¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Martes 16 De Agosto
Un 15 de marzo de 1936, una gran columna de cientos de personas ingresó a la ciudad de Oberá. Eran colonos, viejos de tez bronceada y hombres serios con arrugas. También había niños y mujeres. La mayoría iba a pie, bajo el ardiente sol misionero. Marchaban reclamando precios justos para las cosechas de tabaco y yerba mate. Lo que no sabían es que la cacería estaba a punto de comenzar. La protesta de colonos rusos, polacos y ucranianos terminó en una masacre a manos de la policía y de grupos civiles.
Nunca se conoció exactamente la cantidad de muertos que dejó como saldo la Masacre de Oberá. Sin embargo, se sabe que fueron enterrados en el monte. Sin ceremonia, sin cajón, sucios de barro y sangre, tal como habían caído. Durante muchos años, el hecho fue silenciado e incluso olvidado por la sociedad obereña. Recién en 1994, se llevó adelante la elaboración del único “monumento” que conmemoraba la protesta en la terminal de ómnibus.
La cosa andaba mal por 1936. En Misiones, la producción agrícola atravesaba una profunda crisis. Las causas eran varias. La sequía, el abuso de los acopiadores que compraban a precios arbitrarios y un injusto impuesto sobre la yerba mate. Todo esto generó malestar entre los colonos de la zona centro misionera, quienes vivían en duras condiciones económicas y sociales.
El domingo 15 de marzo de 1936, colonos ucranianos, rusos y polacos, en su mayoría, decidieron marchar a Oberá. Reclamaban, entre otras cosas, mejores precios para sus productos y la anulación del impuesto sobre la yerba.
Los colonos misioneros caminaban con banderas argentinas y carteles con letras negras sobre fondo blanco. Al pasar frente al cementerio, sucedió lo peor. Una descarga cerrada de fusilería hirió, mató y dispersó a la columna. Así comenzó la cacería humana. Entre una confusión terrible, los sobrevivientes fueron acorralados y presos, perseguidos por los montes y baleados. Pero eso no fue todo, ni lo peor. Las mujeres, muchas de ellas niñas, fueron violadas. Después asaltaron y saquearon las chacras. La cacería siguió en las comisarías, con las torturas.
En los últimos años, la sociedad misionera realizó un enorme esfuerzo para que este hecho no caiga en el olvido. Se han publicado decenas de libros y notas sobre el tema. No obstante, a pesar de que han pasado 84 años, la herida sigue abierta y todavía hay mucho por recordar.
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