¿Hay algo más espeluznante que un fantasma? Sí, hay algo más espeluznante que un fantasma: el fantasma de una nena. ¿Y cuál es el peor lugar para que aparezca? No sé cuál es el peor, pero sin dudas en la lista figura un hotel, espacio en el que se supone que uno va a relajarse para pasar unas reconfortantes vacaciones y termina con un ataque de nervios, corriendo despavorido por los pasillos o los jardines.
Esto sucedió en el Hotel Edén de La Falda, localidad de la hermosa provincia de Córdoba. Tanto huéspedes como empleados (ahora que lo pienso, ser empleado de un hotel embrujado es todavía peor que ser turista) afirmaron haber visto un espectro de una nena subiendo y bajando las escaleras, proyectando sombras donde no había ningún cuerpo físico para generarlas y bruscos cambios de temperatura en distintas habitaciones.
La historia que se toma como “oficial” es la siguiente: corría el año 1899 y la pequeña Ana Jaime, de sólo ocho años de edad, había caído enferma. Al parecer (la medicina no estaba tan avanzada como en nuestros días y muchos de estos diagnósticos eran un poco “a ciegas”), el problema era una bacteria muy invasiva que, además, se reproducía extraordinariamente rápido. Su padre, por consejo de los médicos, además de darle los medicamentos prescriptos, la llevó al Valle de Punilla, donde el clima serrano, en teoría, ayudaría a contrarrestar el problema respiratorio que ponía en riesgo su vida. Condiciones climáticas ideales más descanso prolongado le dieron expectativas a la familia. Llegaron al Hotel Edén el 2 de enero.
Los testimonios de la época afirman que la nena parecía disfrutar mucho del entorno y que empezó a mejorar notoriamente. El verano y el clima parecían estar funcionando tal como lo habían predicho los médicos y hasta se había bronceado. Antes de que empiece febrero, de manera súbita, falleció. Se habla de que el motivo no fue la enfermedad inicial sino el consumo de leche contaminada. Nunca lo sabremos. Quizás, algún día se lo revele a los visitantes a quienes se les aparece más de cien años después. Quizás todavía tiene cosas para decir.
Hipólito Azema nació en Buenos Aires, en los comienzos de la década del 80. No se sabe desde cuándo, porque esas cosas son difíciles de determinar, le gusta contar historias, pero más le gusta que se las cuenten: quizás por eso transitó los inefables pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Una vez escuchó que donde existe una necesidad nace un derecho y se lo creyó.