¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónLa historia de Mario Oscar Ferreyra me hace pensar una y otra vez si realmente pertenece a la categoría “Lo peor de nosotros”. Conocido popularmente como el “Malevo”, Ferreyra es un sujeto que pertenecía a las fuerzas de seguridad en tiempos de democracia, pero con algunas prácticas de la dictadura.
Su nombre genera polémicas; por mucho tiempo dio temor a algunos y seguridad a otros. Logró entrar a la Policía en 1963, pero lo hizo con ayuda política, ya que no tenía los requisitos físicos para ingresar. Sus primeros pasos, y su fama, empezaron a gestarse en el este de Tucumán. Protegía a los hombres del campo, evitaba usurpaciones, resolvía a su criterio situaciones de robos. Así, la imagen del justiciero duro empezaba a crecer y el Malevo imponía su uniforme: un sombrero Panamá blanco y una camisa negra.
Ferreyra fue muchas veces sancionado por sus excesos y las irregularidades de sus acciones en las zonas rurales. Pero eso no le impidió llegar a ser jefe de la sección de Robos y Hurtos de la ex Brigada de Investigaciones. Su discurso y su imagen recorrían el país, la gente empezó a admirar a este hombre que decía dar la vida por terminar con la delincuencia.
El Mopol fue la primera aproximación gremial de la policía en Tucumán. Realizaban levantamientos y acuartelamientos en busca de derechos laborales. Este movimiento vio en el Malevo a un luchador, y se formó el Comando Atila, un grupo que desconocía el Código Penal, pero siempre esquivaba la condena y era sobreseído.
El rol de Ferreyra es fundamental para entender muchos de los derechos con los que hoy cuenta la policía. La lealtad con el Malevo era tal que una vez se escapó estando esposado en la zona de Tribunales. El comando para-policial firmaba notas con frases desafiantes: “Comando Atila, el azote de Dios”, “¡Viva la Justicia!”, “El operativo limpieza está en marcha” y “¡Adelante Policía!”
El Malevo Ferreyra, con sus prácticas irregulares, ante la opinión pública lograba quedar bien. Sus acciones no era las adecuadas, pero nadie discutía contra quién las ejecutaba. Esta lucha, teóricamente, contra la delincuencia lo llevó a ganarse el afecto de gran parte de Tucumán. La situación de inseguridad imparable y descontrol en las calles lo transforman lentamente en una leyenda. Quien pudo salvar sus propiedades, su familia, o su trabajo gracias al Malevo guarda ese afecto y reconocimiento.
El Malevo había sido imputado por la Justicia Federal, y Gendarmería fue a su casa a buscarlo. Mario Oscar Ferreyra había prometido no volver a la cárcel, y cumpliría. Cuando las fuerzas ingresaron a su campo, frente a las cámaras de televisión, el Malevo se despidió de su familia y se suicidó.
La historia, la vida, y también la muerte, de Ferreyra en todo momento fueron un mito. Siendo, o no, un justiciero que vivía al margen de la ley. El Malevo fue un hombre que contaba con el apoyo y la lealtad de las fuerzas y también de la sociedad en plena democracia. Una imagen polémica, pero que ha alcanzado un punto donde la discusión se plantea sobre el bien y el mal, y no lo legal o ilegal.
Fecha de Publicación: 18/07/2021
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