Pueblo chico, infierno grande

Sebastián Elcano, un pueblo de dos mil quinientos habitantes al norte de Córdoba, era, hasta hace poco, un lugar del que no muchos argentinos habían oído hablar, y al que todavía menos argentinos habían ido. Todo cambió en un abrir y cerrar de ojos.

Un pibe de unos 25 años se juntó, como tantas otras veces, a tomar algo en una gomería, con unos amigos (habría que redefinir la palabra “amigos”, me parece). Esos ¿conocidos? ¿vecinos?, cuando estuvo muy borracho, lo ataron a una silla. Lo violaron y lo filmaron. Cuando terminaron con la faena, llevaron al pibe a la casa y se lo entregaron a la familia diciéndole que se había caído de la bicicleta. Uno de los agresores fue aún más lejos y les dijo a los padres que era un buen chico, pero cuando tomaba se perdía. A los padres les pareció raro porque su hijo nunca tomaba, pero no se imaginaron en ningún momento lo que había pasado. Él decidió no contarle a nadie lo que había pasado. ¿Vergüenza? ¿Impotencia? ¿Miedo? La cuestión es que parecía que todo quedaba ahí. Pero no. 

No quedó todo ahí porque, envalentonado por la impunidad, el autor del video de la violación se lo mandó a alguien por WhatsApp. Acá me quiero detener un segundo: ¿con qué finalidad mandaría alguien ese video por WhatsApp? ¿Qué estaría buscando? ¿No se da una idea del riesgo que corre al hacer semejante estupidez? Parece que no. O que no se lo imagina o que la omnipotencia de la impunidad pudo más. Me inclino por lo segundo, porque si pueden llevar adelante un acto tan aberrante, es porque se creen inmunes a las directivas de la ley. Creen que para ellos no aplica. 

Se imaginan lo que pasó: el combo pueblo chico más tecnología, más violación, no deja mucho librado al azar. En pocas horas, casi los dos mil quinientos habitantes del pueblo vieron el video. El pibe hizo la denuncia, instado por su familia a no dejar el hecho en la nada (¿la habría hecho de no existir el video?) y la fiscal que interviene imputó a los siete “amigos” por abuso sexual con acceso carnal. En criollo: violación. 

De la causa se desprenden varios detalles que muestran a las claras el calvario de este muchacho. El primer dato, que convierte a los agresores en las personas más detestables de lo pensado, es que la víctima padece retraso madurativo y dificultades para comunicarse. A esto se le suma que la denuncia no se realizó apenas ocurrió el hecho, sino que se hizo un mes después, cuando el video ya circulaba por el pueblo y llegó a conocimiento de su familia. Fueron los últimos en enterarse. Lo que detonó la situación fueron dos cosas: la primera que el video llegó a manos del hermano de la víctima. La segunda, que los compañeros de la hija de este muchacho también lo habían visto y molestaban a la nena con esa información. La madre de la nena, ex pareja de la víctima, no sabía porqué su hija era blanco de burlas en el colegio hasta que su cuñado le contó lo sucedido. Así fue como la familia comprendió porque él estaba tan raro desde el día de aquel asado en que había vuelto borracho. 

Los familiares ya dijeron que están muy preocupados y hasta tienen miedo porque los acusados gozan de un buen pasar económico y tienen conexiones con los altos cargos de la Municipalidad. Ojalá que, por una vez, eso no importe. Que el pueblo chico no se transforme, por favor, en un infierno grande.