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Ir a la secciónBuenos Aires - - Sábado 25 De Junio
Los aportes históricos señalan que los pobladores originarios de la selva paranaense fueron los primeros en consumir la yerba mate en infusiones. De ahí en más, les transmitieron a los españoles a su método, el cual se convirtió en una práctica milenaria. Este constaba de utilizar una caña perforada y un recipiente de calabaza, objeto que aún forma parte del ritual de los materos. Sin embargo, el legado guaranítico es mucho más rico y abarcativo. Tal es el caso de la historia que habla de esta planta que tan bien nos hace al corazón a los argentinos. Pero, en especial, a la gente del litoral.
La leyenda narra que Yacy, la luna, paseaba desde siempre por los cielos nocturnos. Allí, observaba desde lo alto y con curiosidad los bosques, las lagunas, el río y los esteros. Lo hacía contemplando su belleza como una niña que está conociendo el mundo por primera vez. Además, se le fueron sumando los relatos de quienes lo habían visitado y le contaban las maravillas que encontraron. La vida de los animales, la hermosura de las flores, el canto de los grillos y el piar de las aves. Todo esto hizo que la joven diosa se tornara más impaciente y con anhelos de visitar la tierra.
Hasta que, de una vez por todas, se decidió y junto con Araí, la nube, fueron a pedirle autorización a Kuaray, el sol. Le dijeron que querían bajar por un día para apreciar las maravillas del universo. El dios se mostró reacio a dejarlas partir, pero luego cedió y las dejó marchar. Solo les impuso una condición: en la tierra serían vulnerables a los peligros de la selva como cualquier humano. Aunque también serían invisibles para estos. De esta forma, ambas emprendieron su viaje y visitaron los lugares que veían desde las alturas, maravillándose a cada paso.
Sin embargo, no todo era perfecto. Es que estaban tan insertas en su aventura que no se percataron de la acechanza de un yaguareté que las seguía de cerca. El felino estaba hambriento y quería comer, por lo que en un momento largó el zarpazo para atrapar a las mujeres. En el instante que estaba por alcanzarlas, el animal resultó herido a raíz de una flecha lanzada por un joven cazador guaraní. El cual casualmente pasaba por el lugar y que, sin saberlo, salvó la vida de las diosas.
Luego, el joven cansado por la búsqueda decidió descansar al pie de un árbol antes de regresar a la tribu y se durmió. Fue en medio de sus sueños cuando las muchachas lo visitaron vestidas de blanco y le hablaron con cariño. Yacy le dijo que, como muestra de gratitud, al llegar a destino se encontraría en la entrada con un árbol nunca antes visto. También, le explicó cómo preparar una infusión con sus hojas que uniría a las personas de toda la comunidad. Por lo tanto, esta se convertiría en un símbolo de hermandad y de confraternidad.
Al despertarse, el cazador volvió con su gente y vio el arbusto al ingreso del campamento: se trataba de la yerba mate. Por lo que decidió seguir las instrucciones que la diosa le había obsequiado. Buscó una calabaza hueca, picó las hojas de la planta, las puso adentro y llenó el cuenco con agua. Después, con una pequeña caña tomó la bebida y la compartió rápidamente con su entorno que observaba curiosamente el resultado obtenido. La nueva creación fue pasando de mano en mano entre los presentes, generando unidad. Un regalo de la luna para los hombres que hasta el día de hoy es un emblema de vivencias, amistad y compañerismo.
Fecha de Publicación: 31/03/2021
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