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Ir a la secciónBuenos Aires - - Sábado 01 De Abril
La montaña mendocina es un vasto terreno que esconde animales, vegetación, estructuras abandonadas, espejos de agua y leyendas. Uno de los casos es la Laguna de la Niña Encantada. Si querés conocer más sobre esta laguna desde el punto de vista turístico, entrá acá. Porque en este artículo nos vamos a ocupar de la historia que da el nombre a esta pequeña pero hermosa laguna.
Esta bellísima laguna de Malargüe ha sido siempre una inagotable fuente de inspiración para la imaginación popular de la zona, que nutre de misterio el lugar. Rocas basálticas negras, propias de los procesos volcánicos, generan un mágico marco a su lecho, poblado por una enorme variedad de peces.
Avanzando por la vieja ruta de tierra, 7 kilómetros al noroeste de las termas de Los Molles, nos encontramos con la Laguna de la Niña Encantada. Rodeada de restos de lava volcánica, este lugar de singular belleza, ha dado pie a una serie de ritos y leyendas de diversa índole.
La acumulación de lava volcánica que circunda la laguna proviene de unos cráteres que se encuentran hacia el norte. Estos hicieron erupción en épocas geológicas recientes derramando el material incandescente sobre el curso de un arroyo que alimentaba la laguna. Aparentemente, es el mismo que continúa corriendo por debajo de la maza de piedra y aporta el líquido cristalino al espejo de agua, que desborda por su costado este, sobre el río Salado.
En el lugar hay un microclima que ha permitido el desarrollo de una abundante vegetación. Así, en determinadas épocas, podemos disfrutar de una interesante gama de flores. Las aves han encontrado refugio para sus nidos en los huecos de las paredes rocosas y revolotean sobre las aguas azuladas.
Todo muy bonito y casi perfecto. Sin embargo, hay una leyenda que convierte a este microclima en un lugar mucho más lúgubre. En realidad, son un par de historias, que repasamos a continuación.
La primera cuenta que, hace mucho tiempo, estas llanuras junto a la cordillera estaban habitadas por pueblos pacíficos. Pero también llegaban hasta ellas algunos pehuenches, pueblo sumamente aguerrido que siempre buscaba imponer sus condiciones. Luego de varios parlamentos, se convino unir en casamiento a Elcha, la bella hija del cacique pacífico, con el hijo del jefe de los pehuenches. Todo parecía encaminarse bien, pero la princesa de la tribu estaba enamorada de un joven de su tribu y con él decidieron escapar. Huyeron y, cuando se aproximaban a la laguna por la parte más alta y viendo que los perseguían para hacerles pagar con su vida la afrenta y que no podrían escapar, se confundieron en un abrazo y se arrojaron a las heladas aguas. Justo llegaban los perseguidores con la bruja de la tribu al frente y, en ese preciso instante, se produjo un rayo que alcanzó a la bruja y la convirtió en roca, imagen que perdura hasta nuestros días en lo alto de la montaña. Se cuenta que, desde entonces, en las noches de luna, aparece reflejada en las límpidas aguas la imagen de Elcha, que sale a reencontrarse con su amado, haciendo prevalecer el amor por sobre todas las imposiciones caprichosas de las sociedades y es por eso que los lugareños bautizaron así a la laguna.
Existe otra versión de la leyenda que dice que había tribus cuyos caciques eran enemigos. La hija de uno de los jefes se enamoró de un indio de la otra tribu y ambos fueron separados. Al ver su amor frustrado, la india lloraba desconsoladamente en la laguna hasta que se convirtió en piedra.
También se cuenta otra historia relacionada con sirenas de las cuales Dios castigó a una convirtiéndola en piedra, a orilla de la laguna. Y otra sobre un chileno jugador que vendió su alma al diablo, pero cuando el pacto iba a cumplirse (de noche, al borde de la laguna) engañó al Diablo y se quedó con todo.
Fecha de Publicación: 25/12/2021
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