¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Miércoles 07 De Junio
Cuenta la leyenda santiagueña que, hace miles de años atrás, existía una niña llamada Huiñaj, hija de un cacique de una tribu que habitaba en Santiago del Estero. La niña era muy creativa, le gustaba hacer dos cosas: elaborar diseños en un telar y salir a pasear.
Huiñaj se pasaba muchas horas del día tejiendo y, cuando se cansaba de hacerlo, decidía salir a pasear. No salía muy a menudo, pero cuando quería salir de su hogar se preparaba con mucho entusiasmo. Se ponía su mejor túnica, un collar y muchas flores en su cabello, todo su atuendo era de color amarillo, ya que era su color favorito.
Cuando estaba lista para salir a pasear, caminaba por las calles muy tranquila disfrutando de los paisajes de su pueblo, pero cuando llegaba el atardecer sucedía algo extraño. Cada vez que ella regresaba a su hogar, el cielo se cubría de nubes negras y comenzaba a sacudir un viento de esos que pareciera que se quieren llevar las casas por delante, y luego una gran lluvia caía sobre su tribu.
Este fenómeno sucedía cada vez que Huiñaj salía a pasear, es por ello que los habitantes de su pueblo creían que la niña era quien hacía llover. La gente, cada vez que la veía pasar, susurraba: “Esa niña es la que hace llover”. Otros también comentaban por lo bajo: “Es la niña que puede hablar con las nubes”.
Todos los integrantes de la tribu disfrutaban de la lluvia gracias a las caminatas de la hija del cacique, pero llegó un día que Huiñaj no salió más de su casa y la lluvia tampoco regresó. La niña se había enfermado, ya no tejía y tampoco salía a pasear. Su enfermedad era muy extraña, sostenían brujos y hechiceros, ya que cuando se acercaron a su hogar para curarla no lograron determinar de qué se trataba y es por ello que todos estaban muy preocupados por ella. La niña cada vez estaba más débil y pasaban los días y no se recuperaba. La gente del pueblo afirmaba que no llovía porque Huiñaj no había salido más a pasear.
Los campos necesitaban agua, la sequía invadía el lugar y cada día que pasaba las plantas se morían y, como la naturaleza observaba la desesperación de la tribu, decidió intervenir, cuenta la leyenda santiagueña. ¿Cómo lo hizo?: transformó a Huiñaj en un árbol. Este árbol era único, nunca visto antes por ninguno de los lugareños, era de color verde oscuro y estaba todo cubierto de flores amarillas.
Cuando la gente vio las flores amarillas automáticamente relacionaron el árbol con la niña y le comenzaron a pedir: ¡lluvia!, ¡lluvia!, ¡lluvia!, ¡lluvia! Otros exclamaban: ¡agua!, ¡agua!, ¡agua! Todo el pueblo se reunió alrededor del árbol gritando que lloviera.
Luego de unos minutos, el cielo se oscureció y fue invadido por nubes negras, segundos más tarde, comenzaron a caer unas pequeñas gotas que luego eran más grandes y pesadas, hasta que el cielo se decidió en romper esas nubes desatando una lluvia torrencial sobre el pueblo. La lluvia duró varios días y todos calmaron su sed, y los campos se cubrieron de un verde intenso.
Desde ese momento, la leyenda narra que el pueblo santiagueño nunca más se preocupó por la sequía ya que, cuando observa que Huiñaj se cubre de flores amarillas, es señal de que las lluvias se aproximan.
Fecha de Publicación: 13/05/2022
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