De los barrios porteños, San Cristóbal es uno de los menos conocidos. Y no por su rica historia, allí se interpretó el primer tango documentado, “El entrerriano” (1897), en la mítica Casa de Citas de La Vasca, ni sus vibrantes colores multiétnicos que sembraron una verdadera Babel porteña por las avenidas Jujuy, Entre Rios, San Juan y Garay, o la memoria siempre viva de la Semana Trágica de 1919. En sus cafés se incubaron las revoluciones radicales populares de Alem e Yrigoyen y, en los diez, Gardel-Razzano harían la revolución cultural del Tango-canción. A propósito, la primera versión de “Mi noche triste” se estrenó como “Lita” en San Cristóbal, en el bar “El Protegido”. El mismo que el coronel Juan Perón recorría para visitar a su madre en la avenida Entre Ríos. Tanta prosapia ha terminado bajo la piqueta a partir de esa herida absurda que llamamos autopista y los sucesivos tajos burocráticos, e inmobiliarios, que fueron reduciendo sus brillos de arrabal. Pero no en vidas y sueños como los que sacaba del suelo los pies de Cachafaz, célebre bailarín de Tango de San Cristóbal. Allá están los ecos de los Mustafá y Giuseppe en el conventillo de la calle Sarandí o “El Dos Mundos”, acá resuena el Martín Fierro en una plaza que homenajea a su autor José Hernández, que inauguró la Escuela Carlos Pellegrini; casa de estudios tesoro nacional por su bella puerta, hoy en custodia de la Biblioteca del Docente, obra de arte universal comparable a la Puerta del Paraíso del Baptisterio de San Juan en Florencia. Valen las palabras de Julián Centeya al poeta Dante A. Linyera, valen las palabras para los dos nacidos en el sentimiento mistongo del barrio, “Proletario del verso, en la cinchada/puso su corazón limpio y descalzo/…Era del San Cristóbal de los Greco/ yotivenco, palmera, dura yeca”
Sus apenas 125 cuadras, que uno puede recorrer en un día en sus sitios icónicos, el Café Cao o la Iglesia Santa Cruz, donde prácticamente nacieron las Madres de Plaza de Mayo y fueron secuestradas-desaparecidas María Ponce de Bianco, Esther Ballestrino de Careaga, Angela Auad, Léonie Duquet y Alice Domon en 1977, poseen un pasado realmente incierto agrupadas como barrio. Porque en las primeras reparticiones de la época colonial, época que era llamada “Quinta de los Barbones” o sea de la orden de los Betlemitas, San Cristóbal incluía hectáreas enteras de los actuales Balvanera, Constitución, Parque Patricios, Almagro y Boedo. Y si bien oficialmente se dispuso como el 28 de junio la fecha de cumpleaños del barrio, debido a la división de 1869 que dispone la Legislatura de Buenos Aires, que nomenclaría San Telmo, Santa Lucía, del Pilar, San Miguel, Balvanera y Catedral al Sur a una ciudad en expansión; lo cierto es que estipulaba claramente que San Cristóbal constituiría parroquia, o sea barrio, recién cuando se construya un templo. Y en medio de zona de quintas, muchas de italianos y criollos que trabajaban en los cercanos mataderos de Parque Patricios, o iban a la quema a cirujear en el Tren de los Basureros (1866), se inauguró la Iglesia de San Cristóbal el 10 de febrero de 1884. Por mucho tiempo el campanario de 56 metros de altura fue el punto más alto de Buenos Aires.