El Colegio Nacional de Monserrat es un colegio ubicado en el centro de la ciudad de Córdoba, Argentina. Como establecimiento educacional jesuítico cobró gran prestigio en el Virreinato del Río de la Plata, como así también en los territorios de los actuales Chile y Perú. Fue fundado por Ignacio Duarte Quirós en 1687 y, en el año 2000 fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. Esta institución depende de la Universidad Nacional de Córdoba, y es por eso que se consolida como uno de los colegios con mayor prestigio de la provincia.
Cuna de campeones y leyendas
En su seno se generan historias, mitos y leyendas, porque se trata de un edificio histórico y de una institución centenaria. La estructura del núcleo original aún existente mantiene el estilo plateresco e integra la Manzana Jesuítica. Es el colegio más antiguo del país con funcionamiento ininterrumpido desde su fundación, lo que la llevó a formar jóvenes destacados. El Monserrat siempre estuvo vinculado a la UNC, que también resulta ser la Universidad más antigua de la Argentina. Además, es una de las instituciones más influyentes en la historia cultural de Córdoba. En él funcionó la primera imprenta instalada en el actual territorio argentino. Con toda esa historia encima, hecha y construida en el centro de esta institución, es imposible no creer en mitos y fantasmas. Por eso, en esta nota te contamos la historia del espectro del “Monse”, como lo conocen en La Docta.
Se trata de “El Pisón”, la historia de un espectro, que se alimenta y retroalimenta con el pasar de los años y el pasar de las generaciones de egresados por la institución. Cabe destacar que, para el momento de esta historia, la institución solo admitía varones.
El Pisón y el Rector
El Rector Cabanillas, ilustrado por la tradición de siglos, habría dicho sobre El Pisón que “viene con el huracán y se va con el huracán”, recomendándole a sus propios alumnos que “duerman tranquilos con la puerta abierta. El Pisón entra sin obstáculos por la puerta cerrada y huye si encuentra la puerta abierta”.
Cuenta la leyenda que algunos años después, nuevas construcciones obligan a demoler una vieja pared del tiempo de los jesuitas. Y que, debido a esa intervención, aparecen una serie de conductos de aire de distintas dimensiones, como si fueran los conductos de un órgano gigante. Cerrada la puerta del gran salón dormitorio, la corriente se establece y el viento, según su intensidad, lanza sus notas formidables. Abierta la puerta, muere la corriente y el órgano calla. Las notas musicales le daban al ambiente un tinte terrorífico y la sensación de que el peligro se encontraba latente.
El Pisón y el viejo de la bolsa
Tal como la construcción folklórica del viejo de la bolsa, que servía para espanto y castigo de los niños, existe una versión que establece que El Pisón era solo un invento. Para que los alumnos internos no se escapen y dejen de hacer las visitas de celda a celda en altas horas de la noche. Dicen algunos, que las autoridades del establecimiento ordenaron a un sirviente que se disfrace de fantasma y recorriera los claustros para asustar a los alumnos. Uno de ellos fue sorprendido en el acto de salir de su celda, y fue tal el susto que se dio que cayó desmayado, creyendo que en verdad se encontraba en presencia de un ser del otro mundo. Al cabo de algunas semanas, los alumnos se enteraron de la farsa y resolvieron jugarle una pasada...
La trampa
Así fue que cruzaron una fuerte cuerda en uno de los pasillos. Llegada la media noche salieron al claustro y empezaron a alborotarse para llamar al “fantasma”. El sirviente vestido con su traje se dirigió a aquel sitio y los muchachos actuaron gritos de terror huyendo despavoridos. El hombre, queriendo perseguirlos, salió corriendo y tropezó con la soga ¿El resultado? Una caída violenta y el fin de un mito que rondaba los pasillos. Sin embargo, años después El Pisón sigue siendo un ícono cordobés.
El soneto del pisón
Hasta hay un soneto dedicado a este espectro, escrito por Carlos del Franco y titulado “El Pisón”:
El Pisón, alma en pena ensombrecida,
por décadas y décadas inciertas
se asoma por ventanas entreabiertas
a contemplar la magia de la vida.
Y sin mostrar su faz envejecida
vuelve a cruzar las poderosas puertas
dejando en un sendero de hojas muertas
la huella interminable de su herida.
¡Dejadme la leyenda, viejas gentes
que ya ha tomado vida, por fortuna
y de la nada ha sido redimida!
Que al mundo de las cosas existentes
no existe en el mundo cosa alguna
que pueda por ventura darle vida.
Argentina, nacida en Córdoba. Investigadora en el área de lingüística. En formación constante sobre las Letras y sobre la vida, gracias a la Universidad Nacional de Córdoba. Mis experiencias en viajes me llevaron a aprender cada vez más idiomas y querer conocer diversas culturas desde adentro. Pienso en la escritura como una herramienta para transformar el mundo y volverlo un espacio justo y equilibrado.