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Ir a la secciónBuenos Aires - - Martes 31 De Enero
Dicen que uno valora las cosas cuando ya no las tiene: el confinamiento nos hizo recordar la importancia de los espacios comunes, de mirarnos a los ojos, de darnos un abrazo. De compartir en comunidad y afianzar nuestros lazos. Después de todo lo que significó la pandemia y de los grandes cambios que trajo a nuestra vida cotidiana, hoy estamos viviendo una vuelta a ciertas costumbres que habían quedado algo olvidadas. Las actividades culturales son una gran forma de generar un puente con los otros, de intercambiar sensaciones e ideas, y ser parte de un momento en común.
Hoy queremos contarte una hermosa historia que tiene lugar en Colonia Lapin, un pequeño paraje del partido de Adolfo Alsina, en la provincia de Buenos Aires, en el que tan solo viven 40 personas. Allí, luego de un esfuerzo mancomunado, se reabrió el viejo cine del pueblo, que había quedado abandonado varias décadas atrás.
La historia de Colonia Lapin nos habla de exilio, de trabajo duro y, sobre todo, de la importancia de la vida en comunidad. En este caso, fue la inmigración judía la que llegó a este paraje desolado a mediados del siglo pasado, de la mano de la Jewish Colonization Association (JCA). Creada por el filántropo barón Mauricio von Hirsch, esta organización colaboró con los judíos que emigraron a América desde Rusia y Europa del Este. En la Argentina, los 3000 colonos que llegaron en el barco a vapor Pampa se instalaron en las provincias de Buenos Aires, La Pampa y Entre Ríos.
Colonia Lapin –ubicada en el límite con La Pampa, a solo 50 km de esa provincia y 560 de la Ciudad de Buenos Aires– fue el destino de 25 familias que se trasladaron desde Bernasconi, en La Pampa, porque no habían encontrado agua en esa localidad. La JCA les otorgó 150 hectáreas para que pudieran establecerse y vivir en comunidad. Estos primeros colonos que llegaron funcionaron en la forma de una cooperativa: todos colaboraban y todos se llevaban su parte. Para mitad de siglo, ya eran 50 las familias que vivían allí.
Para esta comunidad, la cultura siempre fue una parte importante de su identidad. Entre las actividades que llevaban adelante, había conferencias, bailes, obras de teatro y eventos literarios. Y, por supuesto, el cine, que era algo inusual en esa época y en ese entorno rural. Con el mismo espíritu cooperativo, todo el pueblo participaba para poder tener una nueva película cada fin de semana. Para lograrlo, se pusieron en contacto con la distribuidora de rollos de película de Buenos Aires. El costo de los rollos para completar un año de proyecciones semanales era dividido por las 50 familias que habitaban Colonia Lapin, para que todos pudieran disfrutar de este entretenimiento. La película llegaba desde Buenos Aires hasta la estación ferroviaria de Delfín Huergo, ubicada a 15 kilómetros, y cada semana una familia diferente se encargaba de recoger el rollo, por orden alfabético. Cuentan que, si una película desataba grandes debates y discusiones, se volvía a proyectar al día siguiente para reevaluar las opiniones.
El cine de Colonia Lapin comenzó a funcionar en 1946 y cerró en la década del 90. Abandonado desde hacía 30 años, la tarea de volver a ponerlo en valor no fue sencilla. Habitantes del lugar, junto con algunos exvecinos y el respaldo del Municipio, se juntaron para llevar adelante este sueño, que finalmente se hizo realidad el último fin de semana de octubre.
El cine funciona dentro del centro cultural del pueblo, donde el polvo y el tiempo habían hecho estragos. Para recuperarlo, crearon una comisión y, entre todos, se dividieron las tareas para llevar a cabo la restauración. Cuando llegó el día de la inauguración, memorias de otras épocas reaparecieron vívidas entre los asistentes a la función. Desde localidades cercanas, como Rivera y San Miguel Arcángel, llegaron los espectadores, que le dieron una atmósfera y un movimiento que hacía tiempo no se vivía en el pueblo. Más de el doble de gente de la que habita en Colonia Lapin se acercó al cine esa noche. Y no será la última vez: ya hay nuevas funciones programadas; la próxima será a finales de este mes.
La entrada para la función costaba $200 y, luego de la película, quienes quisieran podían acercarse a la cantina para disfrutar de un asado con vino, tal como lo hacían los paisanos en épocas pasadas. La recaudación completa será destinada a seguir poniendo en valor el cine y el centro cultural.
Para la comunidad de Colonia Lapin, la reapertura del cine significa mucho más que la posibilidad de disfrutar de una película en familia o con amigos. Se trata de recuperar la identidad del pueblo, el sentido de pertenencia. Significa que el pueblo resiste, renace y se proyecta hacia el futuro.
Sin dudas, una historia digna de película.
Imágenes: Infobae / Facebook Colonia Lapin
Fecha de Publicación: 09/11/2021
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