¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la sección“Pa, ¿me prestás el celular?”. Ante lo ajetreado de nuestra agenda y el consuelo de que al menos se quedarán quietos en un lugar, sin asumir riesgos, se lo prestamos. Sin embargo, hubo una época donde quedarse quieto era insano. Lo mejor era salir a jugar. Con historias imaginarias y juguetes de mentira. A juegos de bajo costo y alta rentabilidad, medida en amistad y buenos momentos. No había riesgo. La vereda era nuestro refugio. Los autos andaban despacio, atentos a que algún borrego se desprendiera inesperadamente para buscar la pelota que se le había ido a la calle. La inseguridad no acechaba. Como reza la frase hecha: “Eran otras épocas”.
Y, en ese ranking de los juegos más practicados en la época, en Mendoza hay tres que fueron los más elegidos.
Todavía disputado en las escuelas locales. En este juego se debe equilibrar cierta cantidad de piedras en la palma extendida de la mano. La idea es lanzar las piedras verticalmente con la palma al cielo extendida en posición horizontal y, mientras dura su trayectoria, invertir la orientación de la palma para recibirlas. El juego va aumentando su dificultad como lo es desde tirar las 5 piedras al suelo, seleccionar una, tirarla hacia arriba y, cuando va en el aire, tomar una piedra del suelo y recibir la que viene cayendo del aire, para luego en otra etapa tirar una piedra al aire y recoger dos o tres del suelo. Pero, ¡cuidado!, cuando recojas las piedras del suelo no debés tocar ninguna otra más que las que vas a recoger. Tiene muchas etapas o pruebas que cada vez se van complicando, es muy entretenido para chicos y grandes.
Las bolitas
También conocido como “Las canicas”, es uno de los juegos más populares de toda la región de Latinoamérica. Sin embargo, en Mendoza teníamos nuestra particular manera de jugarlo. Lo ideal era contar con las bolitas elaboradas para la ocasión. Eran esas transparentes, de un peso justo y con algunos ribetes coloridos en su interior. Sin embargo, estaba la posibilidad de jugar con las bolitas de acero que se desprendían del rulemán del taller del padre de alguno de nuestros compañeros. La idea era pararnos a una determinada distancia de un hoyo y lanzar la bolita para embocarla. Las escuelas tenían hoyos cavados exclusivamente para que jugáramos como si estuviéramos en una cancha profesional.
Figuritas
El universo de estos juegos es enorme. Desde coleccionarlas hasta competir contra otra persona para disputarle esa figurita que nos faltaba. Las había de cualquier rubro, aunque destacaba el deportivo. Las de fútbol, sobre todo en época de mundiales, eran las más populares. Pero también las había de la NBA, por ejemplo, aunque no era un torneo que consumiéramos. Apenas sabíamos quién era Michael Jordan. Pero esas figuritas eran especiales. Duras, grandes, ideales para disputarlas en un “Punti”.
El “Punti” consistía en pararnos a 3 o 4 metros de una pared y lanzar la figurita (aprovechando que era dura y podía “planear”) girando sobre su propio eje (cual boomerang) para que llegara lo más cerca de la pared posible. Pero, si tocaba la pared, entonces debía terminar lo más lejos posible de esta, como una especie de efecto rebote. El ganador se llevaba su propia figurita y la que había usado para jugar nuestro contrincante. Por eso era fundamental que las personalidades que poníamos en juego fueran “parejas” y simétricas. En otras palabras, si uno jugaba al “Punti” con Maradona, el otro no podía jugar esa partida con el “Turco” García.
Otro juego para disputar las figuritas consistía en colocar las dos juntas, una arriba de la otra, boca arriba. Entonces, con mucha destreza, dábamos un golpe en seco sobre las figuritas con la palma de la mano estirada, y la retirábamos rápidamente, como si estuviéramos matando una mosca. Vaya uno a saber qué efecto hacía que estas se dieran vuelta. En ese caso, quien lograba darlas vuelta se las llevaba. Esta modalidad tenía la variable del “Sopli”, que consistía en colocar las figuritas de la misma manera, pero para darlas vuelta,aplaudíamos desde un costado de estas, generando viento con nuestras manos, levantando las figuritas y logrando darlas vuelta.
Juegos de antaño que, si hoy se los comentamos a nuestros hijos, seguramente les parecerán aburridos. Allá ellos. No hay que juzgarlos, son épocas. Pero siempre da la sensación de que la nuestra fue mejor.
Fecha de Publicación: 24/09/2020
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