Cuando la realidad supera a la ficción. Se trata de una historia digna de ser llevada al cine con máximos niveles de suspenso y desesperación. Una prolija y minuciosa toma secuencia podría relatar los sucesos de manera perfecta. Incluso, un capítulo de Tiempo Final podría haberse grabado, en tiempo real. Pero lejos de las historias que se cuentan en series y películas, el triple crimen del barrio Trapiche pasó en la mismísima realidad. Es cierto que tres mujeres perdieron la vida de la forma más brutal que uno pueda imaginar. Es cierto que una bebé de solo algunos meses quedó grabada a fuerza de arma blanca, para toda la vida. Es cierto que un niño de 11 años resulto cruentamente herido. Y también es verdad que otro niño logró esconderse y salvar su vida, dando posterior aviso a la policía.
El relato de los hechos
Después de la medianoche del 23 de octubre, Daniel Gonzalo Zalazar Quiroga, en ese momento de 30 años de edad, llegó a la casa ubicada en calle Entre Ríos al 1800 del barrio Trapiche de Godoy Cruz. Allí vivía Claudia Lorena Arias, una chica de su edad que había conocido en sus clases de taekwondo.
Nacido en Catamarca, criado en Santa Cruz y con 10 años de residencia en Mendoza, Zalazar vivía de enseñar artes marciales en varios sitios. El hombre también era "sabon" (que significa "profesor honorable" en esas milenarias disciplinas) de los dos hijos varones que Claudia había tenido con otros hombres: uno de 8 años y el mayor, de 11.
Daniel llegó a casa de Claudia para discutir un tema relacionado con la paternidad de la única hija mujer que tenía ella, una beba de 10 meses. El hombre llamó a la puerta a la 1.45 de la madrugada. Claudia lo recibió cuando los demás habitantes de la casa dormían. Habían acordado reunirse para discutir sobre un tema que los desvelaba: 10 meses antes Arias había dado a luz a Mía, su única hija, y existía la posibilidad de que Zalazar fuera el padre. "Venite y arreglamos bien el problema", le había explicado ella.
Así se dio una extensa conversación que se extendió hasta las 6.30 de la madrugada, mientras los niños de 8 y 11 años, y la tía y la abuela de Claudia dormían. Entonces algo detonó la ira del "sabon", posiblemente porque se negaba a reconocer a la criatura o a pasarle la mantención alimentaria, aunque finalmente se sabría que no era su hija.
Cuando la discusión que mantenía la pareja ya había alcanzado el punto más álgido, Daniel Zalazar tomó un cuchillo de la cocina y atacó a Claudia Arias. Además, la golpeó en la cabeza con un vaso o una botella. El cuerpo de la mujer quedó inerte en el piso de esa cocina.
Se supone que luego sobrevino el asesinato de la tía de Claudia, Marta Susana Ortiz (45), quien trató de impedir el ataque a su sobrina. Ambas mujeres recibieron cortes en distintas partes del cuerpo, sobre todo en rostro y tórax.
El "sabon" dejó el cadáver de Marta esparcido en un pasillo de la vivienda del barrio Trapiche. Pero el desquiciado ataque recién comenzaba. Luego, Zalazar fue hasta la habitación de la dueña de la vivienda, la anciana de 90 años Vicenta Díaz, abuela de la primera víctima, a quien degolló en la cama en la que descansaba, sin darle tiempo a que despertara.
La recorrida por la casa familiar llevó al asesino hasta la habitación de los niños. También atacó a puñaladas a la pequeña Mía y a Lucas, de 11 años, hasta que sus muestras de dolor se acallaron y creyó haberlos dejado sin vida. Por suerte, ambos pasaron varios días internados, pero salvaron sus vidas. Sin embargo, los investigadores explicaron: "Los dejó con vida, aunque creyendo que los había matado".
El niño que dio aviso
Mientras Zalazar desataba su furia, otro de los hijos de Lorena, un pequeño de 8 años, pudo escabullirse y zafar de la despiadada matanza de su profesor de artes marciales.
El pequeño se escondió, primero, detrás de unas macetas en el patio, junto a su pequeño perro. Luego, recordó un viejo consejo que le dio un familiar policía, tomó las llaves del auto de la casa y fue a esconderse en el baúl del vehículo, que estaba en la cochera. Desde allí podía ver a Zalazar caminar de aquí para allá con linterna y cuchillo en mano, buscando a su presa, atando cabos, buscándolo a él.
Finalmente, el ingenio del pequeño pudo más de la furia del asesino. Este abandonó la casa y el niño entró en su casa. Se encontró con la peor escena que una persona puede imaginar. Sin embargo, su hermano de 11 años agonizaba, aunque aún con vida. Tomó su celular y llamó a su abuela: “Traigan ambulancias, el sabon mató a todos”, le dijo.
Incendio para no dejar rastros
Al llegar a la vivienda, la policía fue descubriendo lo anteriormente relatado. Pero había más. Percibieron olor a gas y una vela prendida. Los investigadores y vecinos estaban vivos de milagro. El autor del triple crimen había abierto las 4 hornallas y había encendido una vela, buscando una explosión que borrara cualquier tipo de rastros y testigos. No le salió.
"Creemos que el hombre se fue de la casa sabiendo que le faltaba una víctima y que pensó que la vivienda se iba a incendiar o a estallar con la pérdida de gas más la vela", razonaría luego un investigador.
No fue difícil dar con el asesino. Esa misma madrugada de domingo, Zalazar ingresaba al hospital Central con heridas en su cuerpo, aduciendo que lo habían atacado en un asalto, para desviar la posibilidad de haber sido el autor del triple crimen. Pero ya estaba todo cotejado. Un año después, en juicio abreviado, Zalazar fue condenado a prisión perpetua.
Argentino, mendocino. Licenciado en Comunicación Social y Locutor. Emisor de mensajes, en cualquiera de sus formas. Poseedor de uno de los grandes privilegios de la vida: trabajar de lo que me apasiona. Lo que me gusta del mensaje escrito es el arte de la imaginación que genera en el lector. Te invito a mis aventuras.