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El gran Gatsby vivió en Tucumán

Te invitamos a descubrir la historia de este castillo donde se celebraban increíbles fiestas. La opulencia y los lujos de estas celebraciones se convirtieron en leyenda.

Cerca de Simoca y del río Colorado, se encuentra un majestuoso castillo, ubicado en la zona conocida como La Junta. Una construcción de antaño que fue habitada por un acaudalado hombre de negocios suizo alemán. Cuenta la leyenda que, en la primera década de 1912, Don Otto Ruckaeberle hizo construir la residencia de campo como una ofrenda para su amada. 

Todo comenzó en uno de los viajes de Don Otto, quien tenía la costumbre de frecuentar cabarets. En una de esas noches conoció una mujer y se enamoró profundamente. La joven accedió a vivir en Tucumán con la condición de que le encontrara un lugar perfecto donde pudiera construir una casa rodeada por tres ríos. La zona se conoce como la Junta porque el paso del tiempo la fue convirtiendo en una pequeña isla, aunque a la que puede accederse sin cruzar el río. La propiedad fue llamada El Castoral debido a que en la zona se cultivaba el castor o tártago de cuyas semillas extraía un aceite industrial que Don Otto comercializaba a Europa.

Excesos, copas y risas 

Como era su costumbre, para la inauguración del castillo Don Otto preparó una esplendorosa fiesta donde no escatimó en gastos, trayendo inclusive chefs italianos y una orquesta española y otra de Buenos Aires. La fiesta duró tres días entre lujos e incontables cajas de champagne con invitados que llegaron de varias partes del país y del mundo.  

Este fue el inicio de una serie de celebraciones que se realizarían a diario en aquella residencia plagada de lujuria. Los continuos agasajos llamaron notablemente la atención de los moradores de la zona. Se dice que la araña que colgaba del salón principal se encuentra en la actualidad en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno de la Provincia de Tucumán. 

En 1914, mientras se realizaba otra de las fiestas, llegan un grupo de cobradores del banco acompañando de la policía a solicitar a Don Otto que pague el terreno. Asediado por las deudas huyó, aunque existen otras teorías que aseguran que se fue de aquella majestosa vivienda cuando su amada decidió abandonarlo, aburrida de la vida en los campos sudamericanos. 

Con el paso del tiempo, el castillo tuvo nuevos dueños, quienes decidieron dar vida a la propiedad volviendo a las celebraciones cuyos invitados eran todas las personas aledañas de la zona. Cuentan que, cuando la estructura de la vivienda comenzó a dañarse, las personas no asistieron más. En ese momento, turistas y curiosos llegaron a la residencia y se llevaron todo lo que encontraron de valor, por ejemplo, pedazos de mármol de los pisos, mosaicos, entre otras cosas. 

Envuelven a este castillo todo tipo de misterios, como el de “la gringa muerta”, una joven y hermosa invitada a una de las tantas fiestas que allí se celebraron que se ahogó en uno de los ríos. Algunos aseguran que aparece y desaparece flotando por las aguas. Los pescadores de la zona toman muy en serio la leyenda y, cada vez que van a realizar su actividad, le piden a “la gringa” que los ayude con el motín. 

En la actualidad es un interesante recorrido al que se puede acceder dejando la ruta 157 a la altura del Río Colorado, en el departamento de Leales. Las autoridades han intentado restaurarlo, pero el elevado precio de las refacciones dejó la propuesta inconclusa.  

100 años de leyendas que los pobladores han sabido aliementar vuelven a este castillo oculto una aventura irresistible para todos los que deseen dar un paseo por Tucumán.

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