¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónEl 15 de marzo de 1887, el intendente Mariano Comas colocó el primer adoquín y se iniciaron las obras en calle 23 de Diciembre (hoy General López) y Comercio (hoy San Martín). Tres años más tarde, se comenzaba la pavimentación masiva con adoquín.
Soportaron los rigores climáticos de décadas. También el traqueteo de carros y tranvías. Se cubrieron con la pátina oleosa del combustible de autos, camiones y cientos de colectivos. Además, a lo largo de los años, se bancaron construcciones, modificaciones y hasta destrucciones varias.
Hoy, prácticamente, no queda pavimento de adoquín en la ciudad. Algún pasajecito perdido en la zona céntrica, pero no mucho más. De a poco, el asfalto fue ganando espacio y cubriendo todas las calles de la urbe. Las calles que están pavimentadas, claro, que no son todas.
Dentro de esas sólidas piedras se esconde mucha historia. Te contamos un poco y, cuando te cruces alguno de los últimos pedacitos adoquinados de Santa Fe, te vas a acordar de esta nota.
Cuando faltaban 30 años para el final del siglo XVIII, el Cabildo santafesino dispuso que se trajeran piedras desde la isla Martín García para cubrir algunas calles. La elección tenía que ver con el origen del lugar: la isla es un conjunto rocoso del Macizo de Brasilia, cuya antigüedad se calcula en millones años. Con ellas se armaron los primeros empedrados. Pero a mediados del siglo XIX el origen de los adoquines cambió: llegaban desde Gran Bretaña (provenían de canteras de Irlanda y Gales) como lastre de los barcos que después llevaban granos a Europa.
Aquellas piezas eran de una piedra sólida y compacta que se colocaba sobre un lecho de tierra y arena. Pero su alto costo hizo que se pensara en opciones más económicas. Entonces se volvió a recurrir a los de Martín García. A inicios del siglo XX llegaban desde allí miles de toneladas de adoquines para cubrir las muchas calles de tierra de la ciudad.
La producción estaba a cargo de gente especializada (predominaban los inmigrantes italianos, aunque luego se sumaron muchos españoles y yugoslavos) que soportaban duras jornadas de trabajo. La producción diaria oscilaba entre las 900 y 1000 piezas
El empedrado santafesino no era solo piedra: cargaba historia, trabajo, vida.
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Fecha de Publicación: 17/08/2020
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