¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónEl distrito de Lagunas del Rosario es un sitio turístico explotado por su paisaje natural, pero también por las iglesias y templos que han quedado emplazados, desde hace décadas. Se ubica a 70 kilómetros de la Ciudad de Mendoza. Sin embargo, las iglesias y las dunas de arena no son los únicos atractivos. Un viejo algarrobo le hace justicia al resto de los elementos turísticos, porque esconde una leyenda que lo ubica como principal protagonista.
Este algarrobo era venerado y destacado por los pueblos originarios. Esta zona de Mendoza fue habitada por los Huarpes, quienes rendían culto a la tierra y toda la flora. Pero, en especial a los árboles. Se dice que a este algarrobo le asignaban la maravillosa misión de ser el árbol de la vida, por sus múltiples usos. Otorgaba sombra en pleno desierto. Pero también ofrecía la algarroba como fruto, era escenario de verdaderos conciertos sinfónicos de los pájaros que se posaban en sus ramas, entre otras bondades.
Nació como todos los algarrobos del desierto y, mientras se iba desarrollando, soñaba con primaveras esperanzadas de flores, veranos colmados de frutos, ramas con pájaros sinfónicos y otoños breves. Con niños jugando bajo su sombra, ancianos cosechando frutos para hacer dulces o para dárselos a los más pequeños para que jugaran.
Sin embargo, un día su destino se vio torcido. Su vida hizo un giro de 180 grados y, de ser el árbol de la vida, pasó a ser, literalmente, el árbol de a muerte. Ya no se escuchaban los gritos alegres de los niños jugando, sino que se oían los gritos desgarradores y desesperados de las personas que morían, colgadas en sus ramas. Actualmente, el algarrobo está seco y añoso, y se encuentra en una de las esquinas del cementerio de Lagunas del Rosario.
A finales del siglo XIX, se ejecutaban en sus ramas a aquellas personas castigadas y condenadas, por haber cometido delitos graves. El sistema era tan práctico, que rayaba la perversidad. Se le dictaba sentencia al reo y se lo emplazaba al pie del algarrobo hasta la ejecución, que era por ahorque.
Después de ahorcarlo, lo dejaban unos días colgando de las ramas, a modo de advertencia a otros malhechores. El cuadro dantesco lo completaban algunas aves carroñeras, que se asentaban sobre las ramas para picotearlo un poco. Pasado un tiempo, lo descolgaban y lo sepultaban algo más allá.
Según comentan, el nombre de Algarrobo de la justicia y los suplicios, fue impuesto por los lugareños. Ellos sostenían que los desgarradores gritos, quejidos y súplicas de los condenados a muerte, podían oírse en la soledad de los médanos. Ante tan ominoso destino, casi como si fuera un ser pensante, el árbol se secó, como una persona que se suicida ante la presión del destino que le ha sido elegido.
Fecha de Publicación: 09/05/2021
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