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Las cosas en su lugar

Para que todos seamos iguales ante la ley, es fundamental que, primero, todos seamos iguales ante nosotros mismos.

Lo peor de nosotros
culpable

El caso de Nahir Galarza despertó todo tipo de emociones, opiniones, en algún caso hasta adhesiones y, claro, críticas. Hay un grupo, muy minoritario por cierto, de feministas extremistas que hasta piden su libertad, aunque las pruebas de su culpabilidad son indiscutibles. No tiene asidero esta petición, y creo que nadie en sus cabales realmente esté evaluando esta postura. Pero por debajo, subyace otra discusión a la que quizás sí habría que prestarle atención.

Veamos. En primer lugar, la velocidad con la que se expidió la justicia es llamativa: en seis meses ya hay condena firme. ¿Eso está mal? De ninguna manera, siempre tendría que ser así. El problema es justamente ese: son innumerables los casos de femicidios en los que las pruebas son iguales de contundentes y nunca (o al menos yo no recuerdo el caso) la justicia se comportó de un modo tan expeditivo. 

Para recapitular este caso, y darse de cuenta de los tiempos en que se expidió la justicia, vamos a presentar los hechos: el crimen ocurrió el 29 de diciembre de 2017. Nahir se vio esa noche con Facundo Pastorizzo, a la madrugada cuando él la llevaba a la casa en su moto, hacen una parada en el barrio Rocamora. Aparentemente en medio de una discusión ella le da dos tiros con la pistola reglamentaria de su padre, que era policía,lo deja allí y camina las 20 cuadras que le faltaban para llegar a su casa. Cuando Facundo fue encontrado horas después al lado de la moto y dos cascos, la hipótesis de un robo se descartó enseguida porque no le faltaba ningún objeto personal. Mientras tanto Nahir, ya en su casa, les confesaba a sus padres lo que había hecho. 

Al día siguiente se entrega, en un principio se especula que fue su padre, pero ella se entrega y ya no hay dudas. La defensa plantea que fue víctima de violencia de género, que en realidad no eran novios, que él la maltrataba. Todas las estrategias son desestimadas por la fiscalía que el 3 de julio de 2018 la condenó a prisión perpetua por el delito de “homicidio calificado por la relación de pareja”. En solo 6 meses Nahir ya estaba tras las rejas. 

Hay un dato, nada menor para alguien que, como yo, se dedica al trabajo con el lenguaje, un detalle que me encantaría resaltar. El caso se llama (mediáticamente, claro), "El caso Nahir Galarza". Cuando la situación es a la inversa y la asesinada es una mujer, el caso también se llama con el nombre de la mujer. ¿Por qué esa diferencia? ¿Por qué sale la cara y el cuerpo y los gustos sexuales y las costumbres de Nahir en todos los noticieros en esta suerte de cadena nacional de facto y las identidades de los femicidas no son tan conocidas? ¿Por qué no hay fotos rotando constantemente en todos los medios de los varones que asesinan (a diario) a sus parejas?

Basta recordar casos como el de Melina Romero (2014) o Ángeles Rawson (2013), por nombrar algunos de los que lamentablemente suceden año a año, se reconocen por el nombre de sus víctimas y apenas si sabe el nombre o las costumbres de sus victimarios. En el caso de Melina llegó a juicio un solo culpable al que le dieron 13 años de prisión ¿Quién recuerda su nombre? nadie. Lo que si se recuerda es la lamentable cobertura que hizo la prensa sobre su vida, donde expuso que era mala alumna y le gustaba salir todos los fines de semana. En el caso de Ángeles, se revisó hasta lo más íntimo de su vida y se la tildó de “rara” por ser fanática del cosplay y disfrazarse con su grupo de amigos. En este caso se recuerda al portero que terminó acusado del crimen, pero dato curioso: Ángeles desapareció el 10 de junio de 2013 y el acusado fue condenado a perpetua (con muchas dudas de parte de la opinión pública) el 15 de julio de 2015. La justicia se tomó su tiempo. 

Lo bueno de los momentos bisagra de la historia es que ponen sobre la mesa discusiones que antes no eran ni siquiera tenidas en cuenta. Nahir Galarza asesinó a su pareja y debe ir presa. Pero todos los días mueren mujeres a manos de sus parejas y no siempre van presos. Nunca tienen semejante aparato mediático repudiando sus delitos. Quizás sea momento de empezar a pensar por qué algunas muertes nos conmueven más que otras.

Porque, para que todos seamos iguales ante la ley, es fundamental que, primero, todos seamos iguales ante nosotros mismos.

 

Fecha de Publicación: 16/07/2018

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