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¿Un plesiosaurio vivo en Chubut?

En la década de 20, un sheriff estadounidense aseguró haber visto un plesiosaurio en una laguna cerca de El Hoyo.

La historia del Nahuelito en Bariloche es una de las grandes leyendas populares de la Patagonia. Sin embargo, unos kilómetros más al sur, en El Hoyo, provincia del Chubut, un estadounidense asegura haber visto a un plesiosaurio en una laguna que hoy lleva ese nombre.

La trama se remonta a la década del 20 y el protagonista es el estadounidense, oriundo del estado de Texas, Martin Sheffield. Aquí ya comienzan algunos cruces de versiones sobre quién era este personaje que se había afincado en el oeste patagónico en el último año del siglo XIX.

Mientras algunos afirman que se trata de un ex sheriff que llegó a la Comarca Andina del Paralelo 42 en busca de oro, otros aseguran que se trata de un aviador que, siguiendo los pasos de Antoine de Saint-Exupéry –el creador de El Principito–, luego de aterrizar en El Bolsón, habría abandonado su viaje por los cielos patagónicos para sumarse a la "fiebre del oro" que había en la zona en esos tiempos.

Al texano le fue bien extrayendo ese metal en las aguas de los afluentes del río Chubut y rápidamente se convirtió en una suerte de personaje pintoresco de las noches en los bares de El Bolsón y Esquel. Cuentan algunos que, experto en el arte pistolero, al partir de los boliches algún vaso o lámpara eran víctimas de su puntería infalible.

La leyenda cuenta que una tarde de 1921, cuando Sheffield recorría en la laguna ubicada a unos diez kilómetros de El Hoyo, un fuerte chasquido en el agua rompió la paz del lugar y de inmediato apareció un animal con un gran lomo con la cabeza pequeña similar a la de un cisne. Su primera impresión, por la estela que dejaba en el agua, fue que se trataba de un cocodrilo.

La curiosidad y la intriga invadieron al texano, que decidió investigar de manera más exhaustiva los hechos y tratar de establecer de qué se trataba. Una noche, logró registrar un rastro en el pasto cerca de la laguna donde tenía su puesto de cazador.

Su nuevo descubrimiento lo llevó a escribirle una carta al director del zoológico de Buenos Aires, Clemente Onelli, conocedor de las tierras patagónicas. “El rastro es semejante a la huella de una chata muy pesada, la hierba quedó aplastada y no se levanta más, lo que hace suponer que el animal que por allí se arrastra debe ser de un peso enorme”, decía la epístola que le envió al naturalista.

Onelli difundió la carta en los principales diarios de la Capital y aseguró que lo que vio el sheriff era un plesiosaurio. La historia, en términos de nuestros días, se viralizó y llamó la atención de medios científicos internacionales.

En Estados Unidos, el mismísimo presidente Franklin Roosevelt –que dijo que quería al menos "un pedazo" del plesiosaurio– anunció que su compañero de caza, Edmund Heller, partiría hacia la Patagonia y el Museo de Historia Natural de Nueva York anunció que enviaría cinco comisiones a Sudamérica para dedicarse “a la búsqueda y captura de animales de especies extinguidas”.

Desde Buenos Aires comenzó una colecta para financiar la búsqueda del animal presuntamente visto por el sheriff texano y la existencia del plesiosaurio se convirtió en una cuestión de Estado.

Los exploradores llegaron a tierras chubutenses y durante un tiempo rastrillaron la zona. Utilizaron explosivos en busca del animal sin éxito, por lo que, con el correr de los meses, la ilusión y el interés por continuar recorriendo las aguas de la laguna y los lagos cercanos se fue diluyendo.

Casi un siglo después, la leyenda del plesiosaurio continúa difundiéndose y la laguna es uno de los puntos a visitar por cualquier turista que llegue a la cordillera chubutense.

Malas lenguas

La historia de Martín Sheffield tiene algunas aristas que no dejan bien parado al sheriff. Su pasión por las noches de bares y los tragos llevaron a algunos medios a afirmar que, entre tanto whisky o ginebra, era “normal” que los granjeros de la Patagonia “vieran cualquier cosa”.

Otros aseguran que el texano se preparaba para enriquecerse haciendo las veces de guía de la expedición que emprendiera la búsqueda del plesiosaurio. Sin embargo, la presencia (o no) del animal en las aguas patagónicas sigue estando en el imaginario colectivo.

 

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