¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónÚltimamente se escucha mucho hablar sobre el patriarcado y los mandatos sociales impuestos. Esta es la historia de un hombre que, por vocación, eligió ser maestro jardinero. Actividad vinculada siempre con las mujeres y ese rol materno que se les asigna: al cuidado de los niños y niñas en casa y en el jardín.
Adán Palacios Cid empezó a soñar con enseñar durante su paso por la secundaria. Su ingreso al Instituto de Formación Docente N° 6 fue una transición compleja pero gratificante. Tuvo que dejar atrás las letras de Callejeros para introducirse en “El Mundo del Revés” y las fascinantes historias de María Elena Walsh.
Era el 2017 cuando hizo aquella cola para anotarse en el Instituto. La primera reacción surgió en su propia casa, de la mano de su madre. A ella le resultaba extraña la decisión de su hijo y pensaba que podría traerle inconvenientes futuros esta elección. Sin embargo, nada lo detuvo y “no se bajó de aquella gran ola”.
Recuerda que, cuando se paró en la fila de inscriptos para nivel inicial, muchas de las personas que estaban allí le indicaron que no estaba en el lugar correcto. “Esta no es la cola para inscribirse en nivel primario”, le manifestaron. Al expresarles su deseo de ser maestro jardinero, reconoce que hubo muchas cara de sorpresa.
Oriundo de Neuquén, Adán Palacios Cid reconoce que “gracias a la lucha feminista pudo estudiar lo que le apasiona". Con 26 años, se convirtió en maestro jardinero y rompió contra todo tipo de prejuicios.
Sin embargo, reconoce que los primeros prejuicios los tuvo él, consigo mismo. Recuerda que muchas veces sintió temores sobre cómo iría a conectarse con las niñas y niños por su género. Con el paso del tiempo, esos miedos fueron desapareciendo. El apoyo de sus profesoras y sus compañeras fue clave en su formación. A pesar de ser el único hombre en las clases, siempre se sintió contenido y a gusto con la institución y su grupo de pares.
Con su uniforme –un delantal de Dragon Ball– se presentó con miles de temores a ese primer día de clases. Recuerda el miedo que sentía y lo expectante que estaba por ver cómo reaccionarían los niños al verlo entrar a la sala. No pasaron ni diez segundos, hasta que todos los chicos corrieron a darle ese primer abrazo. "Desde que crucé esa puerta, siento que dejé los prejuicios y todos los miedos que me atormentaban. En ese calor humano y sincero de los niños y niñas, entendí que había elegido bien", concluyó el joven docente.
La historia de Adán Palacios Cid es una muestra más de cómo se pueden cobatir los miedos propios y las estigmatizaciones sociales. No existe un género para tal o cual profesión, ni una profesión exclusivamente para hombres o mujeres. En esta época de grandes reflexiones sociales, será importante sentarse a repensar sobre cómo construir una sociedad más equitativa y desprejuiciada, que vaya más allá de toda cuestión de género.
Fecha de Publicación: 13/06/2020
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