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El espantoso aceite de hígado de bacalao

El recuerdo del sabor asqueroso del aceite de bacalao original, pertenece a uno de los peores momentos vividos en esa Argentina de ayer.

Los recuerdos de la infancia asociados al aceite de hígado de bacalao, constituyen una etapa de tortura. Era un suplemento dietético administrado a los niños por su contenido en vitaminas A y D. El sabor y el aroma muy variable, dependiendo de su calidad, que oscilaba desde olor a sardinas hasta el de pescado podrido y aceite rancio. Tomar una cucharada sopera en la mañana, era un verdadero castigo, ya que el asco que nos daba oler y tragar esa porquería, se tradujo no solo en un recuerdo inolvidable, sino en una huella indeleble en el cerebro. Quienes vivimos esta experiencia, también conocimos las variedades de este aceite con el sabor modificado, con gusto a limón o a menta, para facilitar su deglución, o su presentación en cápsulas gelatinosas blandas. Eran tan grandes que para un pibe, no era fácil tragarlas. Se administraba en el período invernal para fortalecer los huesos, evitando el raquitismo, para fortalecer el organismo y protegernos de la gripe, y como un estimulante del apetito en niños delgados, cuando se consideraba que ser obeso, era ser sano. Fue muy popular en Argentina la presentación denominada “Emulsión de Scott”, caracterizada por la figura de un marinero transportando un bacalao al hombro. El recuerdo del sabor asqueroso del aceite de bacalao original, pertenece a uno de los peores momentos vividos en esa Argentina de ayer.

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