¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónMudarse no es fácil. Generalmente es costoso, requiere mucha organización y estar dispuesto a perder alguna que otra cosa en el trajín. Pero, según dicen, tiene sus beneficios. Implica un cambio positivo en la vida de las personas, muchas veces una segunda oportunidad. Para los 40 reclusos de la cárcel neuquina U9 significó la peor mudanza de su vida.
En primer término, el lugar adonde debían mudarse no generaba demasiadas expectativas en la población carcelaria. La nueva prisión se encontraba en medio del desierto patagónico. En la documentación oficial consta que la nueva edificación era de chapa con piso de tierra. Además, no contaba con muralla perimetral ni con muro que la rodeara. Tan precaria era la situación de la prisión federal que, tan solo cinco meses después de su inauguración, sus constructores solicitaron a la Administración Pública Nacional la devolución del edificio por falta de pago.
Así y todo, corrían vientos de cambio en la provincia de Neuquén. Se había inaugurado la flamante capital del territorio. Los empleados y funcionarios estaban estrenando nuevas oficinas. Hasta los muebles y archivos ya habían llegado al pueblo de Neuquén. Sin embargo, había algo que no se había tenido en cuenta: ¿cómo se iba a trasladar a los 40 presos que todavía permanecían en la vieja cárcel de Chos Malal?
Todos los preparativos que parecían simples de organizar se convirtieron en una verdadera peripecia: se carecía de carros, caballos y mulas para trasladar a los presos y al personal del Juzgado. No había suficiente personal de vigilancia para custodiar durante el trayecto del viaje a delincuentes tan peligrosos. Y, para colmo de males, no se disponía de dinero para afrontar todos los gastos que demandaba semejante travesía.
Después de tantos inconvenientes, finalmente la caravana pudo salir de Chos Malal el día 4 de octubre. Con un precario equipo de transporte y custodiados por más de 30 soldados del Regimiento 29 de Infantería, marcharon los 40 presos por el desértico camino de Añelo. Fueron 13 días de penurias y mortificaciones, donde faltó el agua y la atención médica.
El convoy arribó a Neuquén el 17 de octubre, pero la mudanza no terminó ese día. La nueva cárcel pública estaba cerrada, a la espera de su inauguración. Los detenidos debieron alojarse en un miserable galpón de zinc, que se convirtió en otra historia más de enfermedades y sufrimientos.
Fecha de Publicación: 11/08/2020
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