Boliches

Como hice en otra nota, comienzo dejando en claro mi postura: NO ME GUSTA BAILAR. A pesar de que tengo ritmo y me defiendo bastante bien, no estoy para seguir una coreografía ni mínimamente un paso tras otro. Yo tengo la teoría (de la que estoy totalmente seguro) que los que bailan empujándose, saltando como monos, transpirados, emitiendo gritos histéricos y haciendo trompita como si estuvieran desculando el orden planetario, saben algo que yo no sé y no me quieren contar. ¡Encima se ríen! A pesar de todo lo atestiguado para sustentar mi posición, creo que no me quedó boliche sin conocer en Capital, y en zona norte uno o dos, en el oeste varios y en zona sur uno o dos.Ustedes dirán que soy un incoherente, no, al contrario: todo obedecía a una táctica fríamente elaborada. En mi época de levante se contaba con pocas opciones: que te la presentaran en una reunión (cumpleaños, asado, velorio, etc.) o en un boliche. Entonces, a partir de las 20 horas del viernes hasta las 06 horas del domingo entraba en modo depredador. No me gustaba ir los domingos, a pesar de que he ido sin dormir a trabajar algunas veces después de salir de Bwana.

Recuerdo mis noches en El Lagar del Virrey, en Mau Mau donde se metió a organizar un amigo (Jorgito Almeida), 2 semanas duró, era demasiado para la calle Arroyo.  En Ramos: Matokos, Pinar de Rocha, Crash, Juan de los Palotes. En Olivos: Sunset, donde se terminaba en la pileta. Pero mi coto de caza era un boliche en Caballito, mi segundo hogar: Ateneo al cual fui desde su inauguración.

¡Qué noches de alegría sana, con amigos y escuchando música y por supuesto buscando una nena linda que nos quiera! Siempre guardo la ilusión de juntarnos en Ateneo una vez más, abrazarnos los que estamos y recordar a los que ya nos dejaron.