104 años de garantía.

La cuenta era fácil: el dispositivo tenía una vida útil de un millón doscientos mil chispazos, y se creía que –en una casa familiar de la época– se necesitarían unos 30 diarios. “104 años de garantía”, dijeron, entonces, los creadores del Magiclick. Una publicidad demasiado buena para resistirse.

Corría el año 1963 y Hugo Kogan se desempeñaba como director del Departamento de Diseño de Aurora. El dueño de la empresa había traído de Japón un dispositivo que se incorporaba en las cocinas como chispero y le pidió a él que diseñara algo similar para los artefactos que comercializaba la compañía.

Kogan, sin embargo, dio un paso más allá: creó un artefacto autónomo que podía ser utilizado en cualquier cocina, nueva o existente. El resultado superó ampliamente las expectativas: el éxito fue tal que la empresa decidió abrir fábricas en Brasil y en España para producirlo y poder cumplir con la increíble demanda de ochenta mil unidades por mes.

En ese entonces, se creía que la Argentina iba a alcanzar un alto nivel de industrialización. Los creadores del Magiclick, por su parte, seguramente habrán pensado que se harían ricos. Pero no fue así. Eventualmente, la empresa Aurora presentó la quiebra. Kogan nunca registró su invento y, por lo tanto, jamás cobró regalías por las ventas.

¿Y los usuarios? Si la publicidad no mentía, toda esa producción increíble de Magiclicks debería estar aún en funcionamiento. Revisemos, entonces, las casas de las abuelas y de las tías para comprobar si, efectivamente, lo de los 104 años era verdad.