¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónHemos hablado largo y tendido de la mítica calle Arístides Villanueva. La zona de bares, fiesta y entretenimiento por excelencia de Mendoza. Hoy es un polo gastronómico, musical y hasta teatral. Bares, quioscos, cafés, restaurantes y locales de indumentaria copan sus cuadras. Ya no quedan ningún boliche en esta calle, aunque en los 90 fueron furor.
Hasta mediados de la última década del siglo XX, la calle Arístides Villanueva era la zona residencial más importante de Mendoza. Enormes casas y chalets, calles y veredas anchas, e imponentes árboles eran el escenario que se formaba en esta arteria de la quinta sección de la Ciudad de Mendoza. Los vecinos vivían tranquilamente, en una zona privilegiada de la provincia, a escasos metros del Parque General San Martín. Sin embargo, esa calma y tranquilidad se vieron interrumpidas con la llega de Picasso, el primer boliche de la Arístides. Fue el puntapié inicial. Más boliches se instalaron, luego algunos bares, quioscos que ofrecen café y mesas en las veredas y otro tipo de entretenimientos. Así, el 90% de las casas fueron vendidas. Sin embargo, hasta el día de hoy permanece la resistencia de quienes se oponen a entregar el hogar de toda su vida, independientemente de la suma que se ofrezca. Pero son sólo 4 o 5 casas.
Una noche de la nostálgica década de los 90, algunos compases, en decibeles más elevado que lo común, interrumpieron la tranquila noche que la Arístides regalaba. Los vecinos no volvieron a tener una noche tranquila, nunca más.
El intrépido sonido venía de Picasso, el primer boliche instalado en la zona, instalado con el objetivo de ofrecer un espacio de diversión cercano a las personas de mayor poder adquisitivo. Es que, hasta el momento, el microcentro y Charcas de Coria eran las zonas para ir a un boliche. Eso estaba bastante alejado, en cambio, a la nueva propuesta se podía acceder hasta caminando.
El lugar tenía una gran pista central, con dos pasarelas en los costados. Al final había una gran barra en forma de “U” y adelante se ubicaban los reservados. Se trataba de un espacio ocupado por mullidos sillones, estratégicamente ubicados en las penumbras. Allí accedían las personas que conseguían una pareja de turno, sellando su amor con el chape más profundo de la época. Pero, lamentablemente, esos espacios son difíciles de encontrar hoy en día, ya que el chape se da en cualquier lugar de la pista. Incluso, es algo que ya no se reserva y se puede ver en la vía pública.
Como todo boliche, Picasso contaba con una sala para el DJ, al estilo pecera. La idea era que, a través del vidrio, el encargado de pinchar la música, lo hiciera teniendo en cuenta quiénes y cómo estaban bailando sobre la pista. Por eso, el DJ estaba ubicado en altura, con una vista panorámica del todo el lugar.
Se organizaban una vez por mes, con propuestas diferentes, a las que la gente se sumaba de forma entusiasmada. Por ejemplo, la “Fiesta Color”, en la que, al llegar, dos chicas recepcionaban en la puerta y les acariciaban la mejilla a los chicos con témpera fluor en las manos. Así, ellos entraban a la pista toda iluminada por “tubos de luz negra” y el espectáculo era tremendo.
Otra propuesta fue la de la fiesta “Para gente sola”. Es que, en esa época, traspolando la costumbre de décadas anteriores, si no estabas en pareja, no salías a bailar. Eras un perdedor, o perdedora, si ibas solo al boliche. La idea era que, los jueves, fueran todos aquellos que no tenían pareja, se conocieran entre sí y después volvieran juntos los sábados.
Como dijimos, la calle se fue copando, de a poco, de otros boliches y pubs. Pero Picasso fue pionero.
Fecha de Publicación: 25/01/2021
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