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Amansando zapatos

Se trataba de personas que calzaban uno o dos números más del que estaban ablandando, de modo que la tarea era un verdadero sacrificio.

El amansador de zapatos fue un oficio curioso. Todos los zapatos eran de cuero; podían ser blandos, los de buena calidad, o de cuero más duro. Esta situación motivó la aparición de voluntarios que, previo acuerdo económico, usaban el calzado nuevo durante una semana, para lograr ablandar el cuero.

Mediante el uso de un calzador y un par de medias adecuado, el amansador iniciaba su penosa tarea de caminar y caminar. El resultado era disponer de zapatos cómodos, bien ajustados al pie, que no provocaran dificultad alguna. Se trataba de personas que calzaban uno o dos números más del que estaban ablandando, de modo que la tarea era un verdadero sacrificio, con las correspondientes molestias que causaban a los pies, traducidas en ampollas y escoriaciones muy dolorosas. Esta situación obligaba al uso de una palangana con agua caliente y sal marina, buscando un alivio temporario.

Eran verdaderos sacrificios para subsistir, que conformaban una tortura. Era digno de reconocer el espíritu de resignación que acompañaba al desempeño de esta desafortunada tarea. Sin embargo, el amansador de zapatos, fue un oficio insustituible en ese Buenos Aires de ayer.

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