¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónLa historia oficial cuenta que, el sábado 7 de junio del 2003, estalló una caldera en el sótano de hotel y el fuego no tardó en consumir el lugar. La destrucción fue total, pero no se lamentaron víctimas fatales. Sin embargo, la verdadera historia es mucho más lúgubre.
A finales del siglo pasado llegó al pueblo de Vista Flores, a unos 30 kilómetros al este de El Manzano, una empresa constructora buscando gente para trabajar en la construcción de un hotel en el Manzano, pasando lo que es el Paso de Los Puntanos. Había mucho dinero de por medio y ofrecían, además, la posibilidad de continuar en otros proyectos. El trabajo era durísimo, además del frio, el terreno es muy rocoso, por lo que cada palada era un martirio.
Las tareas arrancaron y, al cabo de los primeros tres meses, todavía no se terminaba con la nivelación. Un día miércoles, tan monótono como cualquier otro, a minutos del almuerzo, una de las cuadrillas detuvo su trabajo y llamó al encargado de la obra, el Ingeniero Moretti. Habían encontrado huesos, al principio pensaron que eran de algún tipo de animal, como vacas o chivos, pero lo desecharon al encontrar una mandíbula humana.
El ingeniero detuvo todo movimiento de suelo y llamo al propietario para comunicárselo. El dueño contactó a la policía local y a las horas había dos móviles cercando el lugar. La policía forense determinó que los restos tenían al menos setenta años de antigüedad, por lo que la investigación siguió a cargo del departamento de antropología de la UNC. Llegó un grupo de arqueólogos y, para su asombro, se encontraron con que no era un simple entierro, sino que se trataba de una fosa común con al menos quince cuerpos en su interior, que databan de 1940, aproximadamente. Los inversores no querían saber nada con esta historia ya que la obra estaba a punto de ser suspendida.
Los restos encontrados eran de cuatro familias completas, hombres, mujeres y niños. Había signos de violencia, los habían matado como a perros. Pero los registros de la época no daban cuenta de ningún hecho de violencia de tales características, mucho menos de la muerte de quince personas, era obvio que el asesino había logrado salir impune.
Sin embargo, de un momento hacia el otro, se hicieron presentes en el lugar el dueño del terreno junto a policías y órdenes judiciales. Las tareas debían continuar, para tranquilidad de los inversores.
En dos años se terminaron las obras y llegó el momento de la inauguración. Vino hasta el mismo gobernador de la provincia, el ágape fue opulento y lleno de lujos. Esa misma noche se designó a un hombre muy querido y reconocido de Vista Flores para ser el guardia del lugar, con un muy buen sueldo y una casa propia donde podía vivir con su familia.
Los primeros meses de actividad fueron todo un éxito y la ocupación estaba al máximo. Pero todo cambió una fría noche de septiembre. Una joven pareja de turistas llamo a la recepción, denunciando que se escuchaban gritos y llantos en la habitación contigua, la numero diez. La recepcionista le pidió al hombre de seguridad que fuera a investigar, advirtiéndole que no encontraría mucho porque esa habitación estaba desocupada, según las reservas.
Al subir las escaleras, encontró a la pareja denunciante en el pasillo. Ellos le dijeron que escuchaban gritos, llantos y agresiones. El hombre se acercó a la puerta, no oyó nada. Le pidió al muchacho permiso para entrar a su habitación, desde la ventana se podría asomar a la de la habitación número diez y podría ver si había alguien allí. Pero no vio nada, confirmando lo que le había dicho la recepcionista. Sin embargo, cuando ser retiraba por el pasillo, el muchacho volvió a llamarlo, preguntándole por su novia. Es que había desaparecido de la habitación. Pensaron que podría haber bajado al hall central. Al llegar, no solo no estaba su novia, sino que tampoco se hallaba la recepcionista.
El novio subió las escaleras nuevamente y fue en busca de su novia en la habitación número diez. El guardia lo siguió y, al llegar, vio salir por la puerta de esa habitación a un hombre de tez trigueña, con un corte en la cabeza. Este paso por al lado, como si nada. El guardia ingresó a la habitación. Estaba llena de gente y un montón de hombres empezaron a entrar desde el pasillo. Apremiado, el encargado de seguridad se tiró por la ventana. Se quebró gran parte del cuerpo, pero, afortunadamente, fue trasladado al hospital y salvó su vida.
Ya en el hospital, el hombre contó su historia. Las autoridades enviaron un móvil hasta el hotel. Pero los policías no reportaban ningún tipo de información. Personal de bomberos también se hizo presente en el lugar y no encontró a nadie en el hotel, ni siquiera a los policías.
La investigación llegó hasta un viejo del lugar, el testimonio del anciano octogenario los dejó a todos helados. Corría el año 1936, cuando el señor Eustaquio Gutiérrez llegó a estas tierras, nadie sabe cómo, pero en cuestión de meses consiguió amasar una enorme fortuna. Su intención era instalar un complejo vacacional, de avanzada para la época. Contó con amplio apoyo de la comunidad, salvo por un grupo de familias a las que se pretendía despojar de sus tierras. Al parecer habían comprado hacía años el lugar, pero habían sido embaucados. Eustaquio buscó solucionar el conflicto, pero fue en vano, no daban el brazo a torcer.
Una noche, y con la excusa de llegar a un acuerdo, convocó a las familias a una reunión en el rancho de una de sus fincas. Las familias llegaron todas juntas y las esperaba un abundante banquete con mucho vino. Pasaron las horas y el anfitrión no llegaba, los ánimos estaban caldeados y comenzaron a discutir su futuro. Los gritos les impidieron escuchar a los caballos acercarse, una partida de policía irrumpió por las dos puertas y a palazos limpios los hicieron callar. Cuando todos los adultos estaban moribundos, Eustaquio bajó de su coche, le acercaron una pesada hacha que observo con detenimiento, señaló a uno de los hombres y lo arrastraron hasta el palenque, dejó caer el hacha con violencia, esparciendo los sesos por todo el lugar. Los gritos y llantos se hicieron insoportables, uno tras otro fueron ultimados con inhumana frialdad, mujeres y niños incluidos.
A la mañana tomó uno de sus tractores y arrojó los cuerpos a una fosa común. Parecía disfrutarlo. El asombroso testimonio del anciano fue corroborado por las autoridades, cuando hallaron la fosa que contenía diecisiete cuerpos en total.
Sin embargo, algo no concordaba. A pesar de que eran todos cadáveres despojados de carne, seis de los restos eran modernos, de solo tres meses de antigüedad. Las pericias confirmaron que los restos eran de las personas desaparecidas. El lugar fue clausurado, pero a los meses ya se hablaba de una nueva inauguración. En ese momento, el guardia de seguridad decidió tomar cartas en el asunto. Una noche tomó un bidón de combustible, fue hasta el lugar y prendió fuego el hotel.
Los lugareños creen que los muertos se aparecen, asustando a los huéspedes, en señal de venganza y rencor por lo que les pasó. Si no hubiera huéspedes y turistas, el hotel no se hubiera construido y ellos no hubieran sido despojados de sus tierras.
Fecha de Publicación: 05/05/2021
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