¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónEl sistema penitenciario y la desigualdad social son aspectos que deben revisarse y transformarse por completo. La reinserción social de los ex presidiarios es un proceso que pocas veces es acompañado desde una perspectiva integral. Sin embargo, dentro de las miles de historias que se escriben detrás de las barreras (sociales y físicas), hay una conmovedora y es la de Waldemar Cubilla.
Mientras transitaba sus últimos años de secundaria, Waldemar fue condenado a prisión. Tenía solo 17 años y, por cuestiones burocráticas, tuvo que recursar el secundario en el penal. Hoy es Sociólogo y siguió con sus estudios y vocación, para también convertirse en Investigador, Docente y Director de la Biblioteca Popular “La Carcova”. Antes de obtener todos estos cargos, pasó mucha agua debajo del puente, mucho trabajo y mucha transformación.
Waldemar ya dio varias notas a los medios, porque su historia revela que el cambio real es colectivo y urgente. Este pibe nació en un barrio humilde, en una familia que se encontraba obligada a buscar en la basura para comer. En plena adolescencia cayó en la delincuencia y fue preso por robo. Sobre su vida, cuenta:
“Nunca dejé de estudiar y cuando fui preso, a los 17 años, no pude certificar que estaba por terminar el secundario y tuve que hacerlo todo de vuelta. Además, en la Unidad 36 de Magdalena hice mi experiencia como alumno avanzado, de forma extracurricular en la carrera de Derecho y ahí me imaginé universitario”
Su sed de conocimiento y las ansias de cambiar el rumbo de su vida (y la de otros), fueron el impulso que lo llevaron a seguir estudiando. Cuando salió en libertad, a los 23 años, comenzó a estudiar Derecho en una universidad privada y pudo sostenerlo durante dos años, pero volvió a delinquir y todo empezó de nuevo.
Waldemar hoy tiene 40 años y recuerda:
“En el año 2008 llegué a la Unidad 48 de San Martín, una cárcel muy nueva, sin ningún tipo de actividad orientada a la reinserción social. Como estaba a unas cuadras de mi barrio, mi familia me visitaba seguido y me traía libros, revistas”
El amor por la lectura y, a su vez, el impulso genuino de compartir lo aprendido, lo llevaron a donde esta hoy:
“La celda era tan chica que empezaron a llenarla, parecía que yo tenía una biblioteca propia. Empecé a compartirla y así, sin querer, surgió esta idea y mi primera experiencia de gestionarla, que en realidad era hacer pública mi biblioteca privada”
Sobre estos días, que fueron la semilla de La Cárcova, cuenta:
“La sacamos de mi celda y pedimos que nos habiliten un aula vacía. La construimos con otros compañeros presos, que también estaban en el palo de la educación, pidiendo libros: a las librerías, a las familias, a las editoriales; hasta que llenamos la sala. También empezamos a dar clases, yo de poesía, otro de dibujo”
De estos pequeños pasos surgió la idea de estudiar a nivel universitario. Waldemar cuenta:
“Como todos los que estábamos en ese grupo ya habíamos terminado el secundario, pensamos que era tiempo de poder seguir estudiando. Mandamos una carta a mano alzada a la Universidad Nacional de San Martín, contando nuestra historia. Vinieron a conocernos, y vieron como un proyecto viable cursar la carrera de Sociología”
La importancia de trabajar de forma integral entre instituciones se vuelve un punto clave. Cubilla cuenta:
“Éramos sólo cinco los que habíamos terminado el secundario, entonces pensamos en la posibilidad de que los guardias-cárceles estudiaran con nosotros. Así armamos una cohorte de 33 alumnos, entre guardias y presos. Al momento de definir los roles operativos del lugar en el que iba a funcionar la universidad, yo dije que iba a ser el bibliotecario y armé otra biblioteca más dentro de la misma cárcel”
Los programas universitarios para las cárceles son realmente una herramienta más para transformar la realidad de las personas. La historia de Waldemar lo demuestra.
La Cárcova
Hoy, este pibe que tuvo un pasado sin libertad, pero con sed de conocimiento, dirige La Cárcova, una biblioteca popular en José León Suárez, Provincia de Buenos Aires.
“Cuando salí en libertad, propuse que construyamos una biblioteca en la villa, creo que por inercia, porque era lo que sabía hacer”
En una esquina donde todos tiraban basura, ganó el laburo colectivo entre vecinos y pudieron montar este refugio donde se da acompañamiento escolar, clases y hasta se arman ollas populares.
“Salí en libertad en noviembre de 2011 y el 22 de enero del 2012 la biblioteca estaba en pie. ¡Hoy creció tanto!”
Siempre en grupo, pensando desde la colectividad y la proyección de un futuro mejor, Waldemar cuenta:
“La biblioteca es el resultado de un proyecto político que empezamos hace años, una construcción colectiva. Hoy somos un grupo de trabajo de 20 compañeros y compañeras voluntarios. No podría haberlo hecho solo”
Hoy, La Cárcova significa mucho más que una biblioteca popular. Es el espacio de los sueños, de la construcción, de la esperanza. Es donde muchos pueden terminar sus estudios y hasta imaginarse universitarios.
Además, allí funcionan proyectos como la formación en Arbitraje y mediación comunitaria que se realiza a través de la sociedad con UAFA (Unión de árbitros del Fútbol Argentino). Este tipo de propuestas es clave para la generación de trabajo y la inserción social. Además, se generan talleres para repensar las prácticas en torno a las infancias, el género y la educación.
Cubilla pone su foco en las infancias, y en combatir la violencia en la niñez y adolescencia:
"Hay muchos jóvenes que están padeciendo situaciones terribles de injusticias que les hace entender al mundo de una forma no beneficiosa para ellos ni para la sociedad en general. Vivir una vida clandestina, con rencor. Cuando era joven estaba en esa dimensión, de negar la vida que me había tocado y la necesidad de tener una revancha"
El verdadero cambio empieza en las bases, en el cuidado colectivo, en el trabajo de las instituciones para garantizar derechos básicos y entornos libres de violencias:
"La gran apuesta está en la infancia, volver a infancias menos violentas y más dignas. Hay una necesidad de ocuparnos desde una política de prevención del delito, generando espacios adecuados para que crezcan divirtiéndose y no trabajando"
Los testimonios de este tipo no sirven para legitimar una meritocracia, donde solo el esfuerzo individual puede salvarte. De hecho, en sus palabras, Waldemar advierte:
“No es cuestión de mérito, yo tuve mucha voluntad de hacer una vida distinta, pero sin el marco de un proyecto de una universidad, no hubiera podido hacerlo por mí mismo, sólo porque me gustaba leer”
Además, desde una lectura social y política, afirma:
“Es necesario que los derechos estén garantizados por el Estado, en las villas, en las cárceles y en cualquier otro ámbito, para que la gente que quiera salir pueda lograrlo”
La historia de Waldemar es el ejemplo y la esperanza de muchos, como también el salvavidas de muchos otros.
Imagen: UNSAM
Fecha de Publicación: 03/08/2023
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