¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Jueves 09 De Febrero
Donde hoy hay ciudades, en otras épocas hubo campos, grandes extensiones de tierra despoblada que, poco a poco, fue adquirida por distintas familias. ¿Quién diría que una localidad acostumbrada al ajetreo como es Berazategui, en el sur del conurbano bonaerense, fue en otra época zona de veraneo de la aristocracia argentina? Hoy queremos contarte la historia del Castillo Sniafa, una joya de otros tiempos que hace algunos años cayó en un abandono irreversible.
Todo comenzó hace 135 años, cuando Alfonso Ayerza y Helena Jacobé Iraola, recién casados, comenzaron a planear dónde sería su casa de veraneo. La zona elegida fue Plátanos, en Berazategui, donde Ayerza solía cazar con los Pereyra Iraola, quienes ya habían construido varias estancias en el área. Luego de adquirir 140 hectáreas de tierra cerca de la estación de tren, en 1887 comenzó la construcción, que llevaría 20 años hasta estar finalizada por completo.
La estancia fue bautizada como Las Hormigas, aunque hoy también se la conoce como Mansión Ayerza, Quinta Grande, Castillo Ayerza o Castillo Sniafa. La obra fue llevada adelante por el arquitecto Joaquín Belgrano y se dice que contaba con unos 800 metros cuadrados de edificación. El casco de estilo francés contaba con 32 habitaciones, además de varios baños, cocina y dependencias. Era una construcción de tres plantas con detalles ornamentales en mármol y madera.
La estancia terminó de construirse entre 1908 y 1910, anexando poco a poco nuevas comodidades, como las dependencias de servicio, galpones y una pileta. A pesar de que la familia pasaba allí solo unos meses al año, la casa contaba con unos 30 empleados fijos que allí residían, además de personal contratado para tareas puntuales.
Pero lo realmente maravilloso de Las Hormigas era su espacio exterior. Alfonso Ayerza se encargó él mismo del diseño de los jardines, con plantas y árboles exóticos, animales, estatuas y lagunas artificiales. Ayerza pidió que trajeran bulbos y plantas de otros países, que él mismo cuidaba y estudiaba. También procuró que hubiera en los jardines una gran cantidad de árboles de todo tipo: eucaliptos, cedros, araucarias, pinos, cipreses, plátanos orientales y un árbol de cristal. Pero, dado que era muy religioso, solicitó que se dejaran dos claros entre las arboledas: uno que deje despejada la vista hacia la Iglesia Santa María de Hudson y otro, hacia la iglesia Nuestra Señora de Luján.
Además, mandó a construir una pileta con pérgolas y lagunas artificiales, donde abundaban distintas especies animales, como cisnes, peces de colores y patos exóticos. También había estatuas; algunas eran réplicas formales de grandes obras que pidió que le trajeran de Europa, como una réplica de la Venus de Milo. Como si esto fuera poco, en la propiedad había también un embarcadero, por lo que era posible realizar hermosos paseos en bote.
Más allá del gusto estético del dueño de la estancia, Alfonso también tenía su parte práctica: contaba con un establecimiento ganadero con haras, donde criaba caballos árabes, además de gallinas y vacas; y producía distintos productos, como lácteos y chacinados.
Alfonso Ayerza murió en el año 1942 y fue Blanca, su hija mayor, quien heredó la mansión. Junto a su marido, el arquitecto Alejandro Bustillo, siguieron adelante con la estancia por un tiempo, pero luego decidieron lotear el predio y vender la estancia. El matrimonio se quedó con parte del terreno y el casco fue adquirido por los jesuitas, quienes pretendían usar el espacio como un campo de deportes, pero no lograron hacerlo debido al difícil acceso que tenía en lugar.
En 1949, la empresa textil Sniafa compró el predio, pero durante décadas no realizó mantenimiento alguno en la estancia. Tampoco se ocuparon de cuidar el espacio natural, ya que los jardines y arroyos comenzaron a contaminarse con los materiales que utilizaba la empresa para la producción. En 1981, Sniafa cerró y el lugar quedó abandonado por 20 años.
En 2001, a partir de la crisis, la propiedad fue ocupada y quedó aun en peores condiciones. En 2002, un incendio terminó de hacer irrecuperable este lugar lleno de historia. Pasó a manos de la Provincia y, finalmente, del Municipio. En 2004, se inauguró allí el polo industrial de Berazategui y parte de los jardines fue transformada en un centro de recreación para la comunidad. La pileta también se conserva y forma parte del complejo Los Privilegiados.
En cuanto al casco de la estancia, quedó completamente en ruinas y es imposible ponerlo en valor ya que, para eso, sería necesario que conservara un porcentaje de originalidad que fue arrasado por el incendio. Quedará la historia, entonces, albergada por las ruinas de lo que en otros tiempos fue solo belleza y lujo.
Imágenes: Archivo digital Museo Taller César Bustillo - Municipalidad de Berazategui / CAELA //La Nacion
Fecha de Publicación: 01/10/2021
Te sugerimos continuar leyendo las siguientes notas:
El magnetismo del Castillo de Egaña
El castillo oculto que apareció en Villa Crespo
Primer “superclásico” con público: Gallardo y Battaglia se juegan mucho más de lo esperado
Argentina en Copa Davis: Una montaña rusa con vómitos y desenlace muy feliz
¿Cuáles son los gustos de helado preferidos por los argentinos?
Llega el primer “Superclásico” con público, el problema será la cantidad
Te presentamos a Maca De Noia , una fotógrafa muy especial
Fútbol: Un divertido aviso televisivo que se adelantó a un peligroso problema de salud
¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónNo hay comentarios
Comentarios
La ciudad del Astrólogo y el Aleph encierra muchas claves de otras realidades a la vuelta a la esqui...
Entre las escritoras injustamente olvidadas, Estela Canto vibra en el aura de leyenda. Adorada y des...
La mala relación del jugador con la hinchada, su convivencia forzosa con Mbappé y las presiones gene...
Gloria Alcorta es otra de las escritoras ninguneadas por su condición de oligarca y amiga del mundo,...
Suscribite a nuestro newsletter y recibí las últimas novedades