Colastiné es una de las zonas más lindas de la capital santafesina, por su paisaje de río, árboles y calles de arena. Pero tiene, también, una atracción que roza lo místico. Se trata de la leyenda de El embolsadito. Hay una tumba de un asesinado cuya identidad se desconoce. Data de 1886, la época del mayor apogeo comercial del extinto Puerto de Colastiné.
La tumba está dentro del predio del Parque de los Dinosaurios, uno de los atractivos turísticos de la zona, y es visitada y reverenciada por no pocos santafesinos. Se dice que, hace muchos años, llegó al país con su barco un marino francés, precisamente en el Puerto de Colastiné. Este extranjero se instaló en la localidad San José del Rincón.
Al cabo de un tiempo, el navegante se enamoró de una mujer que resultó ser casada. Otros sostienen que era un hombre que poseía animales y los vendía a un muy buen precio, por lo que poseía gran cantidad de oro. Pero, como en todo pueblo, el extraño era señalado por la comunidad. Mucha gente lo apreciaba, pero otra tanta lo miraba de reojo.
Nadie sabe si fue el marido de su enamorada o si, en el ambiente del bar, de los tragos y las reuniones de hombres, se organizó un asalto. Tal vez este misterio sea el que le haya dado vida a este mito de muerte.
El marino apareció muerto al poco tiempo del arribo. Su asesinato fue atroz, ya que su cuerpo fue hallado dentro de una bolsa de arpillera y cortado en pedacitos. El saco con el cadáver fue arrojado en un matorral.
Nace una leyenda
El punto de partida de este mito se inició con la historia de una chica de Rincón que viajaba hacia la ciudad de Santa Fe. Dicen que lo hacía en sulky y, en medio del viaje, el animal se soltó del carruaje y la muchacha, ante la desesperación y sin pensarlo, invocó al marinero muerto. Tras haberlo nombrado, un hombre apareció repentinamente en medio del pajonal del camino y detuvo al caballo. Misteriosamente desapareció.
La joven, en agradecimiento por el gesto de haberla salvado, hizo construir una capillita para darle cristiana sepultura al marinero francés. Se dice que fue enterrado dentro de la misma bolsa donde había sido arrojado.
A partir de ese momento, mucha gente comenzó a pedirle favores y a agradecerle cumplidos. La comunidad fue acercando estampitas, elementos personales y de gran carga sentimental. Se generó lo que se denomina una devoción popular hacia este personaje asesinado, que no solo ayuda a los buenos, sino también castiga a los malos. Se dio origen, así, a la leyenda de El embolsadito.
La fe mueve montañas
Nuestro país está plagado de leyendas y mitos que aseguran que alguien, casi siempre ya fallecido, vuelve para otorgar favores. Nadie sabe bien cómo es el punto de partida de cada historia, si acaso fue el invento de una persona, si se trató de una broma, una ocurrencia o cuento fantástico para pasar el rato. Lo cierto es que partan de donde partan, lo que realmente importa es su ayuda y su poder. Nadie anda buscando pruebas ni llamando a la comunidad de científicos para que explique las apariciones y las bendiciones otorgadas por estos espíritus de buen corazón, dispuestos a asistir a cualquiera que decida invocarlos. Al parecer se ganan más favores o se gana la buena predisposición del santo popular cuando se le reza y lleva ofrendas de todo tipo. Las promesas también parecen gustarles y no hay Embolsadito, Gauchito Gil o Gilda que no las hayan recibido. Una cosa es segura en toda leyenda y mito de devociones y plegarias: la fe mueve montañas.
Argentino, nacido en la ciudad de Santa Fe. Licenciado en Comunicación Social, especializado y apasionado por la redacción. Amante de las canciones, los idiomas y la interculturalidad. Me gusta emocionarme con un lindo texto y dejarme sorprender como un niño. Juego a que soy escritor y músico.