Sobreviviente de la última glaciación y portador de 24 mil años de majestuosa existencia, el Glaciar Torrecillas, de imponente blanco, cóncavo se sostiene como una carpa de circo, colgando de las montañas. A su alrededor, se expande la inmensidad multicolor del Parque Nacional Los Alerces, protegido como patrimonio mundial desde hace tres años. Unos 60 kilómetros al sureste, la ciudad de Esquel es su más importante referencia urbana.
En el punto superior del glaciar colgante, desprendimientos conforman un ventisquero o glaciar regenerado, desde el cual se va delineando la laguna de formación glaciaria de 50 metros de profundidad y un kilómetro de largo. Este espejo de agua, de encandilante turquesa, crece año tras año al tiempo que el glaciar retrocede.
Sobre una montaña de 2253 metros, una de las más altas del Parque Nacional Los Alerces, el glaciar Torrecillas se despliega como un manto blanco y helado que atraviesa las nubes. Al tener su cara al sur, recibe menos luz solar y es por lo que se conserva su formación. Desde el lago, conmueve la imagen de una inmensa pared frontal de casi 200 metros, de impoluto blanco en la cima, contaminada de puntillado verde mientras va acercándose a la base. De alguna manera, el glaciar es el gran artista de todos los paisajes que lo escoltan.
El traslado hasta el lugar supone, en tiempos normales, largas horas de transferencias entre vehículos, caminatas y navegación. Como recompensa, un cúmulo de postales inenarrables conmueve año tras año tanto a turistas que arriban desde lejanos horizontes como a habitantes de la región, que desconocen este diamante en bruto que habita como vecino milenario.
Glaciar Torrecillas, hielos con historia
El Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA), unidad Ejecutora dependiente del CONICET, define al glaciar como “un cuerpo permanente de hielo y nieve, que se ha formado por la acumulación, compactación y recristalización de la nieve acumulada en el invierno y que no logra derretirse en el verano siguiente”. Al tratarse de formaciones que dependen de las precipitaciones y la temperatura, se considera que son buenos indicadores del cambio climático.
El hielo glaciar se forma a partir de la acumulación de sucesivas nevadas. A medida que aumenta el espesor, la compactación provocada por el propio peso de la nieve, más la fusión y recongelación de los cristales, van transformado la nieve, que pierde porosidad y gana densidad.
La preservación del Glaciar Torrecillas y de todos los glaciares del país, está contemplada desde 2010 por la Ley Nacional 26639 de Régimen de Presupuestos Mínimos para la Preservación de los Glaciares y del Ambiente Periglacial. Esta norma los reconoce como “reservas estratégicas de recursos hídricos para el consumo humano; para la agricultura y como proveedores de agua para la recarga de cuencas hidrográficas; además para la protección de la biodiversidad; como fuente de información científica y como atractivo turístico”.