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Colegio Ward: una institución centenaria y una cápsula del tiempo

En la zona oeste, el colegio Ward es un emblema educativo y edilicio. Y, además, esconde secretos que solo son revelados cada 100 años. Te contamos de qué se trata.

“El hecho sucedió en la estancia La Colorada, en el partido de Junín, hacia el sur, en los últimos días del mes de marzo de 1928. Su protagonista fue un estudiante de medicina, Baltasar Espinosa. Podemos definirlo por ahora como uno de tantos muchachos porteños, sin otros rasgos dignos de nota que esa facultad oratoria que le había hecho merecer más de un premio en el colegio inglés de Ramos Mejía y que una casi ilimitada bondad”: así comienza el cuento que Jorge Luis Borges tituló “El Evangelio según Marcos” y publicó dentro de la antología El informe de Brodie, en 1970. Ese colegio inglés al que hace referencia es el que nos ocupa en esta nota y es el que el mismo Borges visitó algunos años después de la publicación del cuento en el que lo cita.

Se trata del emblemático colegio Ward, que no está en Ramos Mejía, sino en Villa Sarmiento, Haedo, partido de Morón. Sucede que los límites por esas zonas son difusos y, por cercanía, es más probable que alguien que reside en Villa Sarmiento se mueva por Ramos que por Morón. Pero, más allá de estas cuestiones técnicas, la realidad es que, para quienes nos criamos en esa parte del oeste del conurbano bonaerense, el colegio Ward es un punto de referencia para muchas de nuestras actividades.

El Ward, con sus 13 hectáreas de predio arbolado, es el gran pulmón verde de la zona. Alrededor de él, la gente sale a correr, a caminar, e incluso hay quienes aprendimos a manejar por esas calles. Si queremos indicar dónde queda la casa de alguien, decimos “por el Ward”, “cerca del Ward”, “a dos cuadras del Ward”. Se trata de una zona residencial en la que el colegio es la estrella absoluta.

Un colegio exclusivo

La historia de la institución comienza en 1913 de la mano de George Ward, un empresario estadounidense al que el destino lo encontró viajando por la Argentina. Aquí, decidió realizar una donación a la Iglesia Metodista para que fundara un colegio cristiano en Buenos Aires, en honor a su madre. En sus comienzos, solo contaba con tres alumnos pupilos y funcionaba en una pequeña propiedad del barrio de Flores, en la Ciudad de Buenos Aires.

Fue recién en 1926 que la institución se mudó a su ubicación actual, cuando le compró el predio a la familia Narbondo. Conservaron el casco de estancia, que continúa en pie y es una de las construcciones más antiguas de la zona. En 1933 se inauguró el edificio Oldham Hall y, posteriormente, se adquirió una quinta lindera que pertenecía a familiares de José María Ramos Mejía.

Originalmente, en el Ward estudiaban los hijos de algunas de las familias más destacadas de Buenos Aires. En el predio convivían alumnos pupilos y otros no pupilos de distintas nacionalidades, directivos, misioneros norteamericanos y empleados. Hoy, quienes asisten a clase no son chicos de familias de clase alta necesariamente, aunque el valor de su cuota es bastante más elevado al de otras opciones de la zona.