¿Cuántas historias forman parte de nuestra propia historia? ¿La historia de nuestro país, de nuestra provincia, de nuestro barrio, de nuestra familia? Somos un entramado de historias que se enlazan, se conectan y se dan forma unas a otras. Algunas más antiguas; otras más recientes. Algunas colectivas; otras individuales. El barrio en el que crecimos forma parte de nuestra historia, sin lugar a dudas. Y, en la Ciudad de Buenos Aires, hay algunos que son muy especiales. Hoy queremos contarte la historia de Las Mil Casitas.
Todo comenzó hace 100 años, cuando la Ciudad afrontaba con un problema que, a pesar del tiempo que ha pasado, suena bastante actual: la falta de viviendas. En ese entonces, era el Estado el que intervenía para asegurarse de que todas las personas tuvieran un lugar donde vivir. Fue así como fueron apareciendo distintas “barriadas”, que se construían para contrarrestar la crisis habitacional. Dentro de ellas, la vida entre vecinos funcionaba con dinámicas y costumbres particulares.
En la localidad de Liniers, Las Mil Casitas es —incluso hasta el día de hoy— una burbuja que contiene una pequeña vecindad en el marco de un barrio más grande. El proyecto de construcción surgió por iniciativa del diputado Juan Félix Caferatta, quien propuso levantar nuevos barrios para paliar la escasez de viviendas. En 1922, una ordenanza municipal autorizó la construcción de 1760 casas en tierras que pertenecían a la familia Fürst.
Así comenzó esta historia, que se extiende hasta nuestros días.
Con inspiración holandesa
Cerca de la General Paz (pero mucho antes de que esta existiera como tal), se proyectó este desarrollo urbanístico, que comienza en la Plaza Sarmiento. El barrio —que se terminó de construir en 1928— fue diseñado con manzanas en forma de rectángulo, que son atravesadas por pasajes y callecitas. Pero lo que más distingue a Las Mil Casitas es que todas están edificadas en parcelas que poseen la misma dimensión: 8,66 metros por 8,66 metros.
Este modelo proviene de Holanda y fue desarrollado por la Compañía de Construcciones Modernas. En nuestro país, las viviendas fueron fabricadas por la Comisión de Casas Baratas. Según decían, en parcelas de esa medida, era posible que una familia llevara adelante una vida confortable. Las casas contaban con baño, cocina y tres habitaciones: una abajo, otra en el entrepiso y dos más en la planta alta. Además, tenían gas, patio delantero y patio trasero.
En el barrio, hasta los nombres de las calles aportan al ambiente: Mburucuyá, Bermejo, La Madreselva, El Trébol, El Carpintero, El Zorzal, El Cardenal, Tuyutí, fueron algunos de los elegidos. En sus primeros tiempos, los habitantes eran mayormente artistas y docentes. Con el tiempo, las familias ferroviarias también comenzaron a ocupar algunas de las viviendas.
Mil casitas, mil historias
Cada una de estas “mil casitas” esconde entre sus paredes historias de familias que, en muchos de los casos, aún residen allí. Las propiedades fueron pasando de generación en generación, y los sucesores continuaron escribiendo la historia de sus padres y abuelos. En otros casos, las viviendas fueron alquiladas o vendidas, y nuevas familias vinieron a aportar lo suyo al barrio.
En sus esquinas, todavía se respira el aire de barrio que, poco a poco, se ha ido perdiendo en otros sectores de la Ciudad. Los vecinos se cruzan, se saludan, se charlan, se juntan. Cien años de historia (y de historias) en esta burbuja mágica que todavía tiene mucho que contar.
Imágenes: Buenos Aires.gob
Licenciada en Comunicación Social y correctora. Nacida y criada en el oeste del conurbano bonaerense. Sagitariana, vegetariana, crossfitera y viajera. Estoy convencida de que, con las palabras, podemos hacer magia. Pasen y lean.