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Buenos Aires - - Jueves 30 De Noviembre

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Historia de los barrios porteños. Monserrat, Aleph de la argentinidad

Es el terruño que alumbró la ciudad: el solar elegido por Juan de Garay en 1580 para fundar Buenos Aires. Y en estos huecos y calles del Pecado, hogar de los afroargentinos, Cabildos y fuertes, timbas y tambores, los aires de la historia de la Patria siguen latiendo.

Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Monserrat

Monserrat fue el primer barrio de Buenos Aires. Allí Juan de Garay erigió su fuerte sin fosa, ni agua, a espaldas del río. Río de la Plata que perdió sus primeros metros detrás de la actual Casa Rosada. La Plaza Mayor y el Cabildo empezaron a irradiar la naciente aldea hacía el sur, antes que nada, y por años se conoció a estos parajes como Catedral al Sur, por la clásica basílica consolidada durante la presidencia de Rivadavia. El gobernante que más hizo por ese barrio, vivía en la calle Defensa al 300, no muy lejos del hogar de Manuel Belgrano, y que ordenó las normas de convivencia de los porteños en los tiempos revolucionarios; en particular a las naciones de afroargentinos nucleados en naciones que dieron color y sabor al Barrio del Tambor.

O Mondongo, por el menudeo que vendían en los primeros antros de diversión porteños, las corridas de toros, los teatros, circos, la calle del Pecado o los ajusticiamientos públicos, en la ya Plaza de Mayo. Cercanos con el cambio de siglo reinaban los cuchilleros y compadritos, a pasos de la Casa Rosada, refaccionada por el presidente Sarmiento. La galería Güemes, la Iglesia de San Ignacio, el Palacio Barolo y la Manzana de las Luces se mezclan en este contexto, en pocas cuadras, como los fantasmas de negros que rondan la vieja sede de la Biblioteca Nacional en la calle México, según Jorge Luis Borges. La primera panadería industrial, la primera casa de departamentos, la primera casa con luz eléctrica, la primera avenida porteña, el primer tren, el primer tranvía, el primer subterráneo de Buenos Aires, el primer rascacielos de América Latina y siguen las condiciones pioneras de un barrio que conecta poderes humanos y de los otros. Que, con un cortado y una medialuna en mano, pueden convocarse en las mesas centenarias del Café Tortoni y el Café Puerto Rico, los dos más antiguos de la urbe latina.

En el polvo de la Historia: ¿septiembre o octubre?

Como todos los barrios fundacionales, las fechas de celebraciones quedarán en límites imprecisos. La decisión de tomar la fecha del 8 de septiembre se justifica a que recuerda a la Virgen de Montserrat, consagrada en un templo neoclásico con una copia de la escultura románica de La Moreneta, por la calle Belgrano. La primera capilla  fue construida en 1750 por el arquitecto Antonio Masella, a pedido del chacarero catalán Juan Pedro Sierra. Para ese entonces existía atrás un hueco de Monserrat, una plaza, que se convirtió en el nuevo centro de la tauromaquia; desplazando al construído enfrente al Cabildo -hoy el Palacio Municipal, de soberbio estilo neorrenacentista inaugurada en 1914, fue en 1821 la propiedad que el gobierno criollo destinó por sus servicios a San Martín pero no llegó a ocupar. El Libertador descansa en la Catedral desde 1880-. Y que congregaba este hueco, a su entorno, a la población negra, que heroicamente combatió a los invasores británicos en 1806 y 1807. Grupo étnico que vivió en este barrio, al igual que en San Telmo y Palermo, desde 1595. Y vivieron esclavos en las casas de los grandes funcionarios reales, luego patrios, en la zona de Monserrat. Muchos trabajaron en residencias de peso histórico como las casas de los Ezcurra, en las inmediaciones del actual Colegio Nacional -construído por el mismo arquitecto de Tribunales y el Correo Central-; o la jabonería revolucionaria de Vieytes de la actual calle Lima; hasta el fin de la esclavitud consagrada en la Constitución de 1853.  Monserrat tuvo una fuerte semblanza de contrastes desde siempre, entre las primeras edificaciones de dos plantas -Casa de los Altos Elorriaga del siglo XVIII; actual Ciudad Museo, Alsina y Defensa-, y las casuchas de los humildes, varios que trabajaban en el Matadero de Monserrat,  mezclados con rufianes y contrabandistas. No por nada el progresista Virrey Vértiz nombró el 3 de octubre de 1769 a un alcalde, algo de ley y orden, para lo que denominó la Parroquia de Monserrat; o sea otra fecha posible para celebrar al barrio fundacional que empezó su historia civilizada, en realidad, con la llegada de los domincanos, los franciscanos y, fundamentalmente, los jesuitas.    

Monserrat, luz de Buenos Aires

“Todo lo que no ocurrió en el Fuerte y el Cabildo o en la Casa de Gobierno ocurrió, durante mucho tiempo, en la Manzana. En ella, a lo largo de casi tres siglos, se tomaron decisiones fundamentales en campos políticos, sociales, culturales, económicos y militares que afectaron, sucesivamente, al virreinato, la provincia de Buenos Aires, la Nación Argentina y la ciudad de Buenos Aires refuerza el sitio buenosaireshistoria.org el sitial relevante que ocupa la Manzana de las Luces, en la cultura y la historia argentina. Ahora conocida por sus misteriosos túneles alberga la memoria de las principales instituciones eclesiásticas, como la Iglesia de San Ignacio; legislativas, allí aún se conserva la legislatura porteña del siglo XIX; y educativas, primera casa del Colegio Nacional y sede de muchas de las carreras universitarias posteriores. La denominación fue impuesta en 1821 por el periodismo. Y no en vano para el edificio entre Perú, Diagonal Sur, Alsina y Bolívar.

A metros por Alsina, en una sola cuadra hasta Defensa, se pueden apreciar en cien metros arquitectura de tres siglos, arrancando de la librería más vieja de Buenos Aires,  Librería del Ávila, establecida en la calle Bolívar a fines del siglo XVIII.

Atrás de la Casa Rosada, aparecen el Museo del Bicentenario, con el espectacular Mural de Ejercicio Plástico del mexicano David Alfaro Siqueiros, antes en la quinta de Natalio Botana, y varios edificios notables por Paseo Colón; entre ellos el neocolonial Edificio de Aduanas y el lombardo Colegio Otto Krause. Subiendo por la calle Moreno nos topamos con el Museo Etnográfico Juan Ambrosetti-UBA, sede de unas de las colecciones de antropología y etnografía más impactantes del mundo (¡posee un altar budista de la secta Shin Shu!). Se seguimos subiendo nos encontraremos por calles que transitaron el Virrey Liniers, Vicente López y Planes, Nini Marshall, Witold Gombrowicz y tantos personajes en 200 años.

Mirando hacia el cielo, entre cúpulas maravillosas, deslumbra el Edificio Wulf de Perú al 300, y que sería la embajada del Imperio Austro-Húngaro: cosa que no ocurrió por su desintegración antes de la finalización de la Primera Guerra Mundial. Compite en majestuosidad con el edificio de La Prensa, hoy la deshabitada Casa de la Cultura, que inaugurada en 1898, superó a todos los grandes medios del mundo en cuanto complejidad técnica y nivel arquitectónico. Su inspiración fue la Ópera de París y el Casino de Mónaco.  Joya de Buenos Aires es el Salón Dorado del mismo palacio del periodismo, en donde Giácomo Puccini interpretó algunas de sus arias más famosas. Y durmió en los pisos superiores: el compositor uno de los tantos que pasaron por el edificio de los Paz, con el gigante de bronce de cinco toneladas de la cúpula y que ilumina la avenida de Mayo. Arteria porteña que ya tuvo sus líneas en Ser Argentino pero no nos deja de sorprender. Y esperemos para bien con la necesaria y esperada apertura del Hotel Castelar, en el 1100, para que los duendes de Norah Lange, Oliverio Girondo, Alfonsina Storni y Federico García Lorca, entre tantos ilustres huéspedes, vuelven a encender esta ciudad nunca tan gris cemento. Y que se encuentren con el Palacio Barolo con el alma inmortal del Dante, a quien está dedicada la mole gemela del Palacio Salvo de Montevideo, y realizada por el ingeniero fascista Mario Palanti.

Alfa y omega de Buenos Aires y Argentina

Con el eje de la avenida de Mayo y sus cafés, y las cuadras cercanas, que incluyen el Departamento Central de Policía  (1889) de la calle Moreno, y el Casa Museo Isaac Fernández Blanco de Hipólito Yrigoyen -el primer museo privado porteño-, pasando el más viejo teatro privado de Latinoamérica -Teatro Liceo de Rivadavia al 1500-; se arriba a la Plaza del Congreso, que aloja el grandioso Monumento a los Dos Congresos (1813 y 1816). Es el kilómetro cero de la Argentina. Y donde durante más de mil días en los noventa estuvo instalada la Carpa Blanca, un símbolo de los argentinos en defensa de la educación pública y gratuita. Tan nacional esta defensa como el arte de Bergara Leumann, que tiene su casa museo  en la calle Sáenz Peña, o la historias enrevesadas de “Los Premios”, la novela de Julio Cortázar, que comienza en la London Bar de Perú y Avenida de Mayo.  O los pasos tristes del Negro Raúl para la chacota de los niños bien, junto a las cabezas ajusticiadas de los rosistas por la furia unitaria, antes a la inversa.  Como diría el poeta Roberto Ledesma, en los versos que rescatan al “Pensador” de Rodin, desafiante frente al Palacio del Pueblo de avenida Entre Ríos, fin y comienzo de Monserrat, “es la estampa viva del primer problema”. Alfa y omega de la argentinidad.

 

Fuentes: Romay, F. L. El barrio de Monserrat. Buenos Aires: MCBA. 1971; García Rozada, N. Monserrat, otro barrio olvidado. Buenos Aires: Fundación Boston. 1991; buenosaireshistoria.org

Imagen: Turismo Buenos Aires

Fecha de Publicación: 08/09/2023

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