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Entre barbas y tragos

En la rutina de los nuevos hipsters, ir a la barbería es un plan en sí mismo.

Parecía algo pasado de moda, un oficio que había quedado para otras épocas, en las que mantener la barba en casa era bastante complicado. Las afeitadoras descartables y las eléctricas habían llegado para desplazar a los barberos; las barbas –incluso– habían quedado atrás. Pero todo vuelve: con los hipsters volvieron las barbas tupidas y, con ellas, las barberías.

Afeitarse con navaja ahora es lo que va: un trabajo artesanal que requiere precisión y pericia. Pero el ritual incluye otras cosas. Lejos quedó el barbero de barrio al estilo de La peluquería de Don Mateo. Las nuevas barberías son atendidas por elegantes jóvenes tatuados –que ostentan, ellos también, cuidadas barbas– y prometen una experiencia "de vieja escuela". Los locales se parecen más a un bar que a una peluquería y la barra de bebidas con las que invitan a sus clientes es variada.

En la rutina de los nuevos hipsters, ir a la barbería es un plan en sí mismo. Allí toman algo, charlan con una toalla caliente en la cara y dejan trabajar al artesano que, pelo a pelo, les trae el look que mejor va con ellos. Toda una experiencia que, por supuesto, se cobra a la medida de su pretensión.

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