¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Sábado 04 De Febrero
Qué lindo momento el de salir al recreo. No solo porque zafábamos un poco de esas clases que, a veces, pueden ser una tortura. También son necesarios para oxigenar el cerebro. Y, en el caso de los más pequeños, es hasta una necesidad física de moverse. Pero, al menos en Santa Fe, el recreo de los chicos de hoy difiere mucho al recreo de antaño. Recordamos entonces juegos y particularidades del recreo santafesino de siglo pasado.
El tiempo y los espacios para el recreo no existieron siempre. En lugares cerrados o abiertos, chicos o grandes, de baldosas o tierra, los juegos infantiles pasaron de generación en generación. Algunos sufrieron modificaciones, otros no tantas, muchos fueron olvidados.
Los juegos clásicos en los recreos santafesinos eran varios. Estaban la tocada, la escondida, el elástico y las bolitas. También las figuritas, Martín Pescador, la Farolera, o el fútbol en el patio de la escuela. Pasados los minutos de recreo, el portero tocaba la campana, todo el mundo quedaba en silencio y volvíamos contentos al aula.
Estos juegos de recreo no resistieron al paso del tiempo.
Antes del Iluminismo, en el siglo XVIII, no existía una concepción de infancia como periodo especial o propio en el desarrollo del hombre, como tampoco una concepción sobre la psicología del aprendizaje, del papel del juego, la fantasía o la imaginación, de la necesidad de organizar los grados según la edad y la complejidad de los conocimientos. Las actitudes ante la existencia humana seguían dominadas por la preocupación por el pecado y la necesidad de salvación. El compañero constante de la infancia era el temor a la vara.
De un concepto negativo del niño como hombre pequeño, innatamente malo, con el pensamiento ilustrado se pasaría a un concepto positivo. Llegaba “la infancia buena”, neutra, o la “tábula rasa”. Durante el siglo XIX este concepto de infancia se articuló con el desarrollo de la ciencia pedagógica. Con una nueva realidad social, política y económica.
Fue con la constitución de los sistemas educativos nacionales, a fines del siglo XIX, que se instituyó el recreo de manera generalizada. Los fundamentos para su implementación comenzaron a basarse en la biología, la fisiología y la higiene. El objetivo del recreo era reponerse de la fatiga.
Entre los juegos recomendados para niños de primero y segundo grado a principios del siglo XX, figuraban: los aros, las esquinitas, el pañuelo escondido, el salto de la cuerda, el gato y los ratones. Varios pares opuestos existieron entre el aula y el patio. En el aula generalmente el niño no podía decidir con quién sentarse, en el patio podía elegir con quién jugar. En el aula el control es casi total, en el patio es difuso. El recreo significaba la libertad de poder ser tal cual se era.
Todo cambia y la modernidad se empecina en hacer añicos lo residual del pasado. La tradición de los juegos clásicos no resistió al avance de las tecnologías como los celulares. Estos reafirman el imperio de la hiperconexión virtual y el aislamiento, por sobre la interacción física y real.
Dicen que lo que llegamos a ser en la vida adulta es un espejo de lo que vivimos en cada recreo. Algo de cierto hay. Los recuerdos que dejan esas dos pausas por jornada escolar de unos pocos minutos forjan para siempre la experiencia biográfica. También enseñan sobre el valor de la amistad, el compañerismo y el acto de compartir.
Fecha de Publicación: 28/10/2020
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