Sólo en Argentina puede funcionar un local de comida rápida cuyo logo sea un hipopótamo. Está bien que sean sinceros (es hasta loable), y todos sabemos que la comida chatarra no es de lo mejorcito para el organismo, pero decirnos tan en la cara que vamos a engordar hasta límites insospechados quizás no sea la mejor manera de promocionar comida. Bueno, tampoco es que les haya ido tan bien. La cadena desapareció, “engullida” por Ronald. El departamento de marketing quizás haya tenido parte de la culpa.
Si tengo que ser súper sincero, no recuerdo el sabor de la hamburguesa de Pumper Nic, pero sí recuerdo perfectamente que yo lo elegía por sobre cualquier otro restaurante. ¿Será porque fue el primero al que fui? Es probable. Pero hay algo que me flechó de por vida y le rindo un pequeño homenaje cada vez que voy a comer a un fast food: nunca pido papas fritas, yo siempre, esté donde esté, pido “Frenys”.
Desde acá le quiero mandar mi más sentido homenaje a Pumper Nic, junto con el Ital Park, la Billiken, las figuritas “Basuritas” y los muñecos de He-Man. Todos ellos son columnas fundamentales de mi pasado. Mi infancia no sería lo que fue sin esas compañías. Dicen que la patria de un hombre es su infancia. Pues bien, si es así, en mi pasaporte debería decir “comedor de Frenys”.
Hipólito Azema nació en Buenos Aires, en los comienzos de la década del 80. No se sabe desde cuándo, porque esas cosas son difíciles de determinar, le gusta contar historias, pero más le gusta que se las cuenten: quizás por eso transitó los inefables pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Una vez escuchó que donde existe una necesidad nace un derecho y se lo creyó.