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Más santafesino que el lobizón

Podés haber escuchado la leyenda del lobizón en otra parte de Argentina, pero en Santa Fe lo registramos.

La leyenda del lobizón me acompaña desde mi infancia. Ya en la escuela primaria, alguno caía con la historia del séptimo hijo varón. Al parecer, es una especie de maldición demoníaca. Si esa rara combinación familiar se da, el muchacho sale “hombre-lobo”. No es estrictamente un lobo en lo que se convierte. De ahí que el nombre es solo nuestro. Lo cierto es que, en la zona costera de Santa Fe, donde a los perritos no les cuesta mucho ladrar de noche, la historia se recrea cada viernes. En esas madrugadas, cuando el silencio se corta con los desesperados ladridos, todos sacan un Rosario para espantar la presencia diabólica, que se deja sentir.

Se dice que ya existía en esta zona de la tierra antes de la llegada de los conquistadores. La representación más frecuente del lobizón es la de un perro negro y grande con orejas desproporcionadas que le caen sobre el rostro y con las que emite un fuerte ruido. Sus patas terminan en pezuñas como si fueran de cabra. A veces parece tener mezcla de cerdo o burro.

A diferencia del hombre lobo europeo que aparece con la luna llena, el lobizón se convierte a las doce de la noche de los viernes, que es día de las brujas también. Y a veces también los martes. Antes de que esto ocurra, el hombre se aleja de los poblados y de la compañía de sus semejantes y se refugia en la oscuridad de los montes. A la hora señalada, se quitará la ropa y dará tres vueltas sobre sí, de derecha a izquierda, mientras reza un credo al revés.

Macabras costumbres

Una vez hecha la metamorfosis, el lobizón sale a hacer sus maldades durante toda la noche hasta el primer canto del gallo. Anda por los graneros, los gallineros, los chiqueros y los cobertizos en busca del excremento de los animales, que es su alimento más preciado. También andan por los cementerios revolviendo tumbas y buscando carroña. Los perros aúllan con fuerza durante esa noche, como advirtiendo su presencia.

De cuando en cuando se come algún niño no bautizado para equilibrar su dieta de porquerías. Claro que esta afirmación tiene la influencia del catolicismo, que llegó hasta este lugar del mundo de la mano de los conquistadores. Por otra parte, para matar al monstruo hace falta dispararle con una bala de plata. Si esto pasa, el tirador encontrará al lobizón con su forma humana y desnudo, nunca al animal.

Cada tanto, en territorio santafesino, la leyenda vuelve a aflorar, por algún caso que aparece. Son las redes sociales, en estos tiempos, las que vuelven a instalar el tema. Hace un par de años, el lobizón habría aparecido en Totoras, al sur de la provincia. Un extraño animal, similar a un perro, pero de mayores dimensiones, fue registrado por los vecinos de la localidad. La única fotografía existente es de baja resolución, sin embargo, se puede apreciar perfectamente la figura de la bestia, que lejos parece estar de cualquier animal conocido. Según un audio que circuló por WhatsApp, dos perros pitbull y ovejero alemán se enfrentaron sin suerte a él y murieron. Por su figura, los temerosos habitantes de Totoras afirman que se trata de un lobizón, mientras que los más escépticos dicen que simplemente es un gran danés de buen porte.

No estoy seguro de si es motivo de orgullo. Pero sí sé es que, si el lobizón existe, es santafesino.

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