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Florencio Escardó. La sociedad enferma

Un artículo sobre la salud mental de quién marcó un antes y después en la pediatría argentina. Fechado en 1957 con una urgencia que aumentó exponencialmente con la pandemia.

“La gente ha delegado sus funciones paternales a los medios de comunicación. Yo creo que el uso indiscriminado de la televisión es el opio de los pueblos con reparto a domicilio”, alertaba el doctor Florencio Escardó, en una de sus últimas e incontables entrevistas, a fines de los ochenta. Aún seguía atendiendo en su consultorio de la avenida Santa Fe, con medio siglo de revolucionar la pediatría argentina. Fue clave en la humanización de la medicina para la familia, la idea de los centros de salud que recién se implementarían con el retorno de la democracia y la difusión de los avances en atención primaria con libros señeros. Pero además, como si cabiera todo en su infaltable moñito y un humor incorruptible, Escardó resultó Piolín de Macramé, uno de los mejores observadores sociales que tuvo la prensa. A propósito, un joven pasa hoy alrededor de 25% de su día jugando videojuegos en su celular, sin contar el uso de redes o streaming. El Maestro Escardó jamás delegó, se puso a escuchar al niño y la madre, y puso el cuerpo de Educador.

Este mendocino nacido en 1904, bisnieto de un médico portugués que luchó contra Napoleón, y nieto del escritor homónimo argentino-uruguayo, durante su trayectoria cumplió de fiel hombre de la Reforma Universitaria. Tendía puentes, escuchaba y veía, trabajaba en equipo, no trataba casos sino personas. Con solo 18 años, antes de graduarse con honores en medicina -diploma firmado por Ricardo Rojas- y en una senda que lo llevarían de profesor titular a los 38, comienza Escardó otra veta, la literaria, con poesías modernistas. Serían las columnas “Oh!” en los diarios de gran tirada que darían visibilidad a su alter ego, Piolín de Macramé, fino relator de los amores y temores de sus compatriotas. Varias columnas agudamente humorísticas que serían éxitos editoriales en sus compilaciones hasta bien entrados los sesenta. “Geografía de Buenos Aires” (1945) sigue siendo de los mejores acercamientos emocionales a la amistad que hizo a los barrios porteños.

“Como sucede con el pan y la poesía”

Aspectos sicológicos y antropológicos fueron introducidos de manera pionera por Escardó en la medicina, y fuera de las cátedras con la Escuela de Padres, en colaboración de su esposa Eva Giberti. “El mejor obsequio a un niño es regalarle felicidad”, repetía el doctor, que también moldeó la liberación de los sesenta. Así la famosa sala XVII del Hospital de Niños se transformó en ejemplo mundial, permitiendo la internación conjunta de madre e hijos. “Parece una villa miseria” retrucaban quienes podían internar a sus hijos en clínicas privadas, que claro permitía la estadía familiar. Escardó enfrentó siempre la doble moral, como cuando enviaba a sus estudiantes universitarios de Barrio Norte a realizar prácticas en la Isla Maciel, uno de los barrios históricamente carenciados del conurbano. O cuando en los exámenes preguntaba cómo cocinaban una sopa las familias humildes. “La formación de médicos en Argentina nunca respondió ni a la necesidad, ni a la estructura. Los médicos elegimos una especialidad y nos recibimos sin un compromiso de las urgencias del medio donde después vamos a ejercer. Estamos desvinculados de los apremios sociales. Nunca hubo un estudio sobre qué clase de médicos son necesarios en un lugar y cuáles sobran. Es como vender autos sin que haya caminos”, sentenció el doctor, citado por Sara Slapak en 1991, dentro de un cuadro que se agrava en el nuevo milenio.

Premiado con máximos honores en el país y el mundo, aunque solamente orgulloso de que las “madres estén con sus hijos enfermos en los hospitales”, fallecería en 1992 el poeta y pediatra que podía escribir: “Los artículos de primera necesidad se reconocen porque siempre tratan de dárnoslos de segunda. Como sucede con el pan y la poesía”. Escardó, el Maestro.  

Una sociedad enferma- publicado en el Diario La Prensa- 12 de mayo de 1957

“En 1946, James L. Halliday publicó en Londres un libro “Medicina psicosocial” que alcanzó varias ediciones en inglés; el subtítulo es por sí solo una tesis y una toma de posesión: “Un estudio de la sociedad enferma”. Sobre bases estadísticas muy rigurosas, el autor muestra y demuestra que aunque los adelantos de la sanidad y la bioquímica han reducido y aún hecho desaparecer muchas enfermedades, el coeficiente de morbalidad, vale decir el número total de personas enfermas, no solo no ha disminuido sino que tiende a aumentar; en consecuencia lo que está básicamente enfermo es la sociedad como sistema cerrado. El trabajo es fundamentalísimo para comprender el estado sanitario del mundo y para situar el pensamiento médico frente a él…lo que nos interesa ocasionalmente destacar aquí es que buena parte del desplazamiento de los cuadros demográficos se debe a la desaparición de las enfermedades agudas y al aumento de los procesos psíquicos.

Expresado crudamente han desaparecido -o casi- la erisipela y la meningitis y han aumentado la sicosis y la neurosis (N. de R. Escardó fue de los primeros médicos que estudiaron ciencias sociales para aplicar en las salas) Dicho de otro modo, mientras disminuyen las enfermades infecciosas aumentan las enfermedades de la convivencia, puesto que el hombre padece menos como animal en tanto sufre más como persona.

Tal como lo postula De Rudder los hechos directos coinciden con la estadística; cualquiera que mire a su alrededor puede comprobar sin esfuerzo cómo las multitudes eligen fácilmente como líderes y directores a semilocos que usan el lenguaje de la pasión y de la demencia y cuánto el hombre se ha hecho incapaz de emplear para el bien y la concordancia las formidables fuerzas que ha obtenido con su inteligencia. En consecuencia, el miedo es el transfondo de las relaciones humanas. Tal situación que se trasluce en los aspectos grandes y en los pequeños de la historia presente, ha preocupado muy seriamente a sicólogos, médicos e higienistas, aunque parece tener sin mayor cuidado a los políticos y a los educadores.”

Un lucha sanitaria impostergable: la salud mental

“La lucha por la higiene mental aparece como uno de los problemas más urgentes de la era presente(…) a partir de libros como -éste y- el de Emilio Mira y López (“Guía de Salud Mental”) se hace teórica y prácticamente posible introducir el punto de vista de la higiene mental (N. de R. ¡1957!) en todos los ángulos del ámbito de la instrucción y de la educación, desde la maternidad al claustro universitario. Bien es cierto que pudiera parecer exigente pretensión intentarlo entre nosotros, cuando todavía no están no medianamente resueltos los problemas básicos; por extraña paradoja las enfermedades síquicas alcanzan más alto porcentaje en las comunidades evolucionadas en la que la higiene sanitaria ha reducido al mínimo el peligro infeccioso; nosotros estamos lejos de tal ideal como lo demuestra en forma impresionante el libro de Maurín Navarro “Esquemas de la pediatría sanitaria y social”, recientemente aparecido y que constituye un documento profundo e irrefregable de la realidad demográfica de nuestro país (N. de R. sí, 1957); pero los árboles no deben impedirnos ver el bosque y como las situaciones se intrincan hay también un no despreciable componente sico-higiénico en los fenómenos que aparecen como más crudamente infecciosos. Mitscherlich ha podido escribir esta frase profundísima: “Ya no se muere colectivamente, sino de un modo individual”; se sabe bien que lo síquico es una energía de la regulación orgánica de modo que al hacer higiene mental se hace automáticamente higiene sanitaria en el sentido más clásico…-orientar la lucha que- afectan a la sociedad enferma cuyos sintómas y características comienzan a preocupar seriamente a quienes se dedican con responsabilidad a la ciencia del hombre, actividad que busca y exige la decidida colaboración de todas las demás ciencias”. Y de toda la sociedad pos vacuna, doctor.

De addenda, Escardó un año después de firmar este análisis sicosocial que huelga peligrosamente en cualquier discurso de los dirigentes de la actualidad, como vicerrector, abre las puertas a las mujeres en los colegios de la Universidad de Buenos Aires. Coherencia a los reformistas del 18 terminando con esa “vergüenza nacional”.  Florencio Escardó, sin surfear ninguna marea, un argentino esencial.

 

Imagen: El Historiador

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