Ser Argentino. Todo sobre Argentina

El fantasma de Hortensia 

Rosario tiene una hermosa mansión en un predio denominado Villa Hortensia. Pero el lugar guarda una leyenda fantasmal. 

Villa Hortensia es una mansión en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina. Se encuentra en el barrio Alberdi, calle Warnes 1917, en el noreste de Rosario. Antes de haber sido recuperada para usos públicos, la casa estuvo abandonada. Fue en ese periodo donde los más espeluznantes relatos de fantasmas crecieron en torno a ella. 

La mansión fue Construida en 1890 para la familia de José Nicolás Puccio, fundador del "ex Pueblo Alberdi". La vendió a Ciro Echesortu, y luego a Alfredo Rouillón, casado con María Hortensia Echesortu (de donde el palacio tomó el nombre). La saludable Familia Rouillon usaba Villa Hortensia como residencia veraniega, por lo rural de la zona, la cercanía a la Barranca del río Paraná y la apreciada sombreada forestación. 

El mantenimiento de la casona fue disminuyendo con los años, hasta hacerse ruinosa. En 1989, se la declara Monumento Histórico Nacional, desapareciendo así la posibilidad cierta de su demolición-derrumbe. La Villa fue comprada por la Municipalidad de Rosario en 1996 con el objeto de utilizarla como Centro Administrativo. Era parte de un Plan de descentralización que hoy caracteriza a la ciudad. Villa Hortensia fue restaurada, dando énfasis a los planos originales y materiales: puesta en valor. Fue reabierta como el primer Centro Municipal de Distrito el 13 de octubre de 1997. 

La casona Villa Hortensia hospeda una Oficina de Asistencia al vecino, Delegación del Banco Municipal de Rosario, oficinas de las empresas provinciales de energía y de gua, del gas y del Registro Civil. Antes de Villa Hortensia, el vecino demoraba 40 min de ómnibus para llegar al Palacio Municipal (de 8 km a solo 1,5 km en promedio). El 80 % de los vecinos considera los servicios en Villa Hortensia mejores que los de las oficinas del centro. 

¿Qué pasó durante el abandono? 

Se decía que nadie podía haber muerto violentamente en Villa Hortensia. Es que ese majestuoso caserón fue, siempre, por décadas, símbolo de fiesta y esplendor, de progreso, de “Dolce vita”. Pero, inexorablemente, todo pasa, todo se termina; todo acaba, mal que nos pese, en la decadencia y el horror; en el olvido. O en ese lugar a donde parece va a parar todo: lo bueno, lo malo, lo ambiguo, lo que amamos, lo que odiamos, lo que ignoramos. Por eso, y por cuestiones legales entre herederos que tuvieron el sabor de una riña de gallos, Villa Hortensia fue perdiendo luz, brillo y status y se convirtió en un lugar deshabitado, en un cementerio de lujosos muebles

En ese tiempo fue cuando aparecieron los rumores del fantasma. Allí, en esa mansión llena de historia y muebles pero vacía de gente, “había algo”. Algo que, por las noches, provocaba sombras y extrañísimos ruidos. Hasta se dice que, en cierta ocasión, cuando unos inescrupulosos amigos de lo ajeno intentaron robar muebles, en el momento exacto de empezar a llevarse todo, vieron cómo las luces se encendían y se apagaban a pesar de que en la casa hacía años que no había corriente eléctrica. Cómo desde una habitación, llamada “la habitación del diablo”, aparecía una atroz imagen femenina que intentó, según relataron después los asustados ladrones en la comisaría, quemarlos con un fuego que manaba de sus ojos encendidos de furia. Al parecer, era Doña María Hortensia, muerta y hecha fantasma, que se negaba, por todos los medios, los conocidos y los desconocidos, a dejar el caserón.  

¿Un final feliz? 

Hay otro rumor. Uno más secreto, porque involucra gente del Gobierno. Dice que, antes de transformar al caserón en Distrito Municipal, se convocó a una famosa médium, que organizó, una noche de viernes a la hora de las brujas, a las tres de la madrugada en punto, una sesión de espiritismo para convocar al fantasma. Le habrían pedido, de alguna manera, “permiso” para la instalación de dicho predio municipal. Y Hortensia apareció a través de la médium, que estaba en trance y hablaba con voz extraña. Emitía inentendibles sonidos guturales cuando, de repente, una voz amable pero firme dijo, a través de las cuerdas vocales de la médium: “No quiero que nadie destruya mi morada. Es mi hogar. Fue mi hogar y lo seguirá siendo. Quiero que las puertas estén abiertas para todo el mundo. Quiero que se respete mi hogar, que su arquitectura recupere el brillo. Quiero que la luz del sol vuelva a ingresar por los ventanales y se refleje en todas las paredes, en todos los cuartos. Sólo de esa manera yo podré estar en paz”. Y desapareció para siempre. Meses después, se abrió el Distrito Norte, respetando al pie de la letra las palabras de su primera moradora.

Rating: 4.50/5.