexión del barrio, que decretaría un lento declive urbanístico, abandonos y desidias,  que llegó a éste milenio, repuntando con la protección histórica decretada en 1979. La Fiebre Amarilla de 1871 es un antes y después para San Telmo.        

“Las basuras se arrojarán en las zanjas del Norte (zanjón Matorras, actual calle Viamonte) y Sur (zanjón de Granados) por donde desembocan las aguas llovedizas de la ciudad, y no en otra parte ; pena por cada vez al contraventor de cuatro pesos… dar cuenta al Comisionado de su districto de cualquier animal muerto que se encuentre en su pertenencia para que pasando el Comisionado aviso al Sargento Mayor de la Plaza, tome este providencia de mandar presidarios que lo entierren fuera de la ciudad” decía un bando del Virrey Vértiz de 1774, intentando sanear un barriada que era de las más pobladas de la ciudad. Una medida que un siglo después resultará visionaria en la fatídica Fiebre Amarilla de 1871, cuando fallecieron la mitad de los vecinos de San Telmo, se calcula alrededor de diez mil – de los 13 a 20 mil que oficialmente se calcula fallecieron aunque las cifras posteriores no condicen con los testimonios orales que hablaban de la muerte de un tercio de los porteños, en la ciudad que orillaba los cien mil. A partir de aquel momento las familias más acomodadas abandonan las suntuosas residencias ya vetustas, que son ocupadas por familias de escasos recursos criollas y mulatas, a los que se suman oleajes de inmigración.

San Telmo

El Viejo San Telmo, un pedazo de lo que fue y será

La imagen finescular de San Telmo será la de los conventillos, las casas descascaradas, esquinas sin ochavas –como la del aún en pie Viejo Almacén, hoy tanguería -, la penitenciaria de mujeres que se instaló junto a la iglesia –hoy Fundación Mercedes Sosa-, y un hacinamiento galopante, que preocupaba a los higienistas de la época, empezando por el vecino Eduardo Wilde. En el extremo sur, mientras tanto, se levantaba el primer jardín que tuvo la ciudad, conocido como Parque Lezama en mención a su dueño, el terrateniente salteño José Gregorio de Lezama. La Quinta de los Ingleses durante la Independencia y el rosismo donde se introdujo especies exóticas como los perales, y que tenía impactantes jardines y la mansión que hoy es la sede del Museo Histórico Nacional.  Entonces el presidente de Obras Pú­bli­cas del Con­ce­jo De­li­be­ran­te, Juan Buschiazzo –arquitecto, entre otros varios edificios centrales de la modernización urbana de fin de siglo decimonónica, del Mercado de San Telmo-, acon­se­ja la com­pra de los terrenos de la viuda de Lezama en 1889: es de ver­da­de­ra uti­li­dad pú­bli­ca fa­vo­re­cer a la par­te sur del mu­ni­ci­pio con un par­que es­pa­cio­so que com­pen­se los in­con­ve­nien­tes de los ba­rrios mal­sa­nos de la Bo­ca y del puer­to, ofre­cien­do un ac­ce­so fá­cil y có­mo­do a la po­bla­ción de ese dis­tri­to, que por su dis­tan­cia al Par­que 3 de Fe­bre­ro no pue­de par­ti­ci­par de los be­ne­fi­cios que re­ci­ben los ha­bi­tan­tes de la par­te nor­te”, parque en Palermo; por otra parte, que había inspirado este primer jardín a Sarmiento para el citado Parque. De esa manera esta barranca que había brillado con las tertulias del inglés Horne para los Escalada, con el invitado José de San Martín, o los Ezcurra, ahora quien descollaba era Manuelita Rosas, medio siglo después recibió a la oligarquía, con los mismos apellidos que habían olvidado San Telmo. Así el Parque Lezama tuvo al gourmet restaurante Ponisio, un coqueto circo, una pista hípica, y un tren miniatura “Liliput”, que recorría los suntuosos paseos. En una de las carpas muchos porteños conocieron el cine.  Un destino novelesco de San Telmo impreso en sangre de tinta, entre tantos literatos,  por Leónidas Barletta, Bernardo Kordon y, particularmente, por Ernesto Sábato, quien en la novela “Sobre héroes y tumbas” hace entrar a su Martín, cerca del estanque de Ceres de Parque Lezama, “en una existencia profunda y enigmática”.    

Pasaje San Lorenzo San Telo
 

 “Lamentablemente, respecto a la parte edilicia, es mucho lo que se ha derribado, sin considerar que es Casco Histórico. Quedan casonas como la de los Ezeiza en calle Defensa, la del pintor Castagnino en calle Balcarce y Carlos Calvo, la muy antigua de los Oliden en Carlos Calvo, la casa sin ochava de Av Independencia y Balcarce, denominada del Viejo Almacén, donde se estima funcionó primitivamente el Hospital Inglés, la esquina sin ochava de Balcarce y Carlos Calvo, el edificio del Mercado San Telmo (convertido en un centro comercial). La casa de Esteban de Luca, con sólo una cuarta parte, apenas sobrevive con placa recordatoria de 1972 que colocara nuestra Junta”, señala la Junta de Estudios Históricos de San Telmo de algunos puntos de interés turístico, a lo que podemos sumar la Iglesia Ortodoxa Rusa, fundada en 1901, la Facultad de Ingeniería de la UBA, construída como Fundación Eva Perón en 1951, y enfrente el magnífico “Monumento Canto al Trabajo” (1937) de Rogelio Yrurtía –que originalmente se emplazó en la Plaza Dorrego- y la enigmática Casa Mínima, de sólo cinco metros de frente, en el Pasaje San Lorenzo. Fundamental en preservar “aquel tiempo, oyendo aquel barco”, en un poema de Sábato, con música de Aníbal Troilo, estuvo la feria dominical de antigüedades en la Plaza Dorrego, a mediados de los setenta, imán del turismo y, por qué no, de la especulación inmobiliaria que despotrican los historiadores barriales. “Ví las casas que tienen colores de aventura./Eran como banderas/y hondas como el naciente que sueltan las afueras”, dedicaba un criollista Jorge Luis Borges a San Telmo. Donde flamea la flema porteña. 

 

Fuentes: Maroni, J. J.  El Alto de San Pedro. Parroquias de la Concepción y de San Telmo. Buenos Aires: MCBA XXXIX. 1971; Sanguinetti, M. J. San Telmo y su pasado histórico. Buenos Aires: Ediciones República de San Telmo. 1965; San Telmo, primer arrabal porteño. Revista El Observador Porteño. Año 2 Nro. 3. 2018. Buenos Aires.
Imágenes: Turismo Buenos Aires

Fecha de Publicación: 31/05/2022

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