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Florencio Escardó: un visionario de la pediatría

A 116 años de su nacimiento, repasamos la vida y obra de Florencio Escardó. Pediatra y escritor mendocino, destacado en ambas ramas.

Salud y Estética
Florencio Escardó

Sonrisa alegre y buen humor. Cualidades que trasladó perfectamente a su profesión y su oficio: pediatra y escritor. Florencio Escardó nació en Mendoza el 13 de agosto de 1904. Cursó sus estudios secundarios en el Nacional Buenos Aires. Y a los 15 años ya había definido su vocación. Sería médico: “Tal vez haya influido mi bisabuelo Gregorio Andrada Taborda, que había sido médico del ejército portugués que enfrentó a Napoleón”, confesó en su momento. Estudió Medicina en la Universidad de Buenos Aires y obtuvo su título en 1929, mientras que se especializó en pediatría en Francia e Italia. De regreso al país, se desempeñó en el Hospital de Niños hasta 1947, año en que fue cesanteado por razones políticas. Para entonces, ya había publicado numerosos trabajos sobre puericultura, alimentación o neurología infantil.

Escribir fue una de sus grandes pasiones. Llegó a publicar 22 libros, además de un sinfín de artículos periodísticos inmortalizados en su columna ¡Oh! que firmó como Piolín de Macramé. En su primer artículo, el médico dijo que el macramé es la dignificación del piolín, y se ganó el apodo que lo acompañaría durante décadas. Con agudas y punzantes observaciones sobre los más diversos temas, retrató escenas de la vida cotidiana con humor y frescura. “¡Oh! La ciudad”, “¡Oh! El ómnibus”, fueron algunas de sus columnas.

Publicó Versos, su primer libro, cuando tenía 16 años. En 1929 apareció Siluetas descoloridas, donde retrata la crueldad de la vida hospitalaria. Siguieron más tarde El alma de médico, Moral para médicos y Anatomía de la familia.

Sentido común

Escardó fue un predicador del sentido común. Consideraba que el miedo y el abandono enferman mucho más que los virus y las bacterias, y que el juego es una función vital para los niños, como la respiración y la nutrición. También criticó la falta de previsión en el sistema de salud de nuestro país, ajeno a las necesidades reales de la población. En este sentido decía: “La formación de médicos en Argentina nunca respondió ni a la necesidad, ni a la estructura. Los médicos elegimos una especialidad y nos recibimos sin un compromiso de las urgencias del medio donde después vamos a ejercer. Estamos desvinculados de los apremios sociales. Nunca hubo un estudio sobre qué clase de médicos son necesarios en un lugar y cuáles sobran. Es como vender autos sin que haya caminos”.

Además, desaconsejaba enfáticamente que los niños miraran más de media hora de televisión por día. “La gente ha delegado sus funciones paternales a los medios de comunicación. Yo creo que el uso indiscriminado de la televisión es el opio de los pueblos con reparto a domicilio”, sentenció alarmado ya sobre el final de su vida.

Se consideraba un hombre de la Reforma Universitaria y quería retribuir al país todo lo que había recibido. “Soy un deudor de la enseñanza laica, gratuita y obligatoria; si mi viejo hubiera tenido que pagar mis estudios, sería dependiente de tienda. El bachillerato no me costó nada, la facultad no me costó nada. Una de las grandes satisfacciones de mi vida es saber que lo di todo a mi país porque mi país fue muy generoso conmigo”, dijo alguna vez.

En 1956, Escardó volvió al Hospital de Niños. También retomó su actividad en la Cátedra de Pediatría de la Universidad de Buenos Aires y llegó a ser decano de la Facultad de Medicina y vicerrector de la UBA. Se oponía con firmeza a la construcción de hospitales grandes. Tenía la convicción de que debían inaugurarse pequeñas salas barriales y contar con buenos servicios de ambulancias, ya que el 90 por ciento de las consultas son sobre resfríos, catarros, diarreas y lesiones en la piel. Por eso fue un gran crítico de la inauguración del Hospital Garraham.

En 1989, Escardó fue designado presidente de la Sociedad Argentina de Escritores y miembro titular de la Academia Porteña del Lunfardo. En 1984 recibió el Premio Konex de Platino y fue declarado “Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires”. Conservaba su consultorio privado en la Av. Santa Fe, en el que atendió hasta su muerte, ocurrida a los 88 años, el 31 de agosto de 1992.

Fecha de Publicación: 13/08/2020

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