¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónEn un espacio en medio de los árboles, cerca de los lagos del parque Tres de Febrero de Palermo, cuatro hombres trabajan bajo el rayo del sol estudiando desde diferentes ángulos una gran escultura de bronce de dos ciervos. Están ideando cómo reproducir la figura de un tercer animal más pequeño que desapareció de la pieza; todo lo que tienen para hacerlo es una vieja fotografía de la obra completa, en la que van anotando medidas, ángulos y dimensiones.
En el taller que hay detrás de ellos los estantes rebosan de figuras de mármol, bustos de bronce y moldes de yeso. Cerca de estos artesanos, bancos de trabajo llenos de herramientas e instrumentos. Un gato que parece vivir allí deambula sin que lo molestan entre gigantes heridos que parecieran no hablar; a uno le falta un brazo; al otro, la nariz. Da la sensación de que podrían moverse ni bien uno se diera vuelta.
A este lugar se lo conoce como Hospital de las Estatuas. Allí un equipo de 25 personas de la Coordinación de Monumentos y Obras de Arte del Gobierno de la Ciudad trabaja día a día para mantener los más de 2000 monumentos de la Ciudad de Buenos Aires en una batalla incesante contra el vandalismo, el robo y el paso del tiempo. Su trabajo se Podría comparar con una operación quirúrgica. Es una labor minuciosa, fascinante y gratificante a la vez.
Cuando es posible, los “médicos de estatuas” trabajan en piezas in situ, pero cuando el trabajo es demasiado grande los monumentos son llevados al taller, que funciona en las instalaciones de lo que eran los cuartos de servicio de la granja del exgobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas. Su trabajo va desde la limpieza o repintado de piezas hasta la restauración de obras dañadas o incluso la reproducción de elementos faltantes desde cero. Algunas piezas pueden estar listas en días, mientras que otras, como el venado, tardarán meses en terminarse.
La Ciudad de Buenos Aires es una ciudad de monumentos. Testigos silenciosos de su historia forjada en mármol y bronce, decoran parques, plazas y bulevares en los todos barrios porteños. Desde homenajes grandiosos a los padres de la patria, a los ideales sobre los que se fundó la ciudad, pasando por efigies de las celebridades modernas. Incluyen piezas de Rodin, Luis Henri Cordier y Botero. Algunos contribuyen a la grandeza de la Belle Epoque de Buenos Aires, proveniente de un auge en la construcción de monumentos públicos en el período comprendido entre las décadas de 1920 y 1950, mientras que otros provocan una sonrisa o simplemente curiosidad. Todos ellos tienen que ser atendidos.
Como en un hospital regular, todos los pacientes son iguales. Se tratamos a todas las esculturas de la misma manera independientemente del autor. Ya sea un Botero o un Rodin, porque ninguna pieza es más importante que otra para los restauradores. Tienen historia además de mérito artístico. Cada uno tiene su pasado, y les guste a unos más que otros, es parte de lo que vivió la ciudad y en otros casos el nuestro país.
Podés conocer al equipo de “médicos” si visitás el Patio de Esculturas del hospital, que se encuentra adelante de la entrada del taller y está abierto al público de martes a viernes, de 10:00 a 13:00. Las esculturas que se exhiben en el patio incluyen piezas que están en proceso de reparación, así como otras ya terminadas, en espera de ser devueltas a sus “hogares” habituales en otros sitios de la ciudad. Además, se pueden ver importantes obras que actualmente están allí para su custodia debido a que fueron retiradas, por estar en riesgo, de sus ubicaciones originales.
El Patio de esculturas, también conocido como MOA (Monumentos y Obras de Arte), es uno de los talleres más importantes de la Ciudad. Lo encontrás en la calle Berro 3880 en Plaza Sicilia, dentro del Parque Tres de Febrero.
Fecha de Publicación: 13/06/2021
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