Quizás tenga que ver con que mi hijo tiene prácticamente la misma edad que el protagonista de esta historia, y que eso me hace valorar la vida humana más que nunca. Sea como sea, elegí hablar de este caso en Ser Argentino porque desde que me enteré del hecho tengo un nudo en el estómago como hace tiempo no tenía. Básicamente lo que ocurrió es lo siguiente: en la localidad de Temperley (provincia de Buenos Aires), un nene de tres años encontró la pistola de su tío, la agarró y accidentalmente se disparó en la cabeza. Owen Yael Piedrabuena, así era su nombre, agonizó durante un día entero hasta que los órganos le empezaron a fallar. Con el cráneo roto por el impacto y sin ninguna posibilidad, los médicos en un acto de piedad tanto para con él como para con su familia, decidieron desconectarlo.
El doctor Lucero, quien lleva el caso adelante, caratuló el hecho como homicidio culposo y tenencia ilegal de arma de fuego de uso civil. Con respecto a esto último no tengo nada que aportar, pero por la declaración del tío (en el ámbito judicial y en sus propias redes sociales), se descarta por completo cualquier tipo de animadversión. El hombre está destrozado.
Lo que se extrae del expediente es que Claudio Piedrabuena estaba en la casa de su hermana de visita. Ese día, justamente, se iba a encargar de cuidar al pequeño Owen. En un aparente descuido de Claudio, el menor tomó el arma y pasó lo peor.
La vida humana: un regalo que hay que saber agradecer
Sobre este hecho lamentable (que no se si llamar accidente) esto es lo que quiero decir que, aunque parezca una bestialidad, es lo que realmente creo: ese tío no va a vivir nunca más en paz. Ya no importa si va preso o no, no importa qué grado de culpa le corresponde, sabe, en lo profundo de su alma, que su sobrino seguiría vivo si no hubiera sido por el arma que él tenía y que no supo guardar bien.
Me pregunto ¿Cómo es posible que un nene que apenas dejó de ser un bebé hace meses tenga acceso a un arma? ¿Cómo podemos darle tan poca importancia a la vida, especialmente la de un nene?
Más allá de que el tío lamenta lo sucedido y se siente profundamente culpable, tengo que recordar que se trataba de un arma cuya tenencia no era legal. Se presume que la tendría para defensa personal o de su familia ante la inseguridad, el arma no debía estar en esa casa de ninguna manera.
En la Argentina, según estadísticas de la ANMAC (Agencia Nacional de Materiales Controlados) hay un millón seiscientas mil armas registradas. Se estima que el 84% de esas armas están en manos de civiles, no de fuerzas armadas. La misma agencia estima que hay, aproximadamente, un millón más de armas ilegales o no registradas en manos de la población de a pie. Dicho esto, pese a que la gente cree que tener un arma (registrada o no, no quiero meterme en esa discusión) en su casa le da seguridad, las estadísticas y estudios al respecto indican todo lo contrario. Expertos en la materia afirman que vivir en una casa con un arma de fuego aumenta el riesgo de muerte en un 40% , a su vez incrementa 5 vecs la posibilidad de recibir un disparo en una situación de robo. A estos números del terror se suma que el 28% de las muertes producidas por armas de fuego se deben a accidentes, tal como le pasó al pequeño Owen.
Tengamos mucho cuidado con estas cosas. Seamos adultos responsables, por favor. El destino puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos y llevarse lo más valioso que tenemos. Respetemos la vida. Es lo único que hay.
Hipólito Azema nació en Buenos Aires, en los comienzos de la década del 80. No se sabe desde cuándo, porque esas cosas son difíciles de determinar, le gusta contar historias, pero más le gusta que se las cuenten: quizás por eso transitó los inefables pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Una vez escuchó que donde existe una necesidad nace un derecho y se lo creyó.