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Las bañaderas

Eran ómnibus convertibles; los de mayor longitud, con una capota desmontable

Las bañaderas aparecieron en la década del 30. Eran ómnibus convertibles; los de mayor longitud, con una capota desmontable, color gris. En el verano, la capota no se colocaba, pero en el invierno, se cerraba completamente. De color verde y blanco, la bañadera tenía dos filas de 20 asientos dobles cada una, más una fila de asientos individuales, que se armaba con los respectivos apoya brazos, siendo su capacidad total de 50 pasajeros sentados, ya que no era posible viajar parado. Los viajes regulares eran durante el día de semana, al hipódromo, y por las noches, paseos por la ciudad o al Balneario de la Costanera Sur, donde una visita a la tradicional cervecería “Munich”, permitía degustar un exquisito chopp de cerveza y disfrutar de los espectáculos de varieté. Sus paradas oficiales se encontraban cercanas a las estaciones del ferrocarril, en la plaza Once, plaza Constitución, estación Retiro y frente al Congreso. Era integrante obligado en las excursiones escolares, donde a primera hora, los alumnos y maestros subían a este pintoresco vehículo, con destino a un parque de la ciudad, a vivir un día distinto, disfrutando de los clásicos juegos o de los improvisados partidos de fútbol, grado contra grado, motivo de bromas y disputas. Los sábados y domingos, las bañaderas tomaban otro rumbo: contratadas por las empresas rematadoras, transportaban gratis a los interesados en adquirir los terrenos para coronar el sueño de la casa propia y alejarse definitivamente de la pocilga del conventillo

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