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Cuando la ambulancia llegaba de a caballo.

Recuerdos inolvidables de un Buenos Aires que ya no está. La primera guardia hospitalaria la realicé en un hospital de la zona Oeste del Gran Buenos Aires.

La primera guardia hospitalaria la realicé en un hospital de la zona Oeste del Gran Buenos Aires.

Era el comienzo de la década del 50 y no existían las Residencias Hospitalarias. Se ingresaba a la guardia por recomendación de algún amigo y por tener aprobado el tercer año de estudios. Eran vivencias nuevas que provocaban ansiedad y temor, a la hora de resolver todo tipo de situaciones imprevistas.

Los restantes integrantes de la Guardia, controlaban y asesoraban cada uno de mis movimientos, recomendando el mejor procedimiento para cada tarea. De pronto, la primera sorpresa: salir para un auxilio, acompañando a un practicante experimentado. Pero la ambulancia era un ex-carro hielero, color gris, tirado por dos caballos percherones.

Llevaba el nombre del hospital y la manejaba un empleado del mismo. Disponía de una campanilla idéntica a la de los tranvías, que hacía resonar pisándola en los cruces de calles. Los auxilios demandaban mucho tiempo, por la gran distancia y la limitada velocidad del carro. Recuerdos inolvidables de un Buenos Aires que ya no está.

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