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Historia de los barrios porteños. Floresta, Farol del Oeste

Barrio de laboriosa clase media, nacido alrededor de quintas, estaciones y corralones, conserva la madreselva que resiste al cemento transformador. En la memoria y la poesía, Floresta brota.

Buenos Aires
Floresta

“La noche era una bendición de tan fresca; dos de ellos iban sobre la capota volcada, como si la soledá juera un corso. Ese jue el primer sucedido de tantos que hubo, pero recién después lo supimos. Los muchachos estábamos dende tempraño en el salón de Julia, que era un galpón de chapas de cinc, entre el camino de Gauna y el Maldonado. Era un local que usté lo divisaba de lejos, por la luz que mandaba a la redonda el farol sinvergüenza, y por el barullo también”, en las primeras oraciones de “Hombre de la esquina rosada” de Jorge Luis Borges. En este cuento de malevos y honores, uno de los primeros del genio universal que apareció en varias versiones pero la definitiva en “Historia universal de la infamia” (1933), aparece una descripción de cómo era Floresta a principios del siglo XX.

Aún conservaba el agreste este camino a la Matanza, que si bien se había empezado a transformar con la llegada del ferrocarril, contaba con grandes casas de veraneo, que se extendían por las calles Mercedes, Bahía Blanca o Laguna. Varias que iban quedando deshabitadas para que la imaginación de Baldomero Fernández Moreno o Roberto Arlt acabaran con la letanía, dando paso a la urbanidad que se podía observar con el Corralón de los Barrenderos, o en los tangos de los hermanos Fresedo. El mismo sentimiento tanguero que en Floresta invocó Leopoldo Marechal en “Megafón”, que en la esquina de San Pedrito y Tandil reúne a los personajes de la canción ciudadana, desde el Ciruja del Puente Alsina a la Pobre Viejecita, pasando por el malevo Vidalita, para que discutan el ser porteño.

Incierto son los comienzos del barrio, que en el siglo XVI, según Arnaldo Cunietti Ferrando, “hacia el Oeste, luego de atravesar el ‘corral de las vacas’, donde se apacentaban los ganados públicos, finalizaba a una legua de la plaza Mayor, a inmediaciones de la Avenida La Plata. Desde allí hasta Floresta se entraba en una zona de montes y animales salvajes: nacía el pago de la Matanza. El límite Oeste de esta mensura, donde estaba situada la chacra de Álvaro de Mercado, era la denominada Isla del Pozo, que es el nombre más antiguo registrado para las tierras al Oeste del actual San José de Flores, apareciendo en mercedes que datan del gobierno del adelantado Torres de Vera y Aragón de 1588”, acuerda sobre el primer vecino del barrio, a lo que “isla” cita un conjunto de árboles.

Verde, que te quiero verde

Varios siglos después, en 1942, el poeta vecino Félix Visillac daba un cuadro no tan distinto del momento que Borges estampaba su oda a la lealtad y el coraje, “volviendo la mirada a Villa Santa Rita -el barrio del Rosendo para el escritor de “Ficciones”-, asombraba un campo abierto, cuyo verde cambiante alegraba el espíritu, así como desde Gaona y Segurola (antes camino al Monte Castro) se reparaba el amplio Monte de Gozzo, que se extendía como una cinta oscura desde Jonte y Nazca, hasta cerca de donde hoy está el Hospital Rocca; las chacras de Ottonello Badaracco, Visillac, Scabino, Zabala y otras que daban a la distancia una impresión grata por sus árboles altos y sus follajes”  Eran los tiempos de las quintas residenciales del lado norte de las vías, paralelas a la calle Yerbal, propiedad de Vicente Peluffo sobre Mercedes; Joaquín V. González, en la calle Morón; Josefa Rígoli en Aranguren; y la familia Conte, anclada en Segurola. Enormes extensiones tupidas de árboles y flores que conferían un aire campechano en las inmediaciones de la plaza Vélez Sarsfield, fundada en 1895. En las cercanías dos entrañables clubes de fútbol de Buenos Aires serían fundados, Vélez Sarsfield (1910), en el túnel de la Estación Floresta, y All Boys (1913), cuya primera cancha se levantó en Gaona y Segurola.  Y volviendo a la centenaria plaza florestina, se yergue allí imponente una escultura en mármol de Carrara de Antonio Pujía, vecino de Floresta, en homenaje a la periodista y pintora Noemí Aresti (1919-1965), una pionera defensora del indigenismo y las mujeres.

El nombre del espacio verde viene a colación porque en 1888 el Ferrocarril del Oeste decidió cambiar el nombre de la Estación La Floresta a Vélez Sársfield, renombrando las inmediaciones con la federalización de la ciudad, algo que la costumbre dejó al costado de los rieles. Para ese momento la denominación de Floresta, que recuerda el 29 de agosto el primer recorrido de la locomotora La Porteña en 1857, había ganado la pulseada entre los vecinos que erigen una pequeña capilla a Nuestra Señora de la Candelaria, que luego de ser demolido da paso a un convento de las Hermanas Carmelitas, y que recién contó con el actual edificio neogótico en 1958 -Bahía Blanca 363-. Ya eran los años que los que llegaban en el Tren del Parque, que partía del actual predio del teatro Colón, se acercaban al Kiosco de La Floresta, donde se ofrecía bebidas y bailes alrededor de huecos, baldíos, de malezas intransitables.

Éste selvático panorama, que se podía ver desde este negocio ubicado en el actual pasaje Chilecito, y donde Sarmiento y Mitre auguraron un brillante porvenir a Floresta, era admirado por Fernández Moreno, que apreciaba caminar desde su casa de la calle Bilbao a este entorno de araucarias, eucaliptus, casuarinas y hasta ombúes. Uno de los compañeros en las caminatas del escritor de “Setenta balcones y ninguna flor”, además de los poetas Conrado Nalé Roxlo y Alfonsina Storni, fue Roberto Arlt. Y el escritor de “Los siete locos” resultó quien más dejó testimonio de la pérdida del aire pueblerino de Floresta, en sus aguafuertes para el diario El Mundo en los veinte, narrando las casas a medio construir de la calle Chivilcoy.

Nos encontramos en Las Acacias

Ya para ese momento los parques privados empezaron a cambiar de mano, los espacios verdes a menguar, impulsados especialmente por las divisiones, las grandes edificaciones alrededor de los comerciales avenida Rivadavia -hoy la textil avenida Avellaneda- y la desaparición de aquellas semblanzas de chacras y tambos. Aún se puede sin embargo encontrar algunos restos de estas quintas de descanso por las laterales a la avenida Juan B. Justo, caminando por el pasaje Don Cristóbal o Pehuajó, o acercarse a la Plaza Ciudad de Udine, memoria de la inmigración italiana, y extraviarse en las calles con nombre de árboles como Jacarandá o Las Acacias.

Plaza Ciudad de Udine

Yendo hacia la avenida Rivadavia encontramos uno de los últimos edificios de la época dorada y barrial del espectáculo argentino, en el cine y sala teatral Fénix, hoy convertida en una discoteca y sala de recitales. Inaugurada en 1927, cerrada a mediados de los años 90, durante casi 70 años albergó lo mejor de las artes escénicas y musicales, siendo por ejemplo el último recinto donde cantó Federico Moura, líder de Virus, antes de fallecer en 1988. Varios grupos de rock argentino, como Manal, Los Auténticos Decadentes, o Memphis La Blusera, transitaron estas cuadras y asistieron al vecino cine-teatro Gran Rivadavia, aún en pie. Y es que a estos escenarios barriales arribaban las grandes figuras y así lo atestiguan las sucesivas temporadas en Floresta de las compañías internacionales de Margarita Xirgú y Carmen Amaya, o los cientos de representaciones del clásico del teatro argentino “Lo que le pasó a Reinoso”, para las cuales los primeros actores Enrique Muiño y Elías Alippi arribaban a caballo desde la vereda a las tablas. A pocos metros vivió el payador Gabino Ezeiza, en Azul 92, en la actualidad recordado por dos placas, una despintada del gobierno de Buenos Aires, otra del municipio de la uruguaya Paysandú, ambas dedicadas al inmortal creador de “Heroica Paysandú”, fallecido en 1916.  A pocas cuadras, en la esquina de Alberdi, iba siempre a payar Don Gabino a un comité radical, que se jactaba de reunir de las principales bibliotecas abiertas al público de los diez, y siempre ofrecía cursos y charlas magistrales de notables escritores del novecientos como Aníbal Riú, Ernesto Celesia y Corvalán Mendillarzu. El presidente Hipólito Yrigoyen solía acercarse a charlar mano a mano con los vecinos.

Plaza del corralon

Floresta, memoria activa

Otro impulso a la parte norte de Floresta fue sin dudas, por algunos motivos quizás no tan agradables, el Corralón de la avenida Gaona. Donación de la familia Rígoli en 1911, en la década del 20 es reconvertido cómo punto neurálgico de los recolectores de basura de la zona oeste. En funcionamiento hasta la década del 70, incluso los carros de basura tirado por caballos se apostaban hasta mediados de los 60, posee la memoria ecológica de lo que fue Floresta, además de las oscuridades y el terror de nuestra historia. Néstor Sammartino, Julio Gotía y Mauricio Silva, delegados gremiales de los recolectores de residuos en 1976, siguen detenidos-desaparecidos, luego de que fueron vistos por última vez a bordo de un Falcón verde. El día de la desaparición de Silva, 14 de junio, es el Día del Barrendero.

Con el Retorno de la Democracia, El Corralón de Gaona dejó de ser basural, pasó a ser garaje, y hoy tiene una plazoleta y una secundaria gracias al esfuerzo de los vecinos, quienes además propiciaron los trabajos de los arqueólogos y los conservacionistas urbanos. Entre sus puntos conocidos además hallamos el recordatorio a Maximiliano Tasca, Cristian Gómez y Adrián Matassa, víctimas de gatillo fácil en 2001,  en la estación de servicio de Gaona y Bahía Blanca. Palabras de Delfín Leocadio Garasa, regalo a Floresta, caben a los cien barrios porteños, “los barrios son sus tradiciones auspiciosas, sus triunfos, sus alegrías compartidas, pero también son sus reversos sombríos, sus temores, su dolor, su remordimiento, y sólo sobreviven si tienen capacidad de redención, si atinan erguirse sobre los feroces atavismos, a afirmar, la dignidad humana de todos y cada uno de sus hijos, sin distinción

 

Fuentes: Vattuone, J. El barrio de Floresta. Buenos Aires: MCBA. Cuadernos de Bs. As. 47. 1977; Cárpena, E. Barrios vírgenes. Escenas de Floresta y Villa Lugano 1911-1914. Buenos Aires: MCBA. 1961;  Leocadio Garasa, D. La otra Buenos Aires. Paseos literarios por barrios y calles de la ciudad.Buenos Aires: Sudamericana. 1987

Imágenes: Turismo Buenos Aires / Buenosaires.gob

Fecha de Publicación: 29/08/2023

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